domingo, 14 de julio de 2019

Impaciencia del rey Saúl


            Samuel fue el último juez de Israel proveniente de la tribu sacerdotal de Levi. En los tiempos de su vejez el pueblo de Israel le solicitó instaurar una monarquía al igual que el resto de los pueblos paganos. Hasta ese momento la organización de Gobierno del pueblo de Israel no tenía rey porque solo Dios era el Señor soberano de esa nación, su sistema de gobierno era por medio de jueces. Israel quería tener un rey como el resto de las naciones paganas.
            Ante el reclamo de los Israelitas, Dios dijo a Samuel: “Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos. Todo lo que ellos me han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, te han hecho también a ti. Pero les advertirás claramente y les enseñarás el fuero del rey que va a reinar sobre ellos” (1er libro de Samuel 8:7-9).  
            La figura del rey de Israel será como la de un representante de Dios entre los Israelitas, afianzándose a lo largo de la historia de la salvación para consagrarse como tal en Jesús, siendo Rey y Señor a la vez.  
            Samuel instaura la monarquía con el fuero correspondiente. El primer hombre que reino sobre Israel fue Saúl de la tribu de Benjamín. Saúl como rey recibió sumo poder para gobernar pero no recibió las funciones sacerdotales, hasta ese momento -según la ley de Moisés- solo la tribu de Levi podía ejercer tales atribuciones, en este caso, Samuel.
            Cuando los filisteos hicieron guerra contra Israel, el rey Saúl se tomó las atribuciones sacerdotales y consagró los holocaustos y sacrificios de comunión, incurriendo en un pecado gravísimo que lo hizo perder el reinado:  “Saúl esperó siete días de acuerdo al plazo que había fijado Samuel, pero como Samuel no llegaba nunca a Guilgal, la gente comenzó a irse.          Entonces Saúl dijo: “Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión”. Y él ofreció el holocausto. Recién acababa de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel. Saúl salió a su encuentro para saludarlo. Samuel le dijo: “¿Qué hiciste?” Y Saúl le respondió: “Vi que la gente empezaba a irse porque tú no llegaste en la fecha convenida, y ya los filisteos se reunían en Micmás. Entonces me dije: Los filisteos van a bajar a atacarme en Guilgal sin que haya tenido tiempo para implorar a Dios. Por eso decidí ofrecer un sacrificio por mi cuenta”. Samuel le dijo: “Te has portado como un tonto: no cumpliste la orden que te había dado Dios cuando te dijo que te haría rey de Israel para siempre. Por eso ahora tu realeza no se mantendrá. Dios ya buscó un hombre según su corazón para ponerlo como jefe de su pueblo, porque tú no respetaste las órdenes de Dios” (1era de Samuel 13:8-14).
            Por esta causa Dios desecho a Saúl y opto por David a quien entregó una promesa nunca antes recibida por algún rey de este mundo. El reinado del Mesías viene por la descendencia de David, y no, por la descendencia de Saúl.
            Como conclusión, Saúl recibió muchísimo poder y quizá fue imprudente por soberbia o por ignorancia. Nosotros también hemos recibido muchísimo de Dios, su amor, el sacrificio de su hijo, su gracia y el honor de ser llamados sus hijos. Pero, ¿hacemos buen uso de estas cosas?, ¿no somos igual ó quizá peores que Saúl?, al menos Saúl se preocupó por consagrar el sacrificio de comunión, prefigura de la eucaristía. Muchos de nosotros ni siquiera nos preocupaba cuando decíamos “no necesito ir a misa para hablar con Dios”, esta expresión manifiesta el error de creer no necesitar el sacrificio de comunión. Comer la eucaristía es comer la carne de un solo sacrificio, el de Jesús.
            Saúl consagró al ver que el pueblo empezaba a irse y no ver la llegada de Samuel.  ¿Cuántos quieren modificar la liturgia porque ven que el pueblo empieza a irse?. Al rey Saúl le falto paciencia y fe.