La semana pasada mencione la invitación que recibí para
exponer en la clase de apologética católica “defensa de la fe” que imparte la
maestra Lourdes Reynoso en la casa diocesana. Fui invitado para complementar el
tema de la relación entre el antiguo testamento y el nuevo, confirmando que, el
antiguo testamento es la sobra de la realidad que vendría en la nueva alianza
en el cumplimiento de la resurrección de Jesucristo.
En el primer artículo mencione dos versículos del antiguo
testamento relacionados con la confesión de pecados dentro de las liturgias
celebradas por el sacerdocio Judío establecido en la tribu de Levi, al que se
le conoce como “sacerdocio levítico”. Los versículos fueron; Levítico 16:21
para la confesión comunitaria donde se imponía las manos sobre la victima para
que en esta recayeran los pecados del pueblo, y la confesión del pecado
individual al sacerdote en Levítico 5:5,6. Siendo Jesús el cordero, tras su
resurrección los apóstoles enseñaron que todas estas celebraciones del antiguo
testamento son prefigura de aquello que estaba por venir con Cristo.
Hoy haré mención al “memorial” que nos hace recordar la cena
que Jesús compartió con sus discípulos cuando instituyo la Eucaristía.
Para nosotros puede resultar fácil interpretar la palabra
“memorial” porque la definimos bajo nuestro contexto, siendo algo que se hace
en memoria de una persona, una actividad que nos recuerda algo, pero, en el
contexto de Jerusalén en el siglo I, los discípulos de Jesús entendieron otra
cosa, pues, el “memorial” está relacionado con las victimas y las ofrendas
presentadas por el sacerdocio judío en su templo para tributar a Dios. Así lo
leemos en el Levítico 2,1-3: “Cuando alguna persona ofreciere oblación a Dios,
su ofrenda será flor de harina, sobre la cual echará aceite, y pondrá sobre
ella incienso, y la traerá a los sacerdotes, hijos de Aarón; y de ello tomará
el sacerdote su puño lleno de la flor de harina y del aceite, con todo el
incienso, y lo hará arder sobre el altar para memorial; ofrenda encendida es,
de olor grato a Dios. Y lo que resta de la ofrenda será del sumo sacerdote
Aarón…”. También en Números 10,10: “En
las grandes ocasiones, en las fiestas y en los días de luna nueva, tocarán las
trompetas sobre sus holocaustos y sus sacrificios de comunión; y este será para
ustedes un memorial delante de su Dios. Yo soy el Señor, su Dios” ó Levítico
5,12:“La llevará al sacerdote, el cual tomará un puñado como memorial, y lo
hará arder sobre el altar junto con las ofrendas que se queman para el Señor:
es un sacrificio por el pecado”. Estos antecedentes son importantes porque nos
ayudan a entender más acertadamente el contexto en el cual la Eucaristía fue
instituida. El Cuerpo y la Sangre de Cristo no son un símbolo expresado en el
Pan y el Vino, no, el apóstol San Pablo viniendo de un antecedente fariseo
comprende la importancia de la Eucaristía como memorial del sacrificio de
redención. De esto escribe en la carta a los corintios que: quien come y bebe
indignamente ó estando en pecado, come y bebe para edificar su propia condena
(1era de corintios 11,27), porque en el antiguo testamento ningún judío debía
celebrar la pascua hebrea sin estar purificado de sus faltas (Números 9,1-14).
Estas actividades del antiguo testamento nos confirman la fe
católica donde Jesús convierte el símbolo antiguo en realidad presente para
perfeccionar a su Iglesia.