En ocasiones las personas que acudimos con
frecuenta a la Iglesia creemos estar más cerca de Dios que los demás. Sentimos
que tenemos el derecho de hacer tal afirmación, porque estamos acostumbrados a
vivir acudiendo a misa más de dos veces por semana, por las obligaciones
parroquiales, algún apostolado ò porque hacemos oración todos los días. Quizá
estemos en lo cierto ò quizá estemos equivocados. Creo que solo Dios puede
saber quien está cerca ò lejos de Él. Cuando decimos “fulano ò mengano está
lejos de Dios”, nos ponemos en la obligación de al menos hacer oración por él.
De entrada la fe no debe ser vivida como si
fuese una competencia: “yo estoy más cerca, tu estas más lejos”, en eso
manifestamos una actitud que no es acorde a la santidad.
En las Escrituras existen varios ejemplos de
“personas que se creían estar cerca de Dios y resultaron estar lejos”. Sucede
en el relato de los sabios de oriente llamados popularmente “reyes magos”, que
pertenecían a los pueblos paganos, comunidades politeístas a las cuales los
judíos llamaban “cerdos”, sin embargo, ellos sin ser del pueblo escogido
entendieron la llegada del Mesías antes que los escogidos. En el relato del
buen samaritano, Jesús compara la actitud de un hombre proveniente de samaria
contra la frialdad de hombres judíos de culto (levita y sacerdote). Los
samaritanos eran hebreos mestizos, vistos como “impuros” por haber mezclado su
sangre judía con la de otros pueblos. Otro caso, el de Rahab, la prostituta que
dio acilo a unos hombres de Dios en el antiguo testamento y que por este acto
ocupa un lugar en la historia de la salvación. Aunque Rahab no era hebrea,
cualquier devoto de la ley de Moisés hubiese pedido su lapidación, hoy no
apedreamos a nadie, pero ¿Qué uso damos a nuestra boca?.
Debemos entender que una persona que vive en
pecado ò fuera de la Iglesia, tiene una condición distinta aquel que acude
frecuentemente a la Iglesia y comulga, el primero tiene una noción vaga las
cosas espirituales hasta incrédula, el segundo es movido por tal conciencia,
sin embargo, muchos que se creen estar cerca, comulgan sin confesarse ò caen en
la tentación de la vanidad dentro de la Iglesia. Algunos casos: existen
aquellos que están fuera de la Iglesia y que por su condición el pecado los
entristece. Existen los que estando dentro de la Iglesia la gracia de Dios no
les alegra porque viven una fe vana. Existen aquellos que sin bautismo actúan
como si fuesen bautizados. Existen los que se creen estar cerca y alejan mas a
los que están más lejos. Existen los que llevan años estando cerca y no sirven
en nada y existen los que llevan años lejos, se acercan y sirven. Lo que
intento mostrar es que son demasiadas variables y resulta sin sentido afirmar
algo sobre alguien en lo particular. Recordemos que “a quien más se le dio, también
mas se le exigirá”. Quizá los están lejos han recibido menos que nosotros que
nos decimos estar cerca. Cada ser humano está viviendo un proceso distinto y
estima a Dios de distintas formas, aunque Dios sea el mismo para todos. No
podemos pedir la misma estatura para todos los arboles.
Son demasiados los factores por los cuales una
persona puede vivir ò recurrir al pecado: decepción, depresión, resentimiento, pérdida
del dominio, de la esperanza ò la fe. A todos nos puede suceder. Lo único que
nos queda es amar, tratar de vivir como discípulos, ejercer la piedad mirándonos
nosotros mismos como pecadores, que los demás no encuentren en nosotros esa
presunción por ser devotos, sino mas bien esas virtudes inculcadas por Cristo
perfeccionadas por la gracia.