domingo, 28 de abril de 2019

La fe de Caleb


            Cuando el pueblo de Israel fue guiado por Moisés hasta los perímetros de Canaán –la tierra prometida- las doce tribus de Israel dispusieron cada una un representante bajo la consigna de introducirse a Canaán para espiar la tierra antes de su conquista. El reporte de diez espías no fue alentador, pero el reporte entregado por Josué y Caleb confiaba en conquistar la tierra bajo la providencia de Dios; era la tierra prometida. En lo exterior Canaán parecía una tierra imposible de conquistar. Fue por su fe, que Josué se convirtió en sucesor de Moisés y Caleb recibió la tierra de Hebrón como heredad, solo que, Josué recibió la sucesión siendo joven y Caleb recibió Hebrón a los ochenta y cinco años de edad;
            “Los hijos de Judá fueron a Guilgal, donde estaba Josué; y Caleb, hijo de Iefuné, el quenizita, le dijo: "Tú sabes muy bien lo que el Señor dijo a Moisés, el hombre de Dios, acerca de mí y de ti, en Cades Barné. Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, el servidor del Señor, me envió de Cades Barné a explorar el país, y yo lo informé con toda franqueza. Mientras los compañeros que habían ido conmigo desalentaban al pueblo, yo me mantuve plenamente fiel al Señor, mi Dios. Aquel día, Moisés hizo esta promesa, ratificándola con un juramento: ‘La tierra que pisaron tus pies será herencia tuya y de tus hijos para siempre, porque te has mantenido plenamente fiel al Señor, mi Dios’. Ahora ves que el Señor me ha conservado la vida conforme a su promesa. Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor dirigió esta palabra a Moisés, cuando todavía Israel iba por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años, pero todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Hoy tengo la misma fuerza que tenía entonces, tanto para combatir como para ir de un lado a otro. Por eso, dame esta montaña que el Señor me prometió aquel día. Tú mismo oíste ese día que allí se encuentran los anaquitas, y que las ciudades son grandes y amuralladas. Pero sin duda el Señor estará conmigo, y yo los expulsaré como él me lo prometió". Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Iefuné, y le dio Hebrón como herencia” (Josué 14:6-13).
            Aunque el personaje principal es Josué, la fe y paciencia de Caleb parece ser muchísimo más grande. Hay dos puntos fundamentales que quiero resaltar en la figura de Caleb. El primero, ha esperado la mitad de su vida para recibir su tierra. No solo ha demostrado guardar su fe en Dios, ha mostrado tener fe en la palabra de Moisés, cualquiera de nosotros hubiese claudicado, como esos que claudican cuando dicen; “creo en Dios pero no en el Papa, creo en Dios pero no en los hombres…”.
            Caleb tenía fe en Dios y en Moisés como hombre de Dios. En varias ocasiones Moisés tuvo disidentes, que en su desesperación en el desierto desearon destituirlo, Caleb no tuvo parte con ellos. Es de esperarse que un líder religioso no tenga la capacidad absoluta para satisfacer las necesidades de toda una congregación, pero si los congregados participan de la misma fe y peregrinar, debiesen disponerse para mirar a su líder como un hermano, que en su humanidad posee las mismas limitaciones y debilidades.   
            El segundo punto, Caleb siendo anciano afirma poder librar batallas si Dios está con él. Curiosamente, en el capitulo previo, Dios afirma a Josué; “eres viejo y entrado en años, y queda todavía mucha tierra por conquistar., … reparte ya esta tierra por heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manases…” (v. 1b, 7a). Entonces, en esta parte del libro, tenemos un Josué anciano repartiendo territorios, y un Caleb anciano, afirmando que tiene vitalidad para conquistar su parte, si Dios está con él.        
            Caleb ha envejecido físicamente, su ánimo y su fe parecen de niño; “el Señor me ha conservado la vida conforme a su promesa…”., y es que, en asuntos de fe el futuro siempre ha sido la senda, si Dios nos ha permitido la vida debemos ir en busca de la promesa dando la batalla diaria contra el pecado para poder entrar a la tierra prometida.   

viernes, 19 de abril de 2019

¿Jesús comia carne de cerdo?


            En la religión judía un tema importantísimo es la selección de alimentos y preparación de los mismos. Los mandamientos de Moisés dividen los animales entre puros e impuros. Parece que el autor del génesis, Moisés, presenta una contradicción entre el relato de la creación y las normas alimenticias para el pueblo de Israel. Por un lado, en el relato de la creación afirmó que Dios creó a todos los animales y dijo que era algo bueno, pero en las normas para los hebreos, Moisés clasifico los animales entre puros e impuros, los que si podían ser comidos y los que no. El cerdo es un animal impuro para los judíos, y por esto, ellos no comen su carne. Pero, ¿Jesús comía carne de cerdo?.   
            Primero debo aclarar, Moisés no presenta una contradicción, todos los animales forman parte de la creación de Dios y ésta en su totalidad es buena. Sin embargo, las leyes de Moisés entorno a los animales puros e impuros tienen un fin religioso y de pureza, en el contexto del éxodo de Egipto, esos animales a los cuales Moisés llamó “impuros” se asociaban o ritos paganos o enfermedades. La ley se escribió así para los judíos, ellos no solo se abstienen de la carne del cerdo, tampoco comen carne de otros animales.
            ¿Jesús comía carne de cerdo?. La respuesta es no, él no comía la carne de cerdo. Si lo hubiese hecho los fariseos lo hubiesen acusado pero no hay una acusación relacionada con el cerdo. En el evangelio de San Mateo hay una acusación relacionada con la purificación de las manos (cap. 15, v. 2), a lo que él respondió; “no es lo que entra por la boca del hombre lo que contamina al hombre, sino lo que sale de su boca”. Aquí hay que entender el pensamiento judío y distinguir entre, las leyes de la Torá de Moisés y las leyes rabínicas, estas últimas son leyes secundarias en relación con la Torá. Si Moisés en la Torá ordeno “comerás animales puros, no impuros”, la ley rabínica añadirá “lavarás tus manos tantas veces”. La discusión entre la Torá y las leyes rabínicas es una discusión viva entre judíos hasta el día hoy.
            Sabemos que Jesús no enseño a sus discípulos el comer carne de cerdo, lo sabemos porque después de la resurrección y ascensión de Cristo a los cielos, el apóstol San Pedro, en el relato de los Hechos de los Apóstoles, en una visión se negó a comer la carne de los animales impuros; “De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro” (cap. 10, v. 14). En la Iglesia primitiva el tema de las comidas –puras e impuras- fue un tema de discusión relevante, en realidad los apóstoles no sabían si continuar con estas leyes judías ó abolirlas. El concilio celebrado por ellos en Jerusalén decidió que estas leyes no son necesarias para la salvación, correspondían a la alianza antigua del Sinaí, no a la nueva alianza.   
            Como conclusión, afirmo que Jesús no comía carne de cerdo, y, aunque parezca ridículo preguntárselo, imaginando a un Jesús sentado en medio de sus discípulos comiendo solamente los animales puros, no los impuros, excluyendo al cerdo, sabiendo él mismo que establecería una nueva alianza y estas normas quedarían abolidas, ¿Qué sentido había en guardar esto?.
            Aunque parezca ridículo, el significado de esta actitud no está en comer ó no comer carne de cerdo, sino en respetar los mandamientos de su tiempo aun cuando sean tan pequeñitos, y antes de resucitar, Jesús era un judío de su tiempo, y los judíos no comen carne de cerdo. Habrá que preguntarse hoy que es lo que no deben hacer ó si deben de hacer los discípulos de Jesús resucitado, el pueblo católico. Para saberlo, hay que estudiar la fe.     

domingo, 14 de abril de 2019

La caridad y la adoración


            Moisés entregó al pueblo de Israel los diez mandamientos, los cuales cito y resumo según la mención del libro del Éxodo; 1.- Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. 2.- No tendrás otros dioses delante de mí. 3.- No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. 4.- Acuérdate del día sábado para santificarlo. 5.- Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. 6.- No matarás. 7.- No cometerás adulterio. 8.- No robarás. 9.- No darás falso testimonio contra tu prójimo. 10.- No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca. (Cap. 20, v. 1-17)
            ¿En qué momento los diez mandamientos solicitan hacer caridad?. No lo señalan, el decálogo se enfoca en no obrar el mal; no caer en idolatría, no ser envidioso, ni embustero, etc., el decálogo no obliga hacer el bien; la caridad, compartir con los necesitados, etc.
            Después de terminar de leer los libros de Moisés, el pentateuco, inicie mi lectura con el libro de Josué, su sucesor, un líder militar que recibió la encomienda de llevar al pueblo de Israel a la tierra prometida de Canaán. Al leer como Josué arrasaba con los pueblos a su paso -asesinando a todos por igual- sin tener el menor cargo de conciencia, entendí, hasta ese momento que en ninguna parte de la Escritura –desde el libro del Génesis hasta el libro de Josué- se obligaba el asunto de la piedad y la caridad., y que incluso, las metas eran distintas; con Noé el asunto era construir el arca, con Abraham el asunto fue tener descendientes, con Moisés el asuntó fue liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto y con Josué la meta fue llevarlos a la tierra de Canaán, y para él, el mandamiento “no mataras” se interpretaba como “no mataras a los hebreos”.
            Hay algo en común en los personajes citados; adorar a Dios obedeciéndole según la encomienda del momento. En ningún momento tales personajes tuvieron como meta las metas de la Iglesia; guardarse sin pecado de este mundo y hacer el bien. Como mencione, el decálogo no pidió hacer caridad.
            Dentro del pensamiento de Moisés existen leyes secundarias, algunas de ellas son como pequeñas luces que van ofreciéndole al pueblo de Israel un sentido de la caridad; “no te vengaras ni guardaras rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (levítico 19:18). Sin embargo, en este tiempo de la historia de la salvación los israelitas entendían como “prójimo” a sus compatriotas los hebreos, no a los paganos. “Cuando cosechéis la mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde de tu campo, ni espigues los restos de tu mies. Tampoco harás rebusco de tu viña, ni recogerás de tu huerto los frutos caídos; los dejaras para el pobre y el forastero” (levítico 19:9,10).
            Poco a poco, a lo largo de los siglos el pueblo de Israel fue recibiendo la revelación de la caridad hasta llegar al Mesías, es él quien corona la caridad como una virtud excelsa. No obstante, hay un concepto anterior a la caridad; la adoración, esta aparece a lo largo de toda la historia de la salvación, desde que Adán tuvo a su nieto Enós; “Por ese tiempo comenzaron los hombres a invocar el nombre del Señor” (Génesis 4:25,26). 
            Hoy en día, muchos creen que la religión, la oración, la contemplación no son necesarias, creen que simplemente basta hacer el bien, hacer la caridad, pero fue por medio de la adoración, la contemplación y la religión como Dios fue revelando la caridad. La caridad es un fruto del árbol, no es un tronco, el tronco y la raíz son Dios, asegurémonos de estar unidos al árbol, adorémosle para que él nos haga entender y así nuestros frutos continúen, nuestra rama reverdezca y este fuerte.

domingo, 7 de abril de 2019

La Torá


La Tora de Moisés también llamada “Pentateuco”, se compone de los cinco primeros libros de la biblia; Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Este compendio es para el judaísmo lo que los evangelios son para el cristianismo. A continuación, ofrezco un breve resumen otorgando al lector una visión general con óptica neo testamentaria.
            El libro del Génesis es el inicio, el libro se enfoca mucho en la familia; Dios entregó su creación a los seres humanos representados por Adán y Eva para que formaran familia. Desde el primer pecado ahí inicia el proyecto de la redención, representado por la descendencia de la mujer –la Iglesia- contra el artífice de la perdición representado por la serpiente; “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (cap. 3, v. 15).
            Éxodo es un libro enfocado en la liberación, que no es solo abrir los grilletes sino una liberación para dar culto a Dios; “el Señor le dijo a Moisés: “Ve al faraón y dile: “Así dice el Señor: Deja ir a mi pueblo, para que me adore” (cap. 8 v.1). El libro muestra un orden para esa adoración que dará Israel, es Dios quien dice como debe ser adorado, no el pueblo. El libro describe la instauración del sacerdocio, las leyes y las fiestas, entre ellas, la fiesta de los panes sin levadura; “Guardarás la fiesta de los panes sin levadura. Según te he mandado, por siete días comerás panes sin levadura en el tiempo señalado en el mes de Abib, porque en el mes de Abib saliste de Egipto” (cap. 34 v. 18). Es en esta fiesta donde Jesús instauro la Eucaristía en la Pascua. Dios estableció una forma para ser adorado, Jesús la cumplió y desde su resurrección no ha establecido otra.    
            El tercer libro, Levítico, parece ser una alabanza oculta al sacrificio de Jesús. El libro se enfoca mucho en el sacrificio y el derramamiento de sangre para la redención de los distintos pecados del pueblo; “Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, delante de Yahvé, será inmolada también la victima por el pecado. Es cosa sacratísima. La comerá el sacerdote que ha ofrecido la victima por el pecado. Será comida en lugar santo, dentro del atrio de la Tienda del Encuentro. Todo cuanto entre en contacto con esta carne quedará consagrado…”. (Cap. 6, v. 18-20)
            En el libro de Números se aprecia un significado de seguridad. Sus versos inician con un censo para establecer el ejército de Israel. Lo curioso es el orden que decidió Moisés para mencionarlo, lo normal hubiese sido establecer un grupo armado tras la salida de Egipto por la persecución del Faraón (en Éxodo). Pero Moisés lo ordeno como; primero la familia y su relación con Dios (Génesis), después la libertad y la adoración en el Tabernáculo (Éxodo), posteriormente los sacrificios por el pecado (Levítico), y solo así, la seguridad terrenal plasmada en el ejercito citado en Números.
            Finalmente, Deuteronomio, que significa “segunda ley”, un libro que superficialmente parece no tener mucho que ofrecer pues solo reafirma lo ya visto en los libros antecesores, sin embargo, su narrativa posee un toque distinto, mas personal y esto se aprecia en el capitulo nueve; “al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, me dio Yahvé las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza” (v.11). Titular al libro como “segunda ley” hace reminiscencia a la segunda alianza; cambiar el corazón de piedra a un corazón de carne, pasar de leyes solemnes a mandamientos que van a la persona, y esto no es mera casualidad, el libro señala en el cantico de Moisés la traición de Israel y como Dios los pondrá a celo con un pueblo que no es pueblo (cap. 32, v. 19-21), nosotros, pueblo cristiano.     
            Viviendo este cumplimiento, como pueblo nuevo, añadido a una alianza nueva establecida por Cristo, celebrando una Pascua heredada de los judíos –pero ya no judía, sino cristiana- ¿Cómo vivimos estos regalos de Dios; la familia, la libertad y la adoración, los sacrificios y la seguridad para celebrar la pascua de la nueva alianza?.