Se dice que existe la religiosidad exterior y la religiosidad interior, la primera se apega hacia la superficie externa pero depende de la práctica religiosa interna, pues de lo contrario se hace hueca y termina siendo solo una envoltura sin efecto. La segunda que es interior, esta descrita por el apóstol; “La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo” (Santiago 1; 27). Esta es profunda y con buen cimiento, enriquece y nos rejuvenece por gracia de Dios desde nuestro interior y es totalmente liberadora.
Estos dos tipos de religiosidad exigen una devoción al creyente y un respeto. Los escribas y fariseos practicaban una religiosidad exterior y centraban su fidelidad a Dios en el respeto a las cosas externas de sus costumbres y tradiciones, eran devotos de lo externo. Jesús, quien no despreciaba las cosas externas sino que les daba su justo lugar, partía desde la caridad y la oración, ordenando el exterior cimentando en la espiritualidad interior. Los escribas y fariseos eran celosos de sus costumbres y tradiciones, el enfoque verdadero de la religión judía se perdió cuando descuidaron dar culto a Dios desde su interior, la devoción hacia lo externo asesino la importancia de lo interno.
El ser humano divaga por un caos de ideas nacidas de su mente, ninguno de nosotros (salvo Jesús y María) puede decir que practica la religiosidad interna sin tener ninguna falta, ó por el contrario quedarse satisfecho por una religiosidad exterior que no enriquece su interior. Por esta imperfección del hombre nuestra vida religiosa se torna de muchas tonalidades, exterior en el cumplimiento de celebraciones en comunidad é interior igualmente en comunidad ó a solas por la oración (Dios conoce la intención de cada uno).
Muchos han perdido el sentido de la religiosidad interior por centrar su devoción en la religiosidad exterior y como esta última no les satisface han dejado de lado todo tipo de religión, tornando a la sociedad hacia el ateísmo y la apostasía, dejando un vacio espiritual y una carencia de valores.
Fuera de la iglesia, la sociedad actual practica un politeísmo moderno que ya no adora al sol ó la serpiente como los antiguos paganos, pero si centra la vida moderna y diezma por el disfrute propio de las cosas creadas, teniendo como dioses los intereses humanos. El mundo no distingue el afecto de Dios porque desde su interior no lo conoce y está aturdido por el caos de ideas y el politeísmo de su mente.
Para poder vivir una catolicidad acorde a los tiempos modernos que evangelice, hay que dar culto a Dios desde el interior como dice Santiago y no caer a la tentación de presumir una religión externa que no llevamos por dentro. Que la semana santa se siga viviendo desde dentro “todo el año”.