domingo, 24 de febrero de 2019

Balaán y el rey Balac


            Cuando Moisés liberó al pueblo hebreo de su esclavitud en Egipto y los hizo deambular por el desierto, el pueblo era tan numeroso que pidió permiso al rey de los amorreos para cruzar sus territorios, este se negó y salió a su combate. Al derrotar Israel al rey de los amorreos, ocuparon sus ciudades, acamparon en las estepas de Moab, en frente de Jericó. El rey de moab, Balac, al saber que Israel ocupo los pueblos de quien lo venció, sintió temor del poder de Israel y mando llamar al profeta Balaán pidiéndole maldecir a Israel, pero el profeta no lo hizo porque era un profeta de Dios, y en cambio, bendijo a Israel tres veces y esto molesto al rey Balac. “¿Cómo maldeciré, si no maldice Dios?” (Números 23:8).  
            Estos relatos se describen en varios capítulos del libro de números (cap. 21-24). Lo más interesante de estos pasajes es la introducción del personaje Balaán en este compendio de libros –Pentateuco ó la Torá de Moisés-. Balaán es un profeta de Dios ajeno al pueblo de Israel, no se suma a Israel pero desde su realidad tiene una relación con ambos. Este personaje nos hace ver la universalidad de Dios en relación al resto de los pueblos. Dios no es ajeno a los hombres de buena voluntad.
            En un contra sentido, la figura de Balaán se vuelve enigmática, algunas tradiciones enmarcan a Balaán como enemigo de Israel, obligado por la omnipotencia de Dios a bendecir a Israel en contra de la propia voluntad del profeta; “Pero Yahvé tu Dios no quiso escuchar a Balaán, y Yahvé tu Dios cambio la maldición en bendición, porque Yahvé tu Dios te ama” (Deuteronomio 23:6). Como si Balaán fuese un símbolo para representar al ángel caído, rebelde, sujeto al creador, que reconoce en contra de su voluntad la santidad de Dios porque es Dios quien tiene el control de todas las cosas; “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret?, has venido a destruirnos?, se quién eres tú: el Santo de Dios” (S. Lucas 4:34).
            En el pasaje de Balaán y el rey Balac podemos aprender muchísimas cosas descubriendo los símbolos; el primero es, Dios puede relacionarse con otros individuos ajenos a nuestra religión. El creador está por encima de todos, y a su vez, está al tanto también de la vida de todos.  
            El segundo, Dios al establecer su alianza con Israel los hace prevalecer, el Espíritu jamás actuara de modo contrario a este sentir, es una alianza dispuesta por Dios. En esto podemos entender la nueva alianza y confiar; la intención de Dios jamás ira en contra de la Iglesia, aunque existan hombres –auto proclamado profetas- ajenos a nuestra religión –ó dentro de ella- empecinados en maldecir o ir en contra de la Iglesia, el sentir de Dios hará que la Iglesia permanezca de pie.    
            El tercero, el hombre que se empecina en hacer su voluntad como el rey Balac, que busca cómplices como Balaán para que reafirmen sus obscuras intenciones. En ocasiones nosotros también actuamos así, buscamos coro para dispersar el rumor y triunfar sobre los demás. Me pregunto; si el rey Balac no pudo doblar a Balaán cuando pidió la maldición de Israel, ¿Qué hubiese obtenido Balac si hubiese decidido bendecir a Israel en vez de maldecirlo?. Debemos de pensar, el mayor provecho siempre estará en bendecir al otro.    

domingo, 17 de febrero de 2019

Moisés, Jesús y la cruz


            Un rabino expresó “el revolucionario más grande en la historia de la humanidad ha sido Moisés”. Su afirmación captó mi atención pues uno imagina a Jesús como el mayor revolucionario. Pero, trate de no ser consumido por el ego cristiano para reflexionar en su señalamiento y me di cuenta que ese hombre tenía razón. A continuación explicaré.    
            Moisés fue el hombre que acudió ante el Faraón de Egipto y en repetidas ocasiones recalco; “libera a mi pueblo” (Éxodo cap. 7). Jesús en cambio no tiene como principal encomienda entrevistarse con Herodes ó Pilato, él fue llevado ante ellos en su arresto y del procurador Romano expreso; “ninguna autoridad tendrías sobre mí si no te fuese dada de arriba…” (S. Juan 19:11). Jesús reconoció la autoridad de Pilato, esta actitud no parece la de un revolucionario.
            En el tema de las leyes, Moisés instaura una ley para el pueblo hebreo, una vez que los liberó de Egipto, estando ante toda la comunidad profirió una alianza; “Tomo después el libro de la Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió; obedeceremos y haremos todo cuando a dicho Dios. Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo; “Esta es la sangre de la Alianza que Dios ha hecho con ustedes, según todas estas palabras” (Éxodo 24:7,8). Esto es muy distinto a la Alianza que Jesús profirió, donde solamente estaba él con sus doce discípulos celebrando la cena judía de la pascua comiendo panes sin levadura. ¿No debería un revolucionario estar delante de una multitud contagiándolos de su ánimo para iniciar una transformación?. Claro que sí.  
            Algunos ven en Jesús ese signo revolucionario, afirman “él se rebeló contra las autoridades religiosas de su época”, pero Jesús uso la siguiente expresión para referirse a ellos “en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen” (S. Mateo 23:2,3). ¿Esta es la actitud de un revolucionario?. No parece ser así, los reconoce.
            Hay quienes señalan “Jesús trajo la revolución del amor”. En los evangelios es Jesús quien ofreció una gran reflexión sobre los textos de Moisés y las leyes judías. Por ejemplo; él se refirió a dos grandes mandamientos como el resumen de toda la ley y los profetas, estos mandamientos son; “Amarás al Señor tu Dios” el cual aparece en Deuteronomio (cap. 6, v. 5) y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” que aparece en el libro del Levítico (cap. 19, v. 18). Si estos mandamientos y muchos otros ya eran parte de la cultura del pueblo de Israel, ¿en verdad Jesús fue tan revolucionario como uno cree ó simplemente él tuvo la capacidad de resumir la ley judía de un modo extraordinario?. Creo que es la segunda.    
            Cristo introduce un elemento que muchos olvidamos hoy en día; la cruz. Tomar la cruz no parece la actitud de un revolucionario reactivo que desea cambiar el mundo. Jesús parece no renegar del sistema; no se entrevisto con Herodes, ni con Pilato, ni negó la autoridad de los fariseos. El cristianismo se parece más al hombre que aprende a gobernarse a sí mismo, el hombre que siembra cargando su cruz, mirando la viga en su ojo, ese hombre que prefiere negarse a sí mismo para no quebrantar el mandamiento divino y espera a que Dios lo resucite.      

domingo, 10 de febrero de 2019

Un Dios bondadoso descrito por salvajes


                     Hace algunos meses me propuse leer la biblia de principio a fin, respetando la secuencia y orden de cada libro.
                     Debo explicar, la narrativa de eventos descritos en cada uno de los libros que comprenden la biblia no responden necesariamente a una cronología histórica, aunque en algunos casos puede suceder. El acomodo de los libros responde a otros factores como compendios; los libros de Moisés, la sección de profetas, la sección de proverbios, la sección de los evangelios, la sección de cartas apostólicas, etc.
                     También, debo explicar un criterio de interpretación bíblica; entre más alejada este la fecha de composición del libro que se estudia en relación a los evangelios podrán encontrarse mayores diferencias. Esto sucede porque el conocimiento que los autores sagrados tienen sobre Dios, se va incrementando a lo largo de los siglos hasta llegar al conocimiento pleno en la llegada del Mesías. De tal manera que, en la biblia, un libro de mayor antigüedad no debe estar por encima de un libro de menor edad. Esto significa que, un texto escrito por David no puede regir nuestra interpretación para una carta apostólica, pues el texto de David es más antiguo y su teología sobre Dios es limitada, mientras que una teología de Dios desde el conocimiento que entregó Cristo, contiene mayor sustancia y es más precisa en su apreciación del creador.
                     Siguiendo con mi lectura de los textos bíblicos de principio a fin. Es en el libro de los números donde pude notar en ese Dios del antiguo testamento un carácter similar al de Jesús, hasta que entendí que se trataba del mismo ser, expresado en una persona distinta. Sobre esto trata esta pequeña reflexión.
                     Por ejemplo; muchos de nosotros creemos que el Dios descrito en el antiguo testamento es justiciero hasta vengativo, sin amor, en cambio, al Dios del nuevo testamento lo describimos como bondadoso, amable y comprensivo, y esto parte de la interpretación que damos a los textos bíblicos. Pero, ¿Por qué pensar de esta forma si Jesús dijo; “si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtatela…”? (S. Mateo 5:30), esto no suena al  Dios del nuevo testamento; bondadoso, amable y comprensivo, suena más a un Dios del antiguo testamento, pero por la interpretación sabemos que la expresión de Jesús no es literal, el texto tiene esa intensidad solo para mostrar lo dañino que es el pecado; es como una gangrena.
                     Continuando con otro ejemplo; muchos afirmamos “el Dios del antiguo testamento es exigente, hasta carente de amor”, pero, ¿Por qué afirmamos tal cosa, si fue el Dios del antiguo testamento quien entrego a su hijo para redimir al mundo?. Lo decimos porque hacemos esa distinción entre un Dios distinto para cada alianza, siendo que es el mismo Dios en ambas alianzas, cada alianza responde a distintas leyes y sacerdocios para distintos pueblos. Una alianza con judíos y una segunda alianza invitando a la humanidad. De ese Dios del antiguo testamento al que hemos etiquetamos tantas veces, Isaías escribió refiriéndose al Mesías; “todos nosotros como ovejas errantes éramos, cada uno marchó por su camino, y Dios, descargó sobre él la culpa de todos nosotros” (cap. 53 v. 6). ¡Eso suena al Dios bondadoso del cristianismo!.
                     Como conclusión. Estamos llamados a vivir esta nueva alianza, bajo este sacerdocio, eso es algo clarísimo, pero aun así, los textos del antiguo testamento deben ser entendidos bajo las limitantes de quien los escribió; los autores. Esta precariedad que hizo dibujar un Dios bondadoso descrito por salvajes no debe limitarnos para sacar de la biblia el mayor provecho posible, de tal forma que podamos apreciar y asentar en nosotros mismos cual ha sido el carácter de Dios a lo largo de toda esta historia y no auto complacernos con una imagen de Dios falsa, fincada en una ignorancia y en un Jesús que no es. Más bien, estudiemos los textos bíblicos, fiándonos en el magisterio de la Iglesia para comprender al Jesús que es, y el Dios que ama la Verdad llamándonos a su santidad.                    

lunes, 4 de febrero de 2019

Jesús y el templo


            La vida de Jesús y su relación con el templo es muy interesante, probablemente todas sus enseñanzas fueron en el templo a excepción donde el evangelio lo señale; el monte, la sinagoga ó la casa de alguien. San Lucas escribió: “todos los días enseñaba Jesús en el templo” (c. 19, v. 47), también, San Juan escribió la respuesta de Jesús a sus opresores en su juicio; “siempre enseñé en la sinagoga y en el templo…” (c. 18, v. 20). Jesús era un hombre que acudía al templo todos los días y esto debe nacerle de un amor.
            En el pasaje del templo y los cambistas podemos apreciar el celo de Jesús por el lugar sagrado; “no hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado” (S. Juan 2:16). Jesús no se retiro del templo por la corrupción que había ahí, ¿nosotros porque habríamos de retirarnos cuando la congregación se corrompe?. Retirarse del templo es una actitud contraria el cristianismo, Jesús se quedo en el templo para purificarlo y los exhortó. Debemos quedarnos y abrir los ojos para tomar la amonestación como una oportunidad para llevar una mejor vida de fe. ¿Nos creemos menos pecadores que aquellos cambistas?, ¿Qué honor y respeto debemos dar el lugar al que Jesús llamo “la casa de mi Padre”?.
            Jesús amaba el templo porque amaba la vocación de ese lugar; la cátedra, la oración, el perdón y el encuentro con el pueblo arrepentido. Cuando expresó “destruyan este templo y yo lo edifico en tres días”, él se refirió a su cuerpo como un templo pero los judíos pensaron que él se refería al templo físico, el inmueble de Jerusalén. De él nació el deseo de asociar su cuerpo con el templo donde los judíos acudían buscando el perdón y su purificación. Hoy en día, nuestros templos poseen la presencia de Cristo porque en ellos se custodia el pan eucarístico que es cuerpo de Jesús. ¿Qué honor y respeto debemos dar al lugar donde él está?, ¿Somos conscientes que nuestro cuerpo también es parte de ese templo que Jesús edifica?.
            En el momento de su muerte, en la crucifixión, el velo del templo se rasga como si existiese una conexión física y visible entre el cuerpo de Jesús y el inmueble; “Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto el velo del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo…” (S. Mateo 27:50,51). El velo del templo se rasga porque la antigua alianza terminó, se rasga para que todos los pueblos puedan entrar al lugar de adoración. Por ejemplo; nosotros no somos judíos y acudimos al templo para adorar al Dios de los judíos, siendo el Dios que Jesús adoró y llamo Padre.
            Me parece que el evangelista San Lucas es quien hace más alusiones al templo en relación con la vida de Jesús y sus discípulos; el primer capítulo menciona la anunciación de San Juan bautista a Zacarías, esto sucede dentro del templo. En el capitulo segundo, se cita la presentación del niño Jesús en el templo y dos personajes ligados al templo son mencionados, Simeón y Ana. El mismo capítulo, describe el evento de la infancia de Jesús, cuando en la Pascua es encontrado por su madre en el templo al lado de los doctores de la ley.
            San Lucas también menciona el evento de Jesús con los cambistas del templo. Referente a la resurrección de Cristo y su encuentro con los apóstoles,  en la narrativa del evangelista, el templo vuelve a ser mencionado; “Y sucedió que, mientras Jesús bendecía a sus discípulos, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios, todos los días” (c. 24, v. 53).
            Los apóstoles volvieron a ese templo de Jerusalén, donde estaban aquellos que asesinaron a Jesús, ellos no acudían en atención a los asesinos sino para bendecir a Dios. ¿Qué argumento podrá tener quien dice “yo no voy al templo porque está lleno de hipócritas”, ó “yo solo voy al templo cuando me nace”?. Veamos esta actitud de los apóstoles que acuden al templo para bendecir a Dios.