domingo, 9 de septiembre de 2018

El pan de la alianza


Cuando se acude a la panadería, se piden los panes sin interesarse por la vida del panadero, no interesa si él es mentiroso ó estafador, interesa adquirir pan y comerlo. Cuando se acude la misa, algunos se inquietan por los escándalos de algún sacerdote ajeno a la ciudad ó el país, estas penas debilitan algunos al grado de decir “dejare la misa, dejare de creer”.
            Si por esta tragedia, algunos han perdido la fe en los sacerdotes y su confianza en la Iglesia se ve destrozada, al menos tengan fe en el pan eucarístico, pues escrito esta; Jesús tomó pan, y, dadas las gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en memorial mío”. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros” (S. Lucas 22:19,20). También San Juan escribió lo dicho por Jesús; “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (cap. 5:53).
            Para aumentar nuestra confianza en la misa y tener una fe de mayor raíz, es bueno conocer el culto de la antigua alianza en relación con los actos de la nueva alianza, y así, entender que sucede espiritualmente cuando el pueblo celebra el pacto que Jesús estableció proclamando el pan. La carta a los Hebreos explica estos acontecimientos;  
            “Por eso se derramó sangre al iniciarse la antigua alianza. Cuando Moisés terminó de proclamar ante el pueblo todas las ordenanzas de la Ley, tomó sangre de terneros y de chivos, agua, lana roja e hisopo y roció el propio libro del testamento y al pueblo, diciendo: Esta es la sangre del testamento que pactó Dios con ustedes. Roció asimismo con sangre el santuario y todos los objetos del culto. De hecho, según la Ley, la purificación de casi todo se ha de hacer con sangre, y sin derramamiento de sangre no se quita el pecado. Tal vez fuera necesario purificar aquellas cosas que sólo son figuras de las realidades sobrenaturales, pero esas mismas realidades necesitan sacrificios más excelentes. Pues ahora no se trata de un santuario hecho por hombres, figura del santuario auténtico, sino que Cristo entró en el propio cielo, donde está ahora ante Dios en favor nuestro. El no tuvo que sacrificarse repetidas veces, a diferencia del sumo sacerdote judío que vuelve todos los años con una sangre que no es la suya; de otro modo, Jesús, hubiera tenido que padecer muchísimas veces desde la creación del mundo. De hecho se manifestó una sola vez, al fin de los tiempos, para abolir el pecado con su sacrificio. Así como los hombres mueren una sola vez, y después viene para ellos el juicio; de la misma manera Cristo se sacrificó una sola vez para quitar los pecados de una multitud. La segunda vez se manifestará a todos aquellos que lo esperan como a su salvador, pero ya no será por causa del pecado” (Hebreos 9:18-28).
            Cada pan eucarístico es la señal puesta entre nosotros que proclama la alianza que Jesús otorgo, siendo un mismo sacrificio lo que nos purifica cada vez que pedimos perdón y participamos del pan. La misa no es un asunto asociado a las virtudes ó errores de cada sacerdote que celebra. El sacerdote solo ha recibido la orden de poner el pan de la alianza entre nosotros. Si el pan de la alianza dependiera de la virtud ó el error de cada sacerdote, el oficio de Jesús tendría menor valor cuando no es así, Jesús ofreció su sangre en el santuario celestial delante del eterno Juez, y ha puesto el pan como sello de tal alianza. Continuemos con el proyecto de Jesús para que la obra se vea consumada; recibir la gloria eterna al final de esta vida.