¿Quién no recuerda en sus clases de
catecismo de la infancia el tema del sacrificio de Isaac?. Sara era una mujer
estéril, esposa de Abraham, por una promesa de Dios engendran y dan vida a
Isaac. Según la doctrina Dios solicitó el sacrificio de Isaac para probar la fe
de Abraham. Aunque el sacrificio de Isaac no se concretó y el niño vivió y fue
sustituido por un cordero. Esta petición de Dios es perturbadora y hace
preguntarnos, ¿Qué clase de Dios tenemos que pide la sangre de nuestros hijos
para ponernos a prueba?.
Lo
primero que debemos entender es que Dios es el maestro de la humanidad. Él
muestra su revelación con elementos al alcance de una generación en relación a
su período histórico con el fin de que tal generación entienda, asimile y
crezca. Él utiliza el lenguaje del pueblo de su tiempo para entregar con
extrema sabiduría su mensaje. Con Jesús la entrega de la revelación ha quedado
concluida.
El
relato del sacrificio de Isaac es parte de la herencia teológica que recibimos
del pueblo de Israel. Este relato fue recopilado por Moisés introduciéndolo al
compendio de libros de la Torá (nuestro pentateuco). La fuente que él utilizó son
relatos y tradiciones orales que el pueblo hebreo residente en Egipto contaba
para explicar y entender el origen del pueblo; el patriarca Abraham y su hijo
Isaac.
Situándonos
en la realidad de Abraham, es un error y hasta una injusticia asumir que él
conocía de Dios lo que nosotros hoy sabemos; Dios es amor, santidad, justicia y
misericordia. Abraham es anterior a Moisés, ni siquiera conocía los diez
mandamientos. Su entorno fue de una fe primitiva y politeísta. Abraham solo
entendió que había un Dios entre tantos y este le pidió salir de su tierra para
recibir descendencia y construir un pueblo.
Para
abundar más en la realidad que Moisés plasmó al referirse a Abraham y el
sacrificio de Isaac, existe un evento previo a este acontecimiento en el cual Abraham
fue despojado de un pozo. Entendamos lo vital que es un pozo en los tiempos del
personaje considerando el desierto como su entorno; “Abraham se quejó ante
Abimelec de que algunos servidores de éste se habían apoderado por la fuerza de
un pozo que le pertenecía. Abimelec le contestó: “No sé quién haya hecho tal
cosa, pero tú no me has dicho nada, y yo me entero de eso sólo ahora”. Abraham
tomó unas ovejas y vacas y se las dio a Abimelec, e hicieron los dos un pacto.
Abraham puso aparte siete ovejas de su rebaño, y Abimelec le preguntó: “¿Qué
significan estas siete ovejas que has separado?”. Le respondió Abraham: “Acepta
estas siete ovejas de mi mano, como prueba de que ese pozo lo he excavado yo”
(Génesis 21:25-30). Después de este evento, cinco versículos más adelante la
biblia expresa; “toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país
de Moría y ofrécelo allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga”
(cap. 22, v. 2).
Para
concluir, viendo a Abraham como un ser limitado en su entendimiento de Dios,
que ha sido despojado de un pozo, en un contexto pagano donde el sacrificio de
personas en honor a las deidades era algo común en solicitud de lluvias y cosechas
abundantes, entendemos que Abraham –hombre de su tiempo- se vio motivado a
realizar también estos actos paganos, y que a su vez, Dios mismo, utilizó como
herramienta estas creencias antiguas horrendas para introducir su revelación y
una enseñanza, frenando así el sacrificio de Isaac (cap. 22, v. 11) y por esta
fe mostrarle al mundo antiguo la realidad de un Dios mejor, que no se complace
con estos actos.