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domingo, 14 de febrero de 2010

Bienaventurados los humildes

El orgullo en buena medida puede ser sano así como la comida en buena medida nos nutre, el orgullo va ligado a lo que estimamos: “somos el orgullo de nuestros padres”, “estamos orgullosos de lo que hemos logrado”, así como la comida en exceso se convierte en una carga para la salud, el orgullo desmedido desemboca en la arrogancia siendo un exceso de estima hacia lo nuestro opacando a los demás, quien peca de arrogante difícilmente podrá ver sus errores.

Lo contrario al orgullo es la humildad, caracterizada por la actitud de aquella persona que no presume sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades actuando sin orgullo: “El Maestro reconoció su error con humildad”.

El personaje de Noé es un ejemplo dentro de las sagradas escrituras, en este relato del Génesis se dice que Dios miro a la tierra y vio que estaba corrompida, pues todos los hombres seguían los caminos del mal y el mundo estaba lleno de violencia, Noé fue un hombre justo que se comporto bien en todo pues caminaba en la virtud (Génesis 6:9-12). Al leer que Noé no actuaba como el resto de los hombres me hace recordar la reflexión de un sacerdote: “Si vivimos en medio de una sociedad que impone modelos de vida sin virtud y sin espiritualidad, no creamos que el pensamiento de la mayoría es el correcto ó es aquello que debe ser aprobado por democracia, la falta de valores en la sociedad terminan degradándola, no seamos esclavos de lo que dictan las mayorías, sigamos las virtudes que traen recompensa a la vida del hombre”.

Para aprender a reconocer las virtudes ajenas y las injusticias propias se necesita de la humildad, también de la fortaleza al estilo de Noé para no dejarse convencer por un entorno corrompido, pues este personaje pesar de no contar con una religión estructurada como la actual por su humildad pudo atender el llamado del Espíritu obrando aquello que da recompensa a la vida; perseverar en las virtudes, llevar una vida sobria y no desenfrenada como el resto de la sociedad.

Noé antes de obrar debió escuchar y para poder escuchar debió abrir sus oídos a Dios en humildad, sobre este llamado de Dios hacia la santidad y el conocimiento de El, paralelamente a la historia de Noé, Jesús alabaría a Dios por dar entendimiento a los humildes: “Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y eruditos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado” (San Mateo 11,25).

Debemos aprender a escuchar con humildad la exhortación de la Iglesia para practicar las virtudes y alejarnos de aquello que nos corrompe, Noé se salvo de aquel diluvio por ser justo en medio de una sociedad corrompida, siendo el y su familia herederos de la creación pues al abrir el arca Dios le dijo: “Poblad la tierra”.

Aprendamos a escuchar con humildad el llamado de la Iglesia al arrepentimiento, por esto Jesús dice: “Bienaventurados los humildes, porque ellos poseerán en herencia la tierra” (San Mateo 5,3). Reconozcamos en nuestros errores y faltas, para poder construir una vida en la virtud.