En la antigüedad, los israelitas peregrinaron por el desierto hacia la tierra prometida y erigieron por mandato de Dios un tabernáculo. Esto era una gran tienda que fungía como templo y era trasladada a lo largo del viaje. Aaron recibió la orden de ser el primer sumo sacerdote en los tiempos de Moisés, la labor del sumo sacerdote consistía en entrar al tabernáculo y traspasar hasta la segunda cortina donde se encontraba el lugar llamado “El Santo de los Santos”, en ese lugar estaba el Arca de la Alianza que contenía en su interior la vara de Aaron y las tablas de los diez mandamientos, estos eran los símbolos de la primer alianza. Solamente Aaron ó su sucesor podía entrar al “Santo de los Santos” para ofrecer en ese lugar sacrificios a Dios, no cualquier hebreo podía entrar a ese lugar, incluso lo tenían prohibido con pena de muerte. Para poder entrar al “Santo de los Santos” se debía ser varón primogénito de la tribu de Levi, recordemos que Israel es un pueblo formado por doce tribus. También, se debía cumplir con la purificación solicitada, esto incluía los preceptos hebreos y la pureza de la vestimenta sacerdotal. Dichas ordenanzas eran muy estrictas, y solamente se podía entrar al Santo de los Santos una vez por año.
Si miramos los símbolos de la Antigua Alianza de Dios con Israel, podremos encontrar las realidades presentes, pues nosotros podemos ver en el Santo de los Santos del tabernáculo de Moisés una prefigura de el Santísimo que es el lugar donde se guarda el Cuerpo y la Sangre de Cristo siendo esto la realidad de la Nueva Alianza. A diferencia de los hebreos para nosotros no existe limitaciones para acceder al lugar Santísimo del templo, esto debemos entenderlo de parte de Dios como un mensaje “ya no hay limitaciones para acercase a El”. Debo decir que para ser un solo cuerpo con Cristo ó comer su cuerpo y beber su Sangre si es necesario la confesión y la penitencia previa, y a esto estamos invitados todos sin excepción.
Hablando de lo que sucede en la actualidad en las parroquias, siento gran respeto por todas las personas que se responsabilizan de una labor dentro de la Iglesia. Hace poco asistí a una reunión y veía como la coordinadora de la vela perpetua hablaba a los presentes, invitando a todos los creyentes a que se acercaran a velar por una hora el Santísimo, esto llamo mi atención por los antecedentes mencionados sobre el lugar Santísimo de la Antigua Alianza y los requisitos necesarios para acceder a tal lugar. Aunque hoy no hay requisito alguno, pareciera que nosotros como creyentes ponemos los siguientes requisitos para ser parte de la vela perpetua: “ser mujer, jubilada ó próxima estarlo”. Creo que es una lastima que en esta Nueva Alianza que Cristo estableció nos privemos de tantos privilegios por nuestra ignorancia.
Si viviéramos en tiempos de Moisés ninguno de nosotros aunque lo deseáramos con todo el corazón y ofreciéramos cantidades de dinero a los sacerdotes, aun así no podríamos entrar al Santo de los Santos en el tabernáculo de Moisés, “era pena de muerte”. Hoy por la Nueva Alianza establecida por Cristo podemos entrar cualquier día de la semana sin ningún requisito, desafortunadamente muchos dicen, “no tengo tiempo”, otros entran al Sagrario pensando en irse, y unos dicen “¿Por qué yo?, ¿no lo podrá velar otro?”, pereciera que el privilegio vino a convertirse en una carga.
¿Y que pensarían ustedes si les dijera que el Santísimo es un pedazo del Reino de Dios?, ¡todos quieren entrar al cielo!, pero a la vez dicen; “no tengo tiempo, que lo haga otro, ojala que esto no dure una eternidad”. Maldita la ignorancia, pero divina la Misericordia.
Si miramos los símbolos de la Antigua Alianza de Dios con Israel, podremos encontrar las realidades presentes, pues nosotros podemos ver en el Santo de los Santos del tabernáculo de Moisés una prefigura de el Santísimo que es el lugar donde se guarda el Cuerpo y la Sangre de Cristo siendo esto la realidad de la Nueva Alianza. A diferencia de los hebreos para nosotros no existe limitaciones para acceder al lugar Santísimo del templo, esto debemos entenderlo de parte de Dios como un mensaje “ya no hay limitaciones para acercase a El”. Debo decir que para ser un solo cuerpo con Cristo ó comer su cuerpo y beber su Sangre si es necesario la confesión y la penitencia previa, y a esto estamos invitados todos sin excepción.
Hablando de lo que sucede en la actualidad en las parroquias, siento gran respeto por todas las personas que se responsabilizan de una labor dentro de la Iglesia. Hace poco asistí a una reunión y veía como la coordinadora de la vela perpetua hablaba a los presentes, invitando a todos los creyentes a que se acercaran a velar por una hora el Santísimo, esto llamo mi atención por los antecedentes mencionados sobre el lugar Santísimo de la Antigua Alianza y los requisitos necesarios para acceder a tal lugar. Aunque hoy no hay requisito alguno, pareciera que nosotros como creyentes ponemos los siguientes requisitos para ser parte de la vela perpetua: “ser mujer, jubilada ó próxima estarlo”. Creo que es una lastima que en esta Nueva Alianza que Cristo estableció nos privemos de tantos privilegios por nuestra ignorancia.
Si viviéramos en tiempos de Moisés ninguno de nosotros aunque lo deseáramos con todo el corazón y ofreciéramos cantidades de dinero a los sacerdotes, aun así no podríamos entrar al Santo de los Santos en el tabernáculo de Moisés, “era pena de muerte”. Hoy por la Nueva Alianza establecida por Cristo podemos entrar cualquier día de la semana sin ningún requisito, desafortunadamente muchos dicen, “no tengo tiempo”, otros entran al Sagrario pensando en irse, y unos dicen “¿Por qué yo?, ¿no lo podrá velar otro?”, pereciera que el privilegio vino a convertirse en una carga.
¿Y que pensarían ustedes si les dijera que el Santísimo es un pedazo del Reino de Dios?, ¡todos quieren entrar al cielo!, pero a la vez dicen; “no tengo tiempo, que lo haga otro, ojala que esto no dure una eternidad”. Maldita la ignorancia, pero divina la Misericordia.