Hace
poco en una reunión entre amigos leíamos salmos, oraciones y algunos capítulos
de las Escrituras, entre ellos, el primer capítulo de Efesios. Aunque todos
participaban dando gracias, mi atención se centro en el versículo siete del tal
capítulo. San Pablo refiriéndose a Cristo menciona; “en quien tenemos redención
por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia…” (Efesios
1:7).
Referirnos
al perdón de pecados asociado a la sangre de Cristo es sabido como una cuestión
dogmatica, pero ¿Cómo fue que la primer generación de creyentes, en su mayoría
judíos convertidos, asociaron el sacrificio de Jesús al perdón de pecados?,
¿Por qué llegar a esa conclusión y no simplemente decir que su sacrificio fue
un acto de amor o su resurrección un manifiesto de que Dios existe?. Para los
judíos las leyes de Moisés son claras entorno a los sacrificios por los pecados,
entonces, ¿Por qué asociar la crucifixión de Jesús al perdón si Moisés explica
que ofrendas son?
En
el libro del génesis, en los relatos del huerto del Edén encontramos; “Y mandó Dios
al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás” (Gen. 2:16,17). Sabemos que Adán y Eva pecaron. Los autores del nuevo
testamento asocian la caída del huerto de Edén como la entrada de la muerte al
mundo, ¿esto es una afirmación científica o simbólica?, es una afirmación religiosa,
lo importante es que Jesús resucito, venció a la muerte y Cristo no es un símbolo
sino una realidad histórica.
Tras
la caída de Adán y Eva, el texto del Génesis expresa; “Y dijo Dios: He aquí el
hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no
alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, coma, y viva para siempre”
(Gen. 3:22). No debemos olvidar, ¡antes de la caída estaba permitido comer de
todos los arboles del huerto! (v. 16), por el pecado de Adán y Eva no solo
heredamos la muerte y la expulsión de Edén, sino también se nos negó la
satisfacción de conocer y disfrutar del resto de arboles del huerto, entre
ellos el árbol de la vida, pero ¿Qué otros árboles había ahí?, ¿sabiduría,
consejo, fortaleza, ciencia, piedad?, no lo sabemos y es inútil indagar.
En
los evangelios, sobre todo en el de San Juan, se hace mención de que Jesús nos
da acceso a la vida eterna, ¿esto está relacionado con el relato del Génesis?,
¡por supuesto que si!. En el evangelio de San Juan encontramos el discurso de
Jesús; “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió:
Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día
postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al
Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”
(San Juan 6:38-40).
Concluimos,
pues, Dios restringió el acceso a la vida eterna, pero si por los evangelios
sabemos que en Cristo desea otorgarnos esa vida atravesando por una resurrección,
lo hace porque sin duda está dispuesto a perdonar. El perdón tiene un objetivo,
compartir la vida eterna.