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domingo, 26 de febrero de 2012

1926, Plutarco Elias Calles y los cristeros


1925 no fue un año de paz en el frente religioso en México, que cumplía mas de una década de continua agitación. El 21 de febrero, con el auspicio de la CROM, se crea la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, encabezada por el “patriarca” Pérez, quien por un tiempo oficiaba en el templo de La Soledad. No era nuevo el propósito de crear una Iglesia mexicana al margen de la de Roma; lo nuevo era intentarlo en ese momento, cuando los poderes de la Iglesia y el Estado se enfrentaban con tirantez sin precedentes en todos los campos abiertos por la Constitución de 1917. Había campesinos que rechazaban las tierras que se les otorgaban y agraristas que exigían la apostasía para entregar una parcela.  

1926 es el año del rompimiento. Durante todo 1925 Calles había esperado que los gobernantes se apegasen al texto constitucional, pero la discrecionalidad que observó terminó por decidirlo a tomar medidas más severas. En enero pide al Congreso poderes extraordinarios para reformar el código penal e introduce en él disposiciones sobre el culto. El 4 de febrero aparecen en el Universal declaraciones del arzobispo Mora y del Río, contrarias a los artículos 3, 50,27 y 130 de la Constitución, en abierta provocación frente al gobierno. “¡No estoy dispuesto a tolerarlo!” exclama Calles, “ya que los curas se ponen en ese plan, hay que aplicar la ley como está”. Aunque Mora y del Río desmienten aquellas declaraciones aparecidas en el diario, Calles no cede; ordena a todos los gobernadores la inmediata reglamentación del artículo 130, lo que provoca clausura de escuelas, expulsión de sacerdotes extranjeros, motines, manifestaciones, choques… Se llega otra vez a extremos patéticos; el general Eulogio Ortiz fusila a un soldado por descubrirle en el cuello un escapulario.

El 2 de Julio, el Diario Oficial publica un decreto que pasó a la historia como la “Ley Calles” que reforma el código penal e incluye en el actividades religiosas, interpretadas como delitos a la luz del artículo 130. El 21 de agosto, Calles sostiene una larga entrevista con Leopoldo Ruiz, obispo de Michoacán, y Pascual Díaz, obispo de Tabasco. En ese momento, los obispos muestran una actitud de conciliación y aun de cierta humildad. Calles es lacerante, áspero; sus breves respuestas son siempre imperativas. Su visión del clero en la historia de México es absolutamente negativa, se muestre inflexible ante los obispos. Al despedirse, los obispos declararon que ellos no fomentaban ninguna rebelión. Pero no necesitaban fomentarla. Días después los cristeros contradecían las ilusiones de Calles. Un sector del pueblo campesino en el occidente de México se levantaba en armas. La “causa”, como ellos mismos decían, era clara: luchaban por la apertura de los cultos, luchaban por defender la religión. La guerra de los cristeros se prolongaría por casi tres años. Aquella guerra costo 70 mil vidas y la caída de la producción agrícola del país. En 1927 Calles empieza a ceder pues no puede cerrar los ojos al costo de la guerra. Álvaro Obregón intercede y busca una solución que haga posible la paz sin desprestigiar al régimen. Mientras tanto, en Roma, el Papa Pío XI se lamenta de los sufrimientos del clero y del pueblo mexicanos, pero también reconoce el valor de los sacerdotes y de los fieles católicos, invitándoles a que permanezcan en su fe, y sin hacer uso de la violencia, a no doblegar su frente ante la política arbitraria de un gobierno intolerante.

domingo, 19 de febrero de 2012

Las imágenes en los templos

Hace mucho tiempo le pregunte a un sacerdote; ¿porque tenemos imágenes en nuestras Iglesias?, aquel sacerdote me contesto: “las tenemos porque en el cielo, Dios comparte su gloria…”. Su respuesta fue demasiado sencilla y en su momento no me convenció, hoy, después de muchos años creo que entendí la sencillez de aquella explicación.

Como antecedente histórico, la ciudad de Zurich fue la primer ciudad en prohibir las imágenes dentro de las Iglesias Católicas, esta prohibición vino de parte del Estado, dado que, posterior a la reforma de Martin Lutero en 1540 d.C. toda Europa tenia Gobiernos Teocráticos (la fe del Rey era la fe impuesta al pueblo). Los historiadores narran que Zurich vivió una intolerancia inimaginable hacia el arte religioso; esculturas y lienzos fueron sacados de las Iglesias para ser quemados, dando inicio al culto protestante sin imágenes ni esculturas.

Otro antecedente, hace tiempo leí una crítica hecha por un rabino sobre la “literal” interpretación que algunos fundamentalistas hacen del texto de Éxodo 20:4 “no te harás imagen y semejanza…”, el rabino en tono sarcástico dijo; “si Dios prohíbe las imágenes y las estatuas, deberíamos prohibir las escuelas de arte, las jugueterías y quemar las cámaras fotográfica…”. Este rabino habla en ese tono porque dentro del Judaísmo si existen imágenes e iconos, basta mirar la bandera de Israel para encontrar la “imagen” de la estrella de David.

El culto hebreo desde el tabernáculo de Moisés y después en la construcción del templo de Salomón incluía las esculturas de Ángeles que custodiaban el arca de la Alianza, una vez al año solo el Sumosacerdote de los hebreos entraba al lugar llamado “el Santo de los Santos” para sacrificar un cordero, el templo de los judíos todo el año estaba solo, pues, ningún judío podía ni siquiera ver las estatuas de aquellos Ángeles, mucho menos tocar el Arca ó el mobiliario sacro. Esta liturgia hebrea del Antiguo Testamento que celebra un culto en un templo a puerta cerrada, sin gente y con una sola persona oficiando en medio de un Arca custodiada por estatuas de Ángeles es la pedagogía de Dios que nos muestra por medio de símbolos terrenos las realidades del cielo, pues, este templo vacio es la representación del cielo con una humanidad sin redención; “un cielo donde solo habitaba Dios y sus ángeles, sin humanos”. Los relatos de los evangelios afirman que tras la muerte de Jesús hubo un gran terremoto y el velo del templo Judío se rasgó, este velo era el símbolo de aquella división que impedía al pueblo el acceso a ese lugar Santo del templo, el velo representaba el impedimento para acceder a la Gloria de Dios. Una vez que Jesús por su sacrificio reconcilio las cosas del cielo y las cosas de la tierra, el cielo se abre para todos, el velo se rasga, y aquella soledad del cielo ya no es, sino que, por Jesús ahora moran los fieles y los justos al lado de los Ángeles en la Gloria de Dios. El lugar de culto en la Nueva Alianza, ósea, la Iglesia como inmueble, representa en la tierra esa realidad traída por Cristo; un cielo abierto donde todos están invitados, pues, en cielo ya no habita solo Dios con sus ángeles, sino también los justos. Como dijo aquel sacerdote; “en el cielo, Dios comparte su gloria…”

lunes, 13 de febrero de 2012

Entre Josías y el Faraón


Podemos decir que Josías fue un rey ejemplar hablando en términos de culto y liturgia hebrea, pues, en su reinado prohibió y destruyo altares, santuarios y objetos ofrecidos a los dioses paganos que los reyes antecesores habían permitido ó promovido. El rey Josías reformo el judaísmo apegándolo a la cátedra de Moisés, siendo la pascua judía la cúspide de la celebración a Dios en las labores emprendidas por este rey.

La muerte de Josías es algo trágica e interesante para reflexionar, cito parte del pasaje; “Después de todo lo que Josías hizo para reparar el Templo, subió Nekó, rey de Egipto, para combatir en Karkemis, junto al Eufrates; y Josías le salió al encuentro. Nekó le envió mensajeros para decirle: “¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra la casa con la cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya”. Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla, sin escuchar las palabras de Nekó, que venían de boca de Dios. Y avanzó para librar batalla en la llanura de Meguidó. Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus siervos: “Llevadme fuera, pues estoy gravemente herido”. Sus siervos le sacaron del carro, y pasándole a otro carro que tenía, le llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías. Jeremías compuso una elegía sobre Josías, y todos los cantores y cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus elegías; lo cual se ha hecho costumbre en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones” (2da de Crónicas 35; 20-25).
Cabe aclarar que dentro del pensamiento antiguo de los judíos el tema de la universalidad de Dios no era aun muy comprendido y aceptado, esto es, el celo equivocado que los judíos tenían al pensar que Dios solo obra en los límites del judaísmo. También, la antigua creencia judaica interpretaba la victoria militar como la providencia de Dios, cosa que en la revelación traída por Jesús la Nueva Alianza rechaza rotundamente cualquier acto violento. Esta muerte de Josías es una afirmación a que en verdad Dios obraba fuera de los límites de Judaísmo, y aunque Dios se opone a los cultos paganos sobre todo al politeísmo de Egipto, no por esto, Dios dejara de relacionarse con todas las culturas de algún modo que no comprendemos ó aun no conocemos. Israel no fue el dueño de Dios sino que recibió la tarea de recibir al Mesías, así como la Iglesia tampoco es dueña de Dios, sino que recibió la tarea de anunciar al Mesías y educar en su cátedra a todos los pueblos.

Ahora que vivimos en sociedades tan divididas y como católicos convivimos con otras religiones y creencias, afirmo que es correcto aceptar que Dios tiene compasión de todos, y que Dios habla a todos los hombres dentro y fuera del catolicismo, y que de todos los hombres sin importar el credo ó su vida podemos aprender algo bueno ó algo malo, pero, los que están fuera del catolicismo ¿sabrán ser dóciles hacia nosotros como nosotros lo somos hacia ellos?, porque si Dios habla a todos los hombres, al menos entiendo que a todos sin excepción nos pedirá fraternidad.