Sitios

martes, 8 de octubre de 2013

Los que están cerca y los que están lejos

En ocasiones las personas que acudimos con frecuenta a la Iglesia creemos estar más cerca de Dios que los demás. Sentimos que tenemos el derecho de hacer tal afirmación, porque estamos acostumbrados a vivir acudiendo a misa más de dos veces por semana, por las obligaciones parroquiales, algún apostolado ò porque hacemos oración todos los días. Quizá estemos en lo cierto ò quizá estemos equivocados. Creo que solo Dios puede saber quien está cerca ò lejos de Él. Cuando decimos “fulano ò mengano está lejos de Dios”, nos ponemos en la obligación de al menos hacer oración por él. 
De entrada la fe no debe ser vivida como si fuese una competencia: “yo estoy más cerca, tu estas más lejos”, en eso manifestamos una actitud que no es acorde a la santidad.  
En las Escrituras existen varios ejemplos de “personas que se creían estar cerca de Dios y resultaron estar lejos”. Sucede en el relato de los sabios de oriente llamados popularmente “reyes magos”, que pertenecían a los pueblos paganos, comunidades politeístas a las cuales los judíos llamaban “cerdos”, sin embargo, ellos sin ser del pueblo escogido entendieron la llegada del Mesías antes que los escogidos. En el relato del buen samaritano, Jesús compara la actitud de un hombre proveniente de samaria contra la frialdad de hombres judíos de culto (levita y sacerdote). Los samaritanos eran hebreos mestizos, vistos como “impuros” por haber mezclado su sangre judía con la de otros pueblos. Otro caso, el de Rahab, la prostituta que dio acilo a unos hombres de Dios en el antiguo testamento y que por este acto ocupa un lugar en la historia de la salvación. Aunque Rahab no era hebrea, cualquier devoto de la ley de Moisés hubiese pedido su lapidación, hoy no apedreamos a nadie, pero ¿Qué uso damos a nuestra boca?. 
Debemos entender que una persona que vive en pecado ò fuera de la Iglesia, tiene una condición distinta aquel que acude frecuentemente a la Iglesia y comulga, el primero tiene una noción vaga las cosas espirituales hasta incrédula, el segundo es movido por tal conciencia, sin embargo, muchos que se creen estar cerca, comulgan sin confesarse ò caen en la tentación de la vanidad dentro de la Iglesia. Algunos casos: existen aquellos que están fuera de la Iglesia y que por su condición el pecado los entristece. Existen los que estando dentro de la Iglesia la gracia de Dios no les alegra porque viven una fe vana. Existen aquellos que sin bautismo actúan como si fuesen bautizados. Existen los que se creen estar cerca y alejan mas a los que están más lejos. Existen los que llevan años estando cerca y no sirven en nada y existen los que llevan años lejos, se acercan y sirven. Lo que intento mostrar es que son demasiadas variables y resulta sin sentido afirmar algo sobre alguien en lo particular. Recordemos que “a quien más se le dio, también mas se le exigirá”. Quizá los están lejos han recibido menos que nosotros que nos decimos estar cerca. Cada ser humano está viviendo un proceso distinto y estima a Dios de distintas formas, aunque Dios sea el mismo para todos. No podemos pedir la misma estatura para todos los arboles.  
Son demasiados los factores por los cuales una persona puede vivir ò recurrir al pecado: decepción, depresión, resentimiento, pérdida del dominio, de la esperanza ò la fe. A todos nos puede suceder. Lo único que nos queda es amar, tratar de vivir como discípulos, ejercer la piedad mirándonos nosotros mismos como pecadores, que los demás no encuentren en nosotros esa presunción por ser devotos, sino mas bien esas virtudes inculcadas por Cristo perfeccionadas por la gracia.