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domingo, 28 de julio de 2019

Rey y sacerdote


            "Jesús dijo a los fariseos: “¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?" (S. Marcos, 2:25,26)
            En esta reflexión hare una mención de este acontecimiento de David citado por Jesús, pues, en el rey David es donde se inserta el reinado de Jesús. El hecho de que  David coma de los panes de la presencia no es algo aislado en la historia de la salvación, ese acto y otros que señalare, dibujan a David casi como un “rey-sacerdote”. Hay que aclarar, Jesús es declarado por la Iglesia como “rey y sumo sacerdote” (sacerdote cabeza de los sacerdotes). David es simplemente una prefigura del mesías. Lo que deseo compartir es la importancia del sacerdocio, el reinado y el pan, elementos planteados desde el antiguo testamento.
            Los pasajes se encuentran en los capítulos veintiuno y veintidós del primer libro de Samuel y están divididos en varios eventos; 1ero.- David come los panes de la presencia (21:2-7), 2do.- Los desdichados se unen a David (22:2), 3ero.- Saúl asesina a todos los sacerdotes (22:19,20), 4to.- David pide el Efod (el vestido sacerdotal) y habla con Dios.
            En el primer evento, el rey Saúl desea matar a David y este huye a la ciudad de los sacerdotes, Nod. Al sentir hambre pide pan al sacerdote. Nótese que en el siguiente texto se da un énfasis a la pureza corporal antes de comer el pan de la presencia;
            “Respondió el sacerdote a David: “No tengo a mano pan profano, pero hay pan consagrado, si es que los muchachos se han abstenido del trato con mujeres”. Respondió David al sacerdote: “Ciertamente no hemos tocado mujer, como siempre que salimos a campaña, y los cuerpos de los muchachos están puros; aunque es un viaje profano, pero hoy sus cuerpos están puros”. Le dio entonces el sacerdote panes consagrados, porque no había allí otro pan sino el pan de la presencia, el retirado de delante de Dios para colocar pan reciente el día que tocaba retirarlo" (I Samuel, 21:5-7).
            Una vez que David comió el pan consagrado aparece un símbolo dentro del capítulo; la espada de Goliat con la cual David lo decapitó, esta estaba dentro del templo envuelta en un paño detrás del efod (21:9-10). El efod es una vestidura sacerdotal. La espada y Goliat son símbolos que se asocian con la muerte. Si miramos los pasajes de la última cena, Jesús primero habla de la purificación con sus discípulos, después consagra el pan y lo reparte, solo así se enfrentó a la muerte; ese Goliat que fue vencido por la resurrección.  
            El segundo evento, David esta errante huyendo del rey Saúl y los seres desdichados se unen a él: “todo el que se encontraba en apuros, todos los entrampados y desesperados se unieron a él y fue jefe de ellos,…” (22:2). Este es un signo característico de Jesús, él recibe a todo aquel que vive en angustia.  
            El tercer evento es la venganza de Saúl contra los sacerdotes de Nob, aquellos que dieron refugio y alimento a David. “El rey Saúl pasó a filo de espada a Nob, la ciudad de los sacerdotes, hombres, mujeres, niños y lactantes, bueyes, asnos y ovejas, todos a cuchillo. Sólo pudo escapar un hijo de Ajimélec, hijo de Ajitub, llamado Abiatar, y huyó donde David” (22: 19, 20). David recibió a Abiatar y lo cuido. Solo pensemos lo que sucedió, ¿Quién consagra y quien oficia el culto si no existen sacerdotes?. Es imposible.
            Hasta aquí, David, en su tragedia, ha quedado provisto de los signos que lo prefiguran con Jesús; ha comido del pan, tiene la espada con la cual venció (la Palabra de Dios), es jefe del pueblo desamparado y custodia al único descendiente del linaje sacerdotal. En el capitulo veintitrés brota una novedad, David consulta a Dios y en medio de su oración pide al sacerdote Abiatar “acercar el efod” (v.9), Dios no lo desecha, le anuncia su destino.
            Para finalizar, no podemos afirmar, ni sostener que David fue un rey sacerdote, simplemente la biblia provee elementos sacerdotales entorno a la vida de David, los cuales sirvieron como base al pueblo de Israel y la Iglesia para sostener y afirmar que el reinado del Mesías es sacerdotal. Veamos con aprecio y profunda reflexión los eventos subsecuentes en la vida de David una vez que comió el pan de la presencia y la importancia del papel sacerdotal; los hombres que consagran el pan.        

domingo, 21 de julio de 2019

La tradición oral en el origen del rey David


            El uso de la tradición oral como fuente para escribir la biblia es un modo que muchos desconocen, incluso hermanos separados. En esta reflexión me refiero a tradición oral como las historias que son guardadas por el pueblo y que en determinado momento se incluyeron en la biblia. No me refiero a la Tradición oral apostólica que resguarda la Iglesia pues esa no necesariamente se escribió en su totalidad.  
            Dentro del primer libro de Samuel se presenta la historia del origen del rey David. Los inicios son citados en los capítulos dieciséis y diecisiete. En estos pasajes encontramos tres distintas narrativas que no resultan estar en concordancia, hasta pueden resultar contradictorias.
            El primer relato del origen de David (1er libro de Samuel 16:1-13) afirma que era un pastor de ovejas, hijo menor de Jesé y fue ahí, cuando el profeta Samuel lo unge para suceder al rey Saúl: “Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y, a partir de entonces, vino sobre David el espíritu de Dios. Samuel se levantó y se fue a Ramá” (v. 13).
            El segundo relato se presenta del verso catorce hasta el veintitrés, y sostiene que David entró a la corte como un trovador y guerrero al servicio del rey Saúl: “Llego David donde Saúl y se quedó a su servicio. Saúl le cobró mucho afecto y lo hizo su escudero” (v. 21).
            El tercer relato (cap. 17) sostiene que sus tres hermanos mayores, Eliab, Abinadad y Samá, eran parte del ejército del rey Saúl. David pastoreaba las ovejas de su padre cuando se atrevió a tomar el reto de Goliat. David era un desconocido para el rey Saúl: “Cuando volvió David de matar al filisteo, lo tomó Abner y lo llevó ante Saúl con la cabeza del filisteo en la mano. Saúl le preguntó: “¿De quién eres hijo, muchacho?”, David respondió: “De tu siervo Jesé, de Belén” (v. 18, 57, 58).
            Entonces, ¿Cómo pudo Saúl desconocer a David si versos antes se afirmó que era su escudero y lo amaba mucho?, ¿Cómo entró David a la corte de Saúl: fue mediante la música, mediante su victoria contra Goliat o porque Samuel lo ungió?.  
            La respuesta es sencilla, el relato descrito no posee un orden cronológico sino que se basa en tres fuentes distintas, tres tradiciones descritas por el pueblo. El primer relato parece tener más relación con la escuela profética de Samuel, imaginemos a los discípulos del profeta dando su testimonio sobre la unción que recibió David de parte de Samuel. En los otros dos relatos se advierte la capacidad guerrera de David, trovador y guerrero, escudero, vencedor de Goliat, imaginemos al pueblo que tenía relación con el ejército y la corte de Saúl dando su testimonio sobre David. ¿Esto es algo fiable?. Claro que si, supongamos que deseamos hacer una reseña de nuestro abuelo y hacemos una recopilación de anécdotas tomando como fuente a familiares y amigos, cada fuente tendrá un enfoque distinto, podrán concordar en algunos puntos y discrepar en otros. En base a esa recopilación se construye la reseña y se escribe.
            Como lectores de la biblia tenemos que tener claro esta característica cuando se presentan este tipo de narrativas. Al ser textos tan antiguos, no todos responden a un orden cronológico estricto, por lo tanto, entrar en una discusión literal de la concordancia de lo narrado no tiene sentido, lo importante es que el evento se describió y está escrito.
            Los primeros versos del evangelio de San Lucas dan mucha claridad sobre este modo y esta forma de estructurar los relatos bíblicos. El evangelista describió primero como fue que escribió sobre Jesús; “Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo” (v. 1-3).     

domingo, 14 de julio de 2019

Impaciencia del rey Saúl


            Samuel fue el último juez de Israel proveniente de la tribu sacerdotal de Levi. En los tiempos de su vejez el pueblo de Israel le solicitó instaurar una monarquía al igual que el resto de los pueblos paganos. Hasta ese momento la organización de Gobierno del pueblo de Israel no tenía rey porque solo Dios era el Señor soberano de esa nación, su sistema de gobierno era por medio de jueces. Israel quería tener un rey como el resto de las naciones paganas.
            Ante el reclamo de los Israelitas, Dios dijo a Samuel: “Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos. Todo lo que ellos me han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, te han hecho también a ti. Pero les advertirás claramente y les enseñarás el fuero del rey que va a reinar sobre ellos” (1er libro de Samuel 8:7-9).  
            La figura del rey de Israel será como la de un representante de Dios entre los Israelitas, afianzándose a lo largo de la historia de la salvación para consagrarse como tal en Jesús, siendo Rey y Señor a la vez.  
            Samuel instaura la monarquía con el fuero correspondiente. El primer hombre que reino sobre Israel fue Saúl de la tribu de Benjamín. Saúl como rey recibió sumo poder para gobernar pero no recibió las funciones sacerdotales, hasta ese momento -según la ley de Moisés- solo la tribu de Levi podía ejercer tales atribuciones, en este caso, Samuel.
            Cuando los filisteos hicieron guerra contra Israel, el rey Saúl se tomó las atribuciones sacerdotales y consagró los holocaustos y sacrificios de comunión, incurriendo en un pecado gravísimo que lo hizo perder el reinado:  “Saúl esperó siete días de acuerdo al plazo que había fijado Samuel, pero como Samuel no llegaba nunca a Guilgal, la gente comenzó a irse.          Entonces Saúl dijo: “Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión”. Y él ofreció el holocausto. Recién acababa de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel. Saúl salió a su encuentro para saludarlo. Samuel le dijo: “¿Qué hiciste?” Y Saúl le respondió: “Vi que la gente empezaba a irse porque tú no llegaste en la fecha convenida, y ya los filisteos se reunían en Micmás. Entonces me dije: Los filisteos van a bajar a atacarme en Guilgal sin que haya tenido tiempo para implorar a Dios. Por eso decidí ofrecer un sacrificio por mi cuenta”. Samuel le dijo: “Te has portado como un tonto: no cumpliste la orden que te había dado Dios cuando te dijo que te haría rey de Israel para siempre. Por eso ahora tu realeza no se mantendrá. Dios ya buscó un hombre según su corazón para ponerlo como jefe de su pueblo, porque tú no respetaste las órdenes de Dios” (1era de Samuel 13:8-14).
            Por esta causa Dios desecho a Saúl y opto por David a quien entregó una promesa nunca antes recibida por algún rey de este mundo. El reinado del Mesías viene por la descendencia de David, y no, por la descendencia de Saúl.
            Como conclusión, Saúl recibió muchísimo poder y quizá fue imprudente por soberbia o por ignorancia. Nosotros también hemos recibido muchísimo de Dios, su amor, el sacrificio de su hijo, su gracia y el honor de ser llamados sus hijos. Pero, ¿hacemos buen uso de estas cosas?, ¿no somos igual ó quizá peores que Saúl?, al menos Saúl se preocupó por consagrar el sacrificio de comunión, prefigura de la eucaristía. Muchos de nosotros ni siquiera nos preocupaba cuando decíamos “no necesito ir a misa para hablar con Dios”, esta expresión manifiesta el error de creer no necesitar el sacrificio de comunión. Comer la eucaristía es comer la carne de un solo sacrificio, el de Jesús.
            Saúl consagró al ver que el pueblo empezaba a irse y no ver la llegada de Samuel.  ¿Cuántos quieren modificar la liturgia porque ven que el pueblo empieza a irse?. Al rey Saúl le falto paciencia y fe.   

domingo, 7 de julio de 2019

El Arca de Dios y Dagón


            El arca de la alianza del antiguo testamento era un recipiente sagrado para los Israelitas porque en él se resguardaban las tablas de la ley que Moisés recibió y la vara del sumo sacerdote Aarón. El lugar del arca era la tienda del encuentro, lugar sagrado donde los sacerdotes ofrecían sacrificios para el perdón de los pecados e invocaban a Dios.
            El arca de la alianza es una prefigura que introduce una enseñanza teológica para el nuevo testamento. Comúnmente se le llama a la Virgen María “arca de la nueva alianza” porque su vientre fue el lugar que guardo al Verbo para encarnarlo. Nosotros mismos al participar de cada Eucaristía nos convertimos en ese cofre que guarda la presencia del Señor. Un caso claro es el sagrario eucarístico, esa es también nuestra arca que guarda la presencia de Jesús en el pan.    
            Aunque el antiguo testamento tiene una cosmovisión bélica del arca de la alianza pues con ella Josué derribo las murallas de Jericó, aun así, vale la pena indagar en esos símbolos para traducirlos a la moral y pensamiento del nuevo testamento. 
            Los capítulos del cuatro al siete del primer libro de Samuel narran como Jofní y Pinjás, hijos del sacerdote Elí, descritos como perversos (1era de Samuel 2:12-17) –comían los alimentos sagrados como si fuesen alimentos ordinarios y obraban actos impuros dentro del templo- ellos, aprovechando su influencia, utilizaron el arca de la alianza como amuleto para derrotar a los filisteos pero fueron derrotados y el arca fue tomada para ser puesta en el templo del dios filisteo, Dagón (cap. 4, v. 10,11., cap. 5, v. 1,2). Hasta esta parte, la prefigura nos enseña como la profanación y la pérdida de la sacralidad dentro del templo son la raíz de la derrota. Estos actos no solo se refieren al inmueble físico y su mobiliario –el templo y el arca- sino también al cuerpo del individuo. El cuerpo humano es el primer templo. Jofní y Pinjás no guardaban su pureza sexual. 
            El capitulo cinco describe la posesión que tuvo el pueblo filisteo cuando el arca estuvo en sus manos y fue colocada en el templo de Dagón. Hay que notar el aprecio de los filisteos por el arca de los Israelitas al colocarla junto a Dagón. El arca era el arma más poderosa de Israel, la presencia del Dios de Israel estuvo junto al dios de los filisteos; “A la mañana siguiente, los asdoditas encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. Lo recogieron y lo volvieron a poner en su sitio. Pero a la mañana siguiente, encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. La cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos yacían cortadas sobre el umbral, y no le quedaba más que el tronco. La mano del Señor se hizo sentir pesadamente sobre los asdoditas y los devastó, hiriéndolos con tumores por todo el territorio de Asdod. Al ver lo que sucedía, los asdoditas dijeron: "Que el Arca del Señor no se quede entre nosotros, porque su mano es dura contra nosotros y contra Dagón, nuestro dios" (cap. 5, v. 3-4, 6-7). Nadie invoca el nombre de Dagón hoy porque fue una deidad falsa, Dagón es el signo de las banalidades finitas que adoramos.
            Para concluir, estos textos del primer libro de Samuel nos presentan una ironía: Israel quiso usar el arca para vencer a los filisteos y terminó derrotado y sin arca, los filisteos que vencieron al pueblo de Israel fueron vencidos por la presencia del arca y prefirieron no tenerla. El arca representa la presencia del Dios de Israel.
            En este relato es evidente que la presencia divina no puede ser manipula y tampoco puede convivir con el pecado, es una gracia que tiene vida propia y viene a este mundo. El individuo que se aparta del pecado en un acto de contrición sumándose a esa gracia va camino a la victoria, pero el hipócrita –como Jofní y Pinjás- que no se aparta del mal y profana lo sagrado hace de la propia gracia su perdición. ¿Quién puede engañar a Dios?.