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domingo, 28 de octubre de 2018

José y la ley civil


            "Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta" (San Lucas 2:1-5)
            Pocas veces ponemos atención a este verso tan leído dentro de la Iglesia, no alcanzamos a estimar la obediencia que José tuvo a la ley civil. La sagrada familia probablemente recorrió 150 km en su travesía, parece una distancia corta hoy en día, sin la tecnología actual, dicha distancia implica varios días.
            Cualquiera de nosotros hubiese dicho “no iré” ó “mi mujer está embarazada, no podremos ir”, con inventadas excusas para evadir la responsabilidad civil. ¿Podemos decir que nuestro actual Gobierno está más descompuesto que el Gobierno de Roma?. Muchos evaden su responsabilidad civil escudándose en la ineficiencia del Gobierno, no es el caso de José, el atiende como ciudadano la orden de su Gobierno.
            Año con año, los Gobiernos exigen el pago de impuestos ó tomar medidas por alguna situación; limpiar los patios, no acudir a playas, revalidar placas, pagar el predial, y año con año, muchos pudiendo hacerlo, no lo hacen, evaden su obligación civil acusando al Gobierno por alguna falla. Pero, ¿Cómo podrán los Gobiernos funcionar si los ciudadanos no cumplimos con nuestro deber?, así ninguna sociedad funcionara.
            El propio Jesús respondió a Poncio Pilatos; “Ninguna autoridad tendrías sobre mí si no se te hubiera dado de arriba…” (San Juan 19:11). En este dicho, se reconoce la autoridad civil y el deber de ésta es obrar la justicia. Nosotros no debemos evadir la ley civil para buscar la justicia, debemos pedir que la ley civil se use para obrarla. El fin de la ley civil de alguna forma busca otorgar beneficios a la comunidad.  
            Un mal testimonio cristiano es evadir las obligaciones civiles, por desgracia, somos ignorantes en el asunto de las leyes. Debo señalar que la ley civil tiene un fin pedagógico. Una infracción de tránsito nos advierte que tal conducta fue indebida y debemos vigilar no actuar de tal forma. Sin embargo, debemos reconocer que existen leyes que se vuelven injustas porque se acomodan a intereses de grupos, de ideologías. En el caso del aborto, despenalizarlo significa propiciar la negligencia y la irresponsabilidad ciudadana en el uso del cuerpo, un embarazo es de dos, no es solo un asunto de la mujer.
            También hay algo que nos atañe y más en estos días por el asunto de la migración, pues una caravana de centroamericanos, hondureños en su mayoría, atraviesa nuestro país. Tal multitud excede la capacidad de nuestras instituciones para establecer el orden. Como cristianos debemos ser solidarios en las necesidades de estos migrantes, debemos apoyar para que los Gobiernos hagan su trabajo, sin corromperse, ni corromper, otorgando lo que la ley establece en asuntos de derechos humanos.        
            ¿Qué clase de empadronamiento hizo César Augusto en sus días y para qué?. No lo sabemos, pero sabemos que José escuchó la ley y la atendió.  

domingo, 21 de octubre de 2018

Moisés y el culto


            “Moisés cuidaba las ovejas de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas muy lejos en el desierto y llegó al Horeb, el Cerro de Dios. Entonces fue cuando el Ángel de Yavé se presentó a él, como una llama ardiente en medio de una zarza. Moisés estuvo observando: la zarza ardía, pero no se consumía. Y se dijo: “Voy a dar una vuelta para mirar este fenómeno tan extraordinario: ¿por qué la zarza no se consume?”. Yavé vio que Moisés se acercaba para mirar; Dios lo llamó de en medio de la zarza: “¡Moisés, Moisés!”, y él respondió: “Aquí estoy”. Yavé le dijo: “No te acerques más. Sácate tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada”. Luego le dijo: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Al instante Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de que su mirada se fijara sobre Dios. Yavé dijo: “He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he oído sus quejas cuando lo maltrataban sus mayordomos. Me he fijado en sus sufrimientos, y he bajado, para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí, a un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los egipcios los oprimen. Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”. Moisés dijo a Dios: “¿Quién soy yo para ir donde Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?”. Dios respondió: “Yo estoy contigo, y ésta será para ti la señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, ustedes vendrán a darme culto en este monte”. (Éxodo 3:1-12)
            En este texto puedo encontrar elementos litúrgicos interesantes, en primera el espacio físico. Si prestamos atención Moisés llega hasta el monte Horeb, el cerro de Dios, este mismo monte es el Sinai, lugar donde después se hará la entrega de los diez mandamientos. La atención de Moisés es focalizada en ese punto geográfico; “el cerro de Dios donde la zarza arde”, esto tiene una pedagogía clara, Dios focaliza a Moisés en un punto concreto para mostrarle la santidad; “sácate tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada”. Hoy entendemos que todo el planeta es sagrado, pero en el contexto primitivo de Moisés el necesita comprender que el suelo donde se adora a Dios es sagrado. Para nosotros el templo físico donde adoramos a Jesús es un sitio sagrado, es santo, es casa de oración, a eso acudimos.   
            La propia zarza que arde es otro símbolo litúrgico. El fuego se asocia con la luz, en cada celebración eucarística encendemos velas antes de proclamar la Palabra de Dios. En la experiencia de Moisés, él aprecia el fuego antes de recibir la Palabra de Dios.
            Otro elemento es la revelación que Dios entrega a Moisés. Él siendo ajeno a los dolores de los hebreos logra enterarse de esta aflicción porque Dios lo manifestó. Aquí existe una apología interesante; Dios parece estar ausente ante las injusticias de este mundo, pero en la esclavitud de los hebreos en Egipto, Dios se hizo presente en la obra de Moisés. De igual manera, cada vez que la Palabra de Dios es proclamada es Dios quien aboga por el oprimido.
            Por último, la experiencia de Moisés en la zarza fue una experiencia personal, individual, pero al irse completando la obra se volvió una experiencia comunitaria; “vendrán ustedes a darme culto en este monte”. Cada misa es una experiencia similar, Dios anuncia el sufrimiento del mundo por medio de su Palabra convocándonos a la libertad de su gracia.

domingo, 14 de octubre de 2018

El pueblo del resucitado


            Después de que José –el soñador- es vendido por sus hermanos como esclavo, al paso de los años se convierte en hombre importante en Egipto por haber predicho la hambruna que vendría sobre el valle, del Faraón recibió cargo importante, ganándose la estima del pueblo egipcio. A los años, José fue encontrado por su familia hebrea, por su padre Jacob, llamado también Israel. Tras estos acontecimientos, la Escritura narra el funeral de Israel. 
            “José se acercó a la cama de su padre, Israel, lo abrazó llorando y lo besó. Mandó después a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran a su padre y ellos lo embalsamaron. Emplearon en ello cuarenta días, ya que éste es el tiempo necesario para el embalsamamiento. Los egipcios lo lloraron durante setenta días. Transcurrido el tiempo de duelo, José habló a los principales de la casa de Faraón de esta manera: “Si ustedes realmente me aprecian, les ruego hagan llegar a oídos de Faraón lo siguiente: Antes de morir, mi padre me hizo prometerle bajo juramento que yo lo habría de sepultar en el sepulcro que él mismo se había preparado en el país de Canaán. Así pues, permíteme ahora subir a enterrar a mi padre, y luego volveré”. Faraón le mandó a decir: “Sube y entierra a tu padre, tal como te hizo jurar”. Subió José a sepultar a su padre y subieron también con él todos los oficiales de Faraón, los principales de su familia y todos los jefes de Egipto, así como toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Tan sólo dejaron en el país de Gosén a sus niños, sus rebaños y demás animales. Lo acompañaban además carros y soldados a caballo, lo que hacía que fuese una caravana muy considerable. Al llegar a Gorén-Atad, que está al otro lado del Jordán, celebraron unos funerales muy grandes y solemnes; estos funerales que José celebró por su padre duraron siete días. Los cananeos que vivían allí, al ver los funerales que se hacían en Gorén-Atad, se dijeron: “Estos son unos funerales muy solemnes de los egipcios”. Por eso aquel lugar se llamó Abel-Misraim (o sea, duelo de los egipcios) y está al otro lado del Jordán”. (Génesis 50:1-11).
            Este José es prefigura de Jesús, ambos son apartados de su pueblo, traicionado por sus hermanos, ambos se vuelven en hombres poderosos en pueblo ajeno. A Jesús los pueblos cristianos lo proclamamos rey y anhelamos su retorno, dogma que llena de incertidumbre a muchos. Esta reflexión va sobre este regreso del Mesías. 
            En las misas afirmamos la frase del credo: “y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin”. Pero, ¿en verdad creemos que Jesús regresara algún día ó lo afirmamos como frase muerta?, ¿mi fe se limita a la virtud y no está unida al pueblo y sacerdocio que espera el retorno del Mesías?. Si obramos con virtud hacemos bien, pero si lo hacemos añadidos al pueblo y sacerdocio que proclamara al Mesías hasta el fin de los tiempos, hacemos mejor. No olvidemos esta promesa del retorno de Jesús.      
            ¿Qué podemos ver en el funeral de Israel?, podemos ver dos pueblos congregados en torno al dolor de José; hebreos y egipcios. Este funeral parece una maqueta del fin de los tiempos, siendo Jesús quien congrega a los pueblos, por Él estimamos a los Israelitas pero esta comunión entorno al hijo de la Virgen María aun no se concreta, es necesario el encuentro del pueblo hebreo con el resucitado, sus hermanos de raza.
            Existe un texto de San Pablo sobre esta situación, “No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobre vino al pueblo de Israel durara hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo…” (Romanos 11:25, 26). Desconocemos el tiempo de Dios para Israel, Dios es piadoso con los hombres de buena voluntad. No debemos omitir las palabras de Jesús expresadas en el evangelio: “Se proclamara la Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin” (S. Mateo 24:14). Consideremos cada día como un regalo para buscar la santidad, unidos como el pueblo que espera el retorno del resucitado.    

domingo, 7 de octubre de 2018

Tomalo por gentil ó publicano


            "Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano" (San Mateo 18:15-17).
            Los publicanos eran recaudadores de impuestos del imperio Romano, eran poco apreciados por los judíos. Los gentiles eran los paganos, los no judíos, los politeístas, aquellos que no pertenecían al pueblo de la Alianza. Puedo afirmar que el símbolo es el siguiente; un publicano es aquel interesado en los bienes de este mundo por encima de los tesoros divinos, un gentil es aquel que no estima la alianza que Dios otorgo. Ambos individuos prefieren vivir en pecado grave y no atender la exhortación.
            En este pasaje del evangelio, Jesús muestra una actitud insistente para reprender el pecado y establece un límite. Como discípulos, existe alegría en compartir la experiencia que hemos tenido con el resucitado, de igual forma, tal encuentro debe movernos al arrepentimiento propio y propiciar el arrepentimiento ajeno, pues somos un pueblo, hemos sido llamados por Jesús a la conversión colectiva y personal. Desgraciadamente, no todos aprecian la importancia de este anuncio de igual manera, ninguna corrección nos parecerá agradable.
            El evangelio nos pide exhortar a los hermanos a la conversión pero también nos advierte para dejarlos ir, soltarlos en su libre albedrío; “sea como el gentil y el publicano”. Esta frase no debe ser leída desde el orgullo cristiano, al contrario, debe ser entendida desde el dolor del Cristo que entrego su vida para redención de los pecadores, y fue, y es despreciado cuando no existe conversión.
            ¿Y cuántos gentiles habrá dentro de nuestros templos que se niegan a escuchar el llamado de los hermanos, y el llamado que el presbítero afirma desde el pulpito?, son muchos, son muchos los que han dejado de ser parte del pueblo de la alianza por no retractarse de sus malas acciones, incluso, pueden estar dentro del templo. Estos, tienen puesta su esperanza en una falsa misericordia -señalo falsa, porque no se disponen a la conversión- mientras prefieran vivir en pecado no habrá gracia para ellos. Ellos mismos por su corazón no arrepentido se han cerrado la puerta de la gracia.  
            Nos llamaran “fariseos” por llamar a los hermanos al arrepentimiento, pero, el discípulo que exhorta debe dar frutos de paciencia y prudencia ante esta realidad. Es doloroso ver como seres amados se alejan de la enseñanza cristiana para abrazar un modo de vida ajeno al evangelio, pero aun así, mirándolos como gentiles y publicanos, por la gracia del Espíritu Santo podemos verlos con amor y respeto, como el padre del hijo prodigo.
            El mismo Espíritu Santo nos exhorta a esperar con paciencia a quienes desprecian abiertamente la enseñanza del evangelio. Por nuestra parte, no demos cabida a la tentación puesta por el enemigo. Dios pide la corrección del hermano caído, Satán pide su acusación. Nuestro camino es el de Dios, es el de la paz, si el pecador no entiende, tómalo por gentil ó publicano.