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domingo, 27 de junio de 2010

Los milagros y los signos


Moisés estando lejos de los Israelitas, fue llamado por Dios para anunciar a su pueblo la liberación de la esclavitud de Egipto, Éxodo 4.1-5 dice: “Moisés respondió a Dios: Los Israelitas no me van a creer, ni querrán escucharme, sino que dirán: ¡Cómo que se te ha aparecido Dios! Entonces Dios le dijo: ¿Qué es lo que tienes en la mano?, Un bastón, le respondió él. Dijo Dios: Tíralo al suelo. Lo tiró al suelo, y se convirtió en una serpiente: Moisés dio un salto atrás. Dios entonces le dijo: ¡Tómala por la cola con tu mano! Moisés la agarró, y volvió a ser un bastón en su mano. Con esto le dijo Dios: los Israelitas podrán creer que se te ha aparecido el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y de Jacob” (Éxodo 4.1-5).

El milagro es que el bastón de Moisés se convierta en serpiente de la nada, pero este evento solo sirve de garantía a los Israelitas para que confíen en el anuncio de su liberación, el signo confirma la palabra de Dios. La liberación de Israel de la esclavitud de Egipto no fue una cosa simple, sino que se presento en medio de disputas, persecución y dudas, pero al final Israel quedo libre como Dios lo había prometido. Los hebreos estando en el desierto camino a la tierra prometida dudaron de las promesas de Dios, y reclamaron a Moisés; ¡Para esto nos ha liberado Dios de la esclavitud, para andar vagando en el desierto!. El pueblo al perder la seguridad sedentaria de Egipto entro en desesperación, pero los signos habían sido dados, ahora los hebreos debía confiar en la palabra que Dios empeñado y perseverar hasta llegar a la tierra que prometió.

Siguiendo con el tema de los signos, cientos de años después Jesús hará muchos milagros para que los judíos creyeran que Dios lo ha enviado. Pero como era de esperarse, muchos andaban con Jesús solo por conveniencia pues habían recibido un milagro y esperaban recibir más, y no pretendían arrepentirse de sus faltas. En San Mateo 11,21 puede leerse una exclamación de Cristo sobre dos ciudades que no desearon arrepentirse aun viendo los milagros que el Señor había hecho: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubiesen hecho los milagros que se han realizado entre ustedes, seguramente se habrían arrepentido de sus malas obras haciendo penitencia…”.

Para el tiempo actual creo que todos deseamos recibir un milagro de Jesús ó por la intercesión de algún Santo, pero ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos para corregir nuestro mal proceder?, ojala que no deseemos solo recibir sin retractarnos del mal.

Si ya haz recibido algún milagro alégrate y da gracias a Dios pues haz recibido un beneficio, pero no olvidemos que esto ha sido dado para que creamos y confirmemos que Cristo es el Salvador del mundo, que nos llama a todos al arrepentimiento y a la santidad.

¡Ay de ti…hay de mi, si vemos los milagros y aun así no nos interesa obrar como Cristo enseño!.

domingo, 20 de junio de 2010

Caridad y caridad


En aquellos años el Faraón de Egipto había mandado asesinar a los niños hebreos pues no deseaba que la población Israelitas en Egipto creciera, por esto fue que los padres de Moisés lo abandonaron en un río esperando la caridad de algún extraño.

“Bajó la hija de Faraón a bañarse en el Río y, mientras sus doncellas se paseaban por la orilla del Río, divisó una cesta entre los juncos, y envió una criada suya para que la cogiera. Al abrirla, vio que era un niño abandonado que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: “Es uno de los niños hebreos”. Entonces dijo la hermana a la hija de Faraón: “¿Quieres que yo vaya y llame una nodriza de entre las hebreas para que te críe este niño?” “Vete”, le contestó la hija de Faraón. Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. Y la hija de Faraón le dijo: “Toma este niño y críamelo que yo te pagaré”. Tomó la mujer al niño y lo crió. El niño creció, y ella lo llevó entonces a la hija de Faraón, que lo tuvo por hijo, y le llamó Moisés, diciendo: “De las aguas lo he sacado” (Éxodo 2, 5-10).

Para mi es interesante leer en este relato una semejanza con “el buen samaritano”, donde Jesús describe como un hombre fue asaltado y abandonado medio muerto a la orilla de un camino, un sacerdote Judío lo mira y pasa de largo, un ministro Judío del templo lo observa y pasa de largo, pero el Samaritano es aquel que se apiada del moribundo, y a semejanza con la hija del Faraón, el buen samaritano casi usa las mismas palabras; “Cuídalo, yo te lo pagaré…”.

El mensaje de Cristo en el buen Samaritano es sobre la caridad, pero también va ligado a romper la absurda enemistad de los judíos hacia los samaritanos, pues estos no se hablaban entre si, porque los samaritanos eran mestizos (una mezcla entre hebreos y tribus paganas), y los judíos eran celosos de la pureza del linaje, siendo poco benévolos con las personas de origen pagano, incluso los judíos se referían a ellos como “cerdos ó perros”.

Que ironía entonces que los Judíos pretendiendo ser defensores de los decretos dictados por Moisés, no hallan podido ver que el mismo Moisés siendo indefenso fue salvado por la caridad de una mujer pagana. ¿Será que los judíos perdieron el verdadero enfoque del mensaje divino?, ¿Será que los judíos pretendiendo ser una casta pura y portadores de la religión del único Dios, mas bien resultaron ser amantes de estos privilegios antes que manifestar su amor genuino a Dios y al prójimo?.

Ojala profundicemos en el conocimiento de la religión y manifestemos esta sabiduría en la caridad para con todos, pues no valla ser que buscando ser eruditos en la Fe seamos avergonzados por los actos de caridad de aquellos que en nada conocen la Fe en el único Dios verdadero.

Quien estudia religión y comparte lo que conoce, también practica la caridad pues son las ideas y el pensamiento lo que mueven al hombre a transformar su vida, y esto también librara al prójimo de muchos males.

domingo, 13 de junio de 2010

Jesus vino a los suyos‏


Dijo Dios a Israel en la antigua alianza por medio del profeta Isaías: “Me he dejado hallar por los que no preguntaban por mí y me he dejado encontrar por los que no me buscaban. Dije: «Aquí me tienen» a una nación que no invocaba mi nombre. Le he tendido la mano todos los días a un pueblo desobediente (Israel), que seguía un camino que no era bueno, tras sus propios caprichos” (Isaías 65,1). En este anuncio Isaías profetiza que la alianza con Israel llegara a su fin, y que una nación extranjera conocerá al Dios de los hebreos, y Dios la tomara como su pueblo. Esta nación sin territorio es la Iglesia nacida de la nueva alianza que Cristo estableció.

En el primer capitulo del evangelio de San Juan se menciona el rechazo de Israel hacia Jesús con la siguiente frase: “Vino a los suyos, mas los suyos no le recibieron” (San Juan 1,11). Cuando el texto dice: “Vino a los suyos…” claramente entendemos que Cristo vino a Israel. En el tiempo antiguo, el Espíritu de Dios moraba sobre los profetas estando oculto a los ojos del pueblo, pero con Cristo, el Verbo que estaba invisible a los ojos de los hebreos tras la encarnación se volvió visible, tangible. La segunda parte del verso de San Juan dice: “…mas los suyos no le recibieron”.

Todo este preámbulo que he dado lo cito porque tras escuchar por televisión la clausura del año Sacerdotal, las palabras de Benedicto XVI fueron de gran inspiración para mi, pues dijo: "El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio. Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple ‘oficio’, sino un sacramento". "Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra ‘sacerdocio’. Esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender. Queríamos despertar la alegría de que Dios esté tan cerca de nosotros y también, así, enseñar de nuevo a los jóvenes que esta vocación, esta comunión de servicio por Dios y con Dios, existe".

Debo decir que cada vez que un Sacerdote consagra el pan y el vino nos permite participar del Cuerpo y la Sangre del Señor en comunión, y lo oculto de Dios por esta acción se hace visible aunque exista quienes duden, pero como analogía debo decir que, en Israel muchos dudaban que Jesús fuese el mecías, también muchos dudan del Cuerpo y la Sangre del Señor (muchos dudan de Dios).

En la antigua alianza el Verbo se encarno volviéndose visible y vino a Israel como estaba profetizado. Para la nueva alianza Cristo vendrá por segunda vez, mas debemos reconocer también que para nosotros como miembros de la Iglesia, lo invisible de Dios se muestra por medio de la realidad del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Jesús en la Eucaristía viene a nosotros de modo tangible, y si viene hay que recibirlo dignamente.

domingo, 6 de junio de 2010

Longitud

La longitud es la magnitud que se expresa en la distancia entre dos puntos.

Los atletas mantienen la disciplina para poder competir, mas ellos compiten no por discordia sino para alcanzar su meta, siendo la pista, los carriles y el respeto a las normas aquellos elementos que den legitimidad a sus logros.

Desde nuestro nacimiento existen distancias que debemos recorrer, que pueden ser expresadas en meritos propios ó años. De niño veía sumamente distante la longitud entre mi infancia y mi adultez, ahora como adulto y con tantos recuerdos de mi infancia creo que esa longitud fue corta pues parece que fue “ayer”.

De niño suponía que recorriendo la longitud y llegado a la mayoría de edad la madurez vendría por si sola, siendo el cúmulo de años el único requisito para ser una persona madura. Ahora entiendo que la madurez es una meta que se recorre en una longitud de virtudes, donde la vida es como un río lleno de horas y minutos que nos fueron entregados, y así como el agua fluye y trae beneficios, también el agua se desborda y trae la desgracia. Quien desperdicia las horas y los años de su vida es como quien derrama petróleo sin prestar importancia.

Hoy también creo que la percepción de la madurez va redefiniéndose conforme vamos creciendo en sabiduría y entendimiento, ó más bien el entendimiento nos dará ojos para ver lo inmaduro que fuimos cuando pensábamos que no lo éramos. Debo decir que existe la madurez que impulsa al hombre hacia la perfección, y esta perfección no debe ser entendida como hedonista ó de superioridad con respecto al grupo, sino que hablo de la madurez que lleva a la perfección en la excelencia en la calidad de vida, en el interior y en la correlación con la comunidad y la creación.

Salomón concluyo diciendo que “todo en esta vida era vanidad”, quizá porque entendió que cualquier logro ó distancia que recorramos en esta vida no es garantía de plenitud ó satisfacción, y por lo tanto no vale la pena prestar mucha atención aquellos anhelos ú obstinaciones que nos amarguen el corazón, pues aprender a disfrutar la vida de forma honrada es en si la meta, siendo la muerte el tiempo que pone fin a la longitud de la vida.

Hoy, por la sabiduría del evangelio se que existe la Gracia que ayuda al hombre para disfrute la vida de forma plena, que puede ser alcanzada ó degustada a corta edad, ó en la mayoría de edad, ó en la ancianidad ó quizá nunca por ignorancia e incredulidad.

Aquello dicho por Cristo sirve para que cada uno observe el reloj de la vida: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” y a esta pregunta añado ¿de que servirá recorrer todas las distancias si estoy extraviado? ¿No habré vivido en vano?, en la pregunta de Jesús cada uno de nosotros deberá ver el hoy como el punto de partida, cada día nuevo como una oportunidad que se otorga para procurar la vida del alma y la longitud como aquella diferencia que existe entre el hoy y el fin terreno.