Dentro de las lecturas del antiguo testamento encontramos a distintos hombres de Dios que obraron muchos milagros, los mas impresionantes para el raciocinio humano son los milagros de Moisés en el imperio de Egipto y en el crucé del mar rojo, Josué detuvo el sol y cruzo el río Jordán en seco, también, los milagros de los profetas Elías contra los profetas de Baal, los prodigios de Eliseo como la multiplicación de los panes ó la resurrección de un niño. Todos estos milagros majestuosos nos hacen sentir de distintas maneras, quizás nos haga envidiar esta etapa histórica del pueblo de Israel ó quizás sentamos que este tipo de milagros ya no ocurrirán mas, por otra parte, tal vez pensemos que la Iglesia de hoy no tiene la suficiente fe ó la obediencia necesaria para poder abrir el mar con su autoridad ó resucitar un muerto como se hacia en los tiempos de los Apóstoles san Pedro y san Pablo.
Antes de la predicación de Jesucristo vino Juan el bautista, este fue descrito por Jesús en uno de los evangelios como el siervo más grande de todos los contados en el antiguo testamento. Juan el bautista no obro ningún milagro pero tenia como misión anunciar a Israel la próxima llegada del Mesías que esperaban. Esto debe hacernos reflexionar, ¿en que radica para nosotros la grandeza de un siervo?, nosotros en ocasiones atribuimos la grandeza al milagro, leemos los milagros del antiguo testamento y sentimos que están fuera del alcancé de los siervos de la Iglesia de hoy, creemos equivocadamente que el hombre ó grupo es destacado por la grandeza de sus milagros. Este es un pensamiento equivoco, pues el bautista no resucito muertos, ni sano enfermos con las manos, y tuvo el primer lugar de todos los siervos del antiguo testamento, a su vez, en los evangelios Jesús revelara que en el día del juicio muchos dirán; "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" (San Mateo 7,22), a lo que el Señor contestara: “apártense de Mi, no los conozco, hacedores de maldad”.
Entonces, ¿en que radica la grandeza de Juan el bautista?, el bautista era imperfecto como lo es el ser humano, tuvo que lidiar con sus debilidades, obviamente la grandeza del bautista no esta en los milagros que no hizo. Lo más importante del servicio de Juan es la obediencia hacia Dios en la fidelidad del anuncio a los judíos. La grandeza de Juan fue ser fiel en su predicación, al mensaje y la exhortación para corregir la vida de los judíos. Obviamente el bautista tuvo que lidiar con la dureza de corazón de muchos y era natural que le pidieran milagros para confirmar al pueblo que su anuncio venia de parte de Dios, aunque el bautista no hizo ningún milagro. Es natural que muchos no creyeran al anuncio de Juan, pues la vida religiosa de Israel desde sus orígenes esta llena de profetas poderosos en obrar milagros. En la figura del bautista pareciera que Dios en su pedagogía desea llevar a Israel a madurar su fe, para creer sin necesidad de los milagros, creer en el cumplimiento de la Palabra de Dios.
Los creyentes de hoy necesitamos madurar en la fe. Hoy se cree en la magia esperando un milagro mientras un sacerdote nos exhorta a corregir nuestra vida y no prestamos atención porque queremos milagros en medio de nosotros. Si deseamos reavivar nuestra fe más que un milagro necesitamos vivir en Gracia, orar, estudiar la fe y servir. El bautista decía: “Yo soy la voz que clama en medio del desierto”, hablaba así, porque cuando el pueblo es indiferente al mensaje es como hablarle al desierto. La grandeza de Iglesia no esta en los milagros que hizo, hace, hará ó no ha hecho, sino que, su grandeza radica en aquello que anuncia, invita y entrega: Jesús sacramentado.