En ocasiones veo fotos y comentarios de mis amigos por Facebook, y observo como la sociedad actual se desenvuelve, y lo cotejo con la enseñanza del Evangelio. Quizá antes por mi ignorancia y falta de caridad nacía en mi un sentimiento de “justicia divina” en contra de aquellos que pecaban deliberadamente: “¡Señor, ¿Por qué no haces caer fuego del cielo?!”. Dado que a la sociedad no la voy a cambiar yo, ni tampoco Dios desea cambiarla por imposición, sino que Dios ha dado el libre albedrío para santificar a aquellos que deseen ser santificados. Hoy tengo un sentimiento de dolor cuando veo que personas que pudiendo llevar una vida plena dentro de la Fe, rechazan el regalo que Dios en Cristo ha otorgado a la humanidad. No me duele tanto que sean pecadores, porque yo también soy pecador, lo que me duele es que reconozcan a Dios como Padre y menosprecien a la Iglesia como Madre. Esto me hace recordar al antiguo Jerusalén, cuando Cristo al mirar aquella ciudad llora porque no desea arrepentirse de sus faltas, y mas aun, porque siendo un pueblo escogido y formado por Dios, amaron la gloria de ser “un pueblo escogido”, y sus acciones y sus pensamientos no concordaban con dicha atribución.
Solo por citar algunas de las cosas que la sociedad moderna acepta y practica sin el menor cargo de conciencia, para hombres y para mujeres: el uso de preservativos, mirar pornografía regularmente por Internet, embriagarse frecuentemente, las relaciones fuera del matrimonio, los espectáculos obscenos, las apuestas en los casinos, el divorcio, la vida en unión libre, el sectarismo, la anti religiosidad, etc. Estas cosas no me asustan, incluso quien las practique no será juzgado por mi, lo que afirmo es que me lastima cuando una persona dice estar unida a Dios y a la vez no se opone a estas cosas, eso es lo que me lastima: “no defender los intereses y el pensamiento del Padre”. Me lastima que alguien tenga la oportunidad de conocer a Cristo y lo deje para después. Esto es como si Jesús tocara a la puerta de nuestra casa y se presentara: “¡Buenos días, Soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, Soy el Verbo de Dios que estaba con Dios y soy Dios, ¿deseas conocerme?!” y quien vive en aquella casa conteste: “El de la Cruz ¿no?, venga después”. ¡Eso es lo que lastima, lo que me hace sufrir, que no valoren el llamado!. La pregunta clave es: ¿Te duele ó no te duele cuando alguien ignora de este modo a Cristo?.
En la carta a los Corintios el Apóstol San Pablo hace una reflexión sobre la unidad de la Iglesia que es el cuerpo de Cristo: “Si un miembro del cuerpo sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran con él. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en su lugar es parte de él” (1era de Corintios 12:25,26). El contexto en que fue escrita la carta es el siguiente: la comunidad de Corinto atravesaba divisiones, en sus reuniones había profanación y un miembro estaba en pecado grave. El Apóstol hace una alegoría entre el cuerpo humano y el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, “si un dedo nos duele entonces todo el cuerpo sufre”. La pregunta es, ¿sufres cuando las personas ignoran a Cristo, si ó no?. Esta reflexión es importante, porque Cristo es la cabeza de nuestra Iglesia, si Cristo es ignorado y rechazado como miembro principal de nuestra Iglesia: ¡entonces todo el cuerpo sufre!. Cuando Cristo es ignorado por el mundo, la Iglesia se duele, y si no te duele, quizá sea por tu ignorancia ó porque no estas unido al cuerpo, y si es por ignorancia talvez no te interesa conocer a Cristo, quien ama busca al amado e intenta estar con el, y cuando el amado esta triste sus allegados entristecen.
Solo por citar algunas de las cosas que la sociedad moderna acepta y practica sin el menor cargo de conciencia, para hombres y para mujeres: el uso de preservativos, mirar pornografía regularmente por Internet, embriagarse frecuentemente, las relaciones fuera del matrimonio, los espectáculos obscenos, las apuestas en los casinos, el divorcio, la vida en unión libre, el sectarismo, la anti religiosidad, etc. Estas cosas no me asustan, incluso quien las practique no será juzgado por mi, lo que afirmo es que me lastima cuando una persona dice estar unida a Dios y a la vez no se opone a estas cosas, eso es lo que me lastima: “no defender los intereses y el pensamiento del Padre”. Me lastima que alguien tenga la oportunidad de conocer a Cristo y lo deje para después. Esto es como si Jesús tocara a la puerta de nuestra casa y se presentara: “¡Buenos días, Soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, Soy el Verbo de Dios que estaba con Dios y soy Dios, ¿deseas conocerme?!” y quien vive en aquella casa conteste: “El de la Cruz ¿no?, venga después”. ¡Eso es lo que lastima, lo que me hace sufrir, que no valoren el llamado!. La pregunta clave es: ¿Te duele ó no te duele cuando alguien ignora de este modo a Cristo?.
En la carta a los Corintios el Apóstol San Pablo hace una reflexión sobre la unidad de la Iglesia que es el cuerpo de Cristo: “Si un miembro del cuerpo sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran con él. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en su lugar es parte de él” (1era de Corintios 12:25,26). El contexto en que fue escrita la carta es el siguiente: la comunidad de Corinto atravesaba divisiones, en sus reuniones había profanación y un miembro estaba en pecado grave. El Apóstol hace una alegoría entre el cuerpo humano y el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, “si un dedo nos duele entonces todo el cuerpo sufre”. La pregunta es, ¿sufres cuando las personas ignoran a Cristo, si ó no?. Esta reflexión es importante, porque Cristo es la cabeza de nuestra Iglesia, si Cristo es ignorado y rechazado como miembro principal de nuestra Iglesia: ¡entonces todo el cuerpo sufre!. Cuando Cristo es ignorado por el mundo, la Iglesia se duele, y si no te duele, quizá sea por tu ignorancia ó porque no estas unido al cuerpo, y si es por ignorancia talvez no te interesa conocer a Cristo, quien ama busca al amado e intenta estar con el, y cuando el amado esta triste sus allegados entristecen.