El asesinato de
Jesucristo es un ejemplo claro de una campaña de odio, por un lado, dentro de
Israel Jesús fue acusado de blasfemo por lo que afirmaba ser. En el juicio ante
el sanedrín de los judío lo declaran culpable por nombrarse el Cristo, mientras,
que ante Pilato lo acusaron de oponerse al Imperio; “este se hace rey y se
opone al Cesar…”. Según el dogma cristiano el Cristo será nombrado rey de los judíos,
pero, existe una realidad religiosa entre judíos y romanos; los primeros son monoteístas
y los segundos politeístas. Para un romano politeísta no existe problema en
llamar a Jesús; “el Cristo, el hijo de Dios” porque tenían diversidad de dioses
y siempre habría lugar para un dios más, pero, para el judaísmo ortodoxo el Mesías es Dios.
Pilato se preguntara
¿en qué forma Jesús atenta contra el Cesar?. Poncio solo observa en Jesús un
joven detenido sin un movimiento de resistencia social que abogue por el ó que
pueda ser motivo de descontrol para el imperio. Todos sus discípulos de Jesús se
fueron. El joven de Nazaret esta solo en un juicio con una multitud enardecida
que pide su muerte, mientras que Pilato no ve riesgo alguno. Como funcionario
del imperio, Poncio conoce la realidad de la estructura imperial, sabe que
Herodes es un rey aliado al Cesar. Jerusalén es un protectorado de roma que
obedece al juicio de Cesar. Pilato analiza lo siguiente; “si Jesús desea ser
rey, primero deberá oponerse a Herodes, y una vez siendo rey ¿no podrá Jesús ocupar
el papel de Herodes y confabularse con roma?, Poncio ve esa posibilidad”.
Pilato lo declara libre; “ningún delito encuentro en este hombre…”. Jesús fue
juzgado por Herodes, pero, este tampoco encontró un motivo de preocupación para
su status y lo dejo ir. El pueblo en su necedad insiste hasta que consigue la
muerte de Jesús.
La justicia no puede
ser sustentada en prefiguraciones ó exigir castigos cuando aun no se cometen
los hechos solo por el argumento; “sucederá”. Construir una sociedad así no le
conviene a nadie, porque de ella nadie se salva y el pueblo solo termina siendo
títere de los intereses ocultos de los grupos manipuladores. Debemos decir no a
todo tipo de violencia, de raza, de fe, de orden ideológico ó político. No
construyamos iconos de maldad para descargar el resentimiento social. Pilato
declaro; “inocente soy yo de la sangre de este justó”. Pidamos a Dios, funcionarios
inamovibles en la procuración de la justicia, que no se dejen llevar por la
presión de los grupos, sino, que emitan juicios a partir de las evidencias veraces
para abogar en contra de culpables ó a favor de inocentes. Como sociedad no
perdamos la prudencia. En el odio nadie se salva, todos se convierten en
culpables.