Llegado
Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos:
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”. Ellos dijeron: “Unos,
que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los
profetas”. Díceles él: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”, Simón Pedro
contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Replicando Jesús le dijo:
“Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la
carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo
que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los
Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. Entonces mandó a sus
discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo. (S. Mateo 16:13-20)
Hace unos días sostenía una plática con un
hermano evangélico. Desde su postura no católica, afirmaba que la piedra sobre
la cual se edifica la Iglesia es la confesión “Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo” y no el apóstol, pero ¿Qué tan correcto es esto?. Tal afirmación
tiene lógica y cordura, el cimiento del cristianismo es Cristo y no los hombres,
pero ¿Qué pasa cuando Cristo hace promesa sobre los hombres?.
Si tomáramos tal interpretación como valida: “la
piedra es la confesión y no el apóstol”, debemos cotejar el evangelio de San
Juan, pues según este evangelista, es el apóstol Andrés el primero que confiesa
que Jesús es el Cristo y lo anuncia, al grado de tener el merito de evangelizar
a Pedro. Cito el pasaje; Andrés, el
hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan (el bautista)
y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y
le dice: “Hemos encontrado al Mesías” - que quiere decir, Cristo. Y le llevó
donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo
de Juan; tú te llamarás Cefas” - que quiere decir, "Piedra". (S. Juan
1:40-42) En este evangelio, Pedro ni siquiera emite palabra alguna y Jesús
solo con verlo le cambia el nombre (Pedro significa piedra), esto no sucedió
con Andrés.
Releyendo el pasaje de San Mateo debo hacer notar
otra declaración; “lo que ates en la
tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos”. La misma afirmación reaparecerá dos capítulos más
adelante, Jesús la usara para referirse a la comunidad (ver cap. 18, v. 18),
sin embargo, la expresión hecha sobre Pedro; “a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos” no es proclamada
sobre nadie más.
Para concluir, debemos diferenciar que Jesús
mostro predilección sobre Pedro antes que Andrés y la comunidad –aunque Andrés
proclamo primero que Jesús era el Cristo, su nombre no fue cambiado- y aunque
la expresión “lo que ates en la tierra
quedará atado en los cielos…” tiene también un sentido comunitario, Jesús
no entrego las llaves del Reino de las Cielos a la comunidad, la entrego a
Pedro.