Cuando
el pueblo de Israel fue guiado por Moisés hasta los perímetros de Canaán –la
tierra prometida- las doce tribus de Israel dispusieron cada una un
representante bajo la consigna de introducirse a Canaán para espiar la tierra antes
de su conquista. El reporte de diez espías no fue alentador, pero el reporte
entregado por Josué y Caleb confiaba en conquistar la tierra bajo la
providencia de Dios; era la tierra prometida. En lo exterior Canaán parecía una
tierra imposible de conquistar. Fue por su fe, que Josué se convirtió en
sucesor de Moisés y Caleb recibió la tierra de Hebrón como heredad, solo que, Josué
recibió la sucesión siendo joven y Caleb recibió Hebrón a los ochenta y cinco
años de edad;
“Los
hijos de Judá fueron a Guilgal, donde estaba Josué; y Caleb, hijo de Iefuné, el
quenizita, le dijo: "Tú sabes muy bien lo que el Señor dijo a Moisés, el
hombre de Dios, acerca de mí y de ti, en Cades Barné. Yo tenía cuarenta años
cuando Moisés, el servidor del Señor, me envió de Cades Barné a explorar el
país, y yo lo informé con toda franqueza. Mientras los compañeros que habían
ido conmigo desalentaban al pueblo, yo me mantuve plenamente fiel al Señor, mi
Dios. Aquel día, Moisés hizo esta promesa, ratificándola con un juramento: ‘La
tierra que pisaron tus pies será herencia tuya y de tus hijos para siempre,
porque te has mantenido plenamente fiel al Señor, mi Dios’. Ahora ves que el
Señor me ha conservado la vida conforme a su promesa. Ya han pasado cuarenta y
cinco años desde que el Señor dirigió esta palabra a Moisés, cuando todavía
Israel iba por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años, pero todavía
estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Hoy tengo la misma fuerza
que tenía entonces, tanto para combatir como para ir de un lado a otro. Por
eso, dame esta montaña que el Señor me prometió aquel día. Tú mismo oíste ese
día que allí se encuentran los anaquitas, y que las ciudades son grandes y
amuralladas. Pero sin duda el Señor estará conmigo, y yo los expulsaré como él
me lo prometió". Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Iefuné, y le dio
Hebrón como herencia” (Josué 14:6-13).
Aunque
el personaje principal es Josué, la fe y paciencia de Caleb parece ser
muchísimo más grande. Hay dos puntos fundamentales que quiero resaltar en la
figura de Caleb. El primero, ha esperado la mitad de su vida para recibir su
tierra. No solo ha demostrado guardar su fe en Dios, ha mostrado tener fe en la
palabra de Moisés, cualquiera de nosotros hubiese claudicado, como esos que
claudican cuando dicen; “creo en Dios pero no en el Papa, creo en Dios pero no
en los hombres…”.
Caleb
tenía fe en Dios y en Moisés como hombre de Dios. En varias ocasiones Moisés
tuvo disidentes, que en su desesperación en el desierto desearon destituirlo, Caleb
no tuvo parte con ellos. Es de esperarse que un líder religioso no tenga la
capacidad absoluta para satisfacer las necesidades de toda una congregación,
pero si los congregados participan de la misma fe y peregrinar, debiesen
disponerse para mirar a su líder como un hermano, que en su humanidad posee las
mismas limitaciones y debilidades.
El
segundo punto, Caleb siendo anciano afirma poder librar batallas si Dios está
con él. Curiosamente, en el capitulo previo, Dios afirma a Josué; “eres viejo y
entrado en años, y queda todavía mucha tierra por conquistar., … reparte ya
esta tierra por heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manases…”
(v. 1b, 7a). Entonces, en esta parte del libro, tenemos un Josué anciano
repartiendo territorios, y un Caleb anciano, afirmando que tiene vitalidad para
conquistar su parte, si Dios está con él.
Caleb ha envejecido físicamente, su ánimo
y su fe parecen de niño; “el Señor me ha conservado la vida conforme a su
promesa…”., y es que, en asuntos de fe el futuro siempre ha sido la senda, si
Dios nos ha permitido la vida debemos ir en busca de la promesa dando la
batalla diaria contra el pecado para poder entrar a la tierra prometida.