El antiguo testamento narra una serie de
liturgias hebreas necesarias para la purificación. Había un sacrificio
principal donde una persona derramaba sangre para reconciliar a todo el pueblo
de Israel. Este culto se practicaba a puerta cerrada, solo el sumo sacerdote
entraba al templo una vez por año al lugar llamado “el santo de los santos”, ahí
ofrecía el sacrificio de la reconciliación derramando la sangre del cordero,
tras este acto todo el pueblo quedaba reconciliado.
Este es un antecedente histórico importante que
se asocia con el sacrificio de Jesús y nuestra reconciliación bajo la nueva alianza.
Pero, ¿Qué más podemos aprender de esta práctica antigua?. Podemos apreciar que
la reconciliación de Israel se daba en la soledad, el sumo sacerdote, un hombre
a solas con Dios. Esta práctica antigua tiene algo de pedagogía divina, toda
reconciliación con Dios –antes de ser un acto comunitario- inicia en la soledad;
cuando yo me tomo unos minutos a solas para estar con Él, para apreciar mis
faltas y corregir mi camino como el hijo prodigo.
El individuo que no se toma unos minutos para
estar solo, ¿podrá vivir la espiritualidad?, no lo creo. Dios se ha manifestado
a los profetas en la soledad. Con Abraham cuando miro las estrellas, con Moisés
en la zarza ardiendo, con Samuel en el silencio de la noche, con Jacob en su
destierro, con San José mediante sueños, con Zacarías –padre de Juan el
Bautista- a solas dentro del templo, con la Virgen María a solas en la
anunciación, con San Pedro en la visión de los alimentos. En nuestro diario
vivir debiésemos contemplar la soledad de una forma positiva, apreciarla como
la oportunidad para estar con Dios.
En la liturgia del antiguo testamento entendemos
que la reconciliación de Israel era una celebración a solas, sin acceso para
ningún judío, y no solamente eso, era obligatorio cumplir ciertos requisitos
para ser sumo sacerdote, este cargo no era para cualquier hebreo. La presencia
de Dios en el lugar más sagrado del templo no era para todos, ¿Qué ilusión podrían
tener para alcanzar lo más sagrado del templo celestial?.
En los evangelios, Jesús presenta la siguiente
frase; “entrad por la puerta estrecha…” (S. Mateo 7:13). Pero, ¿Cómo habrá sido
recibida esta frase por aquella comunidad de judíos, cómo un signo excluyente ó
como una oportunidad?. Aunque el énfasis de esta enseñanza está en lo estrecho
de la puerta, debemos alegrarnos porque al menos ¡hay una puerta!, una
posibilidad, una alternativa de tener acceso al camino que lleva a la Vida.
Todo individuo lo tiene si se deja guiar por Jesús, por él es posible acceder a
la gloria del templo celestial.
No malgastemos la soledad, es una oportunidad
para estar con Dios y recibir su alegría, no importa el lugar. No es necesario
ir a Jerusalén para vivir una teofanía, recordemos que Jesús cuando quería entrar
en oración se alejaba de Jerusalén, de su bullicio. Apreciemos la soledad, es ahí
donde logramos ver la pequeña luz que sale de la puerta estrecha en medio de
nuestras tinieblas. La puerta es estrecha pero toda puerta está diseñada para
que una persona pueda entrar, nadie ha podido meter una casa ó un automóvil por
una puerta estrecha, menos un camello. Despréndase de aquello que lo limita
para entrar, y por favor, regálese la oportunidad de entrar.