Los padres de familia deciden el nombre que llevaran sus hijos, y lo hacen porque sus hijos les pertenecen.
El significado de poner un nombre dentro de las sagradas escrituras es de suma importancia. Poner un nombre significa que se tiene posesión de aquello que ha recibido nombre. En el Génesis leemos que Adán puso nombre a toda la creación: “Entonces Dios formó de la tierra a todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los llevó ante el hombre para que les pusiera nombre. Y el nombre de todo ser viviente había de ser el que el hombre le había dado. El hombre puso nombre a todos los animales, a las aves del cielo y a las fieras salvajes. Pero no se encontró a ninguno que fuera a su altura y lo ayudara” (Génesis 2:19,20). Como leemos en este fragmento de las escrituras, Adán puso nombre a todas las cosas que le fueron entregadas por Dios. Adán como símbolo de la especie humana hace uso de toda la creación y se destaca por encima de todas las especies.
Dentro de la historia de Israel en el antiguo testamento Dios se muestra a Moisés sin usar ningún nombre, Dios se muestra como el “Yo soy”, también “Yhwh” que es algo que no puede ser pronunciado pero el ser humano lo mezclará con vocales para poder pronunciar: “Yahvé”. En la Antigüedad los hebreos para referirse a Dios y hacer una distinción entre los dioses paganos decían: “El Dios de Israel”, “El Dios de mis padres”, “El Dios de Abraham, Isaac y de Jacob”. Aun así, estas son referencias usadas por Israel, pero Dios nunca tuvo ningún nombre pues no hay quien se lo halla otorgado.
Cuando Dios otorga un nombre dentro de las sagradas escrituras también significa una alianza. Dios le cambio el nombre a Abram y lo llamó Abraham, Dios cambió el nombre a Jacob y lo llamó Israel. Dentro del nuevo testamento Jesucristo le cambia el nombre al Apóstol Simon y lo llama “Cefas” Pedro. Incluso el libro del Apocalipsis hace alusión del cambio de nombre para aquellos creyentes de Cristo que permanezcan fieles a los mandamientos del Señor, a éstos, Dios les dará “un nombre nuevo” que significa dentro del contexto del libro pertenecer por siempre a Dios en su gloria.
El Apóstol San Juan en su evangelio se refiere a la segunda persona de la trinidad como “El Verbo” de Dios, pero esto no es un nombre sino una palabra para referirse a la segunda persona de la trinidad que se encarna para la salvación del genero humano. En el primer capitulo del evangelio de Lucas podemos encontrar el relato de la anunciación del Ángel a María: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lucas 1:31). María, siendo esclava de Dios recibió no solamente el honor de concebir en su vientre al Mesías sino también ponerle un nombre. Aquel Dios que en la antigüedad se mostraba sin ningún nombre, en Jesús es como Dios permite mostrarse como uno de nosotros y recibir un nombre. Y si Dios ha permitido que María le ponga un nombre y lo llame Jesús, es porque en la encarnación de Jesús Dios nos pertenece, se hace nuestro y es ofrecido para beneficio nuestro: “Esto es mi Cuerpo, esto es mi Sangre que por ustedes es dado”.
Dios es nuestro porque ha permitido que María le ponga un nombre, para que nosotros lo llamemos: “Jesús”. Sepamos retribuir este amor.
El significado de poner un nombre dentro de las sagradas escrituras es de suma importancia. Poner un nombre significa que se tiene posesión de aquello que ha recibido nombre. En el Génesis leemos que Adán puso nombre a toda la creación: “Entonces Dios formó de la tierra a todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los llevó ante el hombre para que les pusiera nombre. Y el nombre de todo ser viviente había de ser el que el hombre le había dado. El hombre puso nombre a todos los animales, a las aves del cielo y a las fieras salvajes. Pero no se encontró a ninguno que fuera a su altura y lo ayudara” (Génesis 2:19,20). Como leemos en este fragmento de las escrituras, Adán puso nombre a todas las cosas que le fueron entregadas por Dios. Adán como símbolo de la especie humana hace uso de toda la creación y se destaca por encima de todas las especies.
Dentro de la historia de Israel en el antiguo testamento Dios se muestra a Moisés sin usar ningún nombre, Dios se muestra como el “Yo soy”, también “Yhwh” que es algo que no puede ser pronunciado pero el ser humano lo mezclará con vocales para poder pronunciar: “Yahvé”. En la Antigüedad los hebreos para referirse a Dios y hacer una distinción entre los dioses paganos decían: “El Dios de Israel”, “El Dios de mis padres”, “El Dios de Abraham, Isaac y de Jacob”. Aun así, estas son referencias usadas por Israel, pero Dios nunca tuvo ningún nombre pues no hay quien se lo halla otorgado.
Cuando Dios otorga un nombre dentro de las sagradas escrituras también significa una alianza. Dios le cambio el nombre a Abram y lo llamó Abraham, Dios cambió el nombre a Jacob y lo llamó Israel. Dentro del nuevo testamento Jesucristo le cambia el nombre al Apóstol Simon y lo llama “Cefas” Pedro. Incluso el libro del Apocalipsis hace alusión del cambio de nombre para aquellos creyentes de Cristo que permanezcan fieles a los mandamientos del Señor, a éstos, Dios les dará “un nombre nuevo” que significa dentro del contexto del libro pertenecer por siempre a Dios en su gloria.
El Apóstol San Juan en su evangelio se refiere a la segunda persona de la trinidad como “El Verbo” de Dios, pero esto no es un nombre sino una palabra para referirse a la segunda persona de la trinidad que se encarna para la salvación del genero humano. En el primer capitulo del evangelio de Lucas podemos encontrar el relato de la anunciación del Ángel a María: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lucas 1:31). María, siendo esclava de Dios recibió no solamente el honor de concebir en su vientre al Mesías sino también ponerle un nombre. Aquel Dios que en la antigüedad se mostraba sin ningún nombre, en Jesús es como Dios permite mostrarse como uno de nosotros y recibir un nombre. Y si Dios ha permitido que María le ponga un nombre y lo llame Jesús, es porque en la encarnación de Jesús Dios nos pertenece, se hace nuestro y es ofrecido para beneficio nuestro: “Esto es mi Cuerpo, esto es mi Sangre que por ustedes es dado”.
Dios es nuestro porque ha permitido que María le ponga un nombre, para que nosotros lo llamemos: “Jesús”. Sepamos retribuir este amor.