Estoy leyendo un libro titulado “El Pan de Cada Día”,
publicado por la Cofraternidad de la Preciosa Sangre, es un sumario de
reflexiones, oraciones y lecturas para la vida diaria del sacerdote Anthony J.
Paone. Entre todas las reflexiones diarias que este libro ofrece, hubo una que
capto mí atención entorno a la Eucaristía, cito a continuación.
“Hijo, pondera a menudo mis palabras: Venid a Mí todos los que estáis cargados y
llenos de trabajos y Yo os aliviaré. Son palabras mías, y deberías
recibirlas lleno de fe y gratitud. Son mías porque fui Yo quien las pronunció,
pero son tuyas también, pues las dije para tu salvación. Recíbelas de mis
labios con gozo. Que penetren en tu corazón. En estas palabras puedes ver cómo
me preocupo leal y tiernamente por ti. No detengas a tu conciencia que pide que
te entregues a mis brazos. Yo sé lo necesitado que estás de mi amistad, pero
pese a ello, te amo.
A pesar de tu nada y tu pecado te mando que te
acerques a Mí con confianza. Es mi deseo en este momento que me recibas a Mí,
aliento de inmortalidad. Por medio de este alimento celestial, que es en
realidad de verdad mi propio Cuerpo y Sangre, obtendrás vida imperecedera y
gloria eterna. Yo he dicho: Venid a Mí
los que estáis cargados y llenos de trabajos y Yo os aliviare. Estas
palabras son consoladoras en los oídos de un pecador. Yo, tu Señor y tu Dios,
te invito a ti, pobre y necesitado, a que recibas mi Cuerpo y Sangre. No digas:
¿Quién seré yo para pretender acercarme a
Ti? Te mando que vengas y me
recibas, porque sin Mí estás perdido.
Prepárate por medio de la confesión en el caso
de que sea necesario y con oraciones. Aproxímate después a mi altar con
confianza y con un ardiente deseo de agradarme en tu vida diaria”.
Lo más
sorprendente de esta lectura fue la interpretación que se da al verso de San
Mateo “Venid a Mí los que estáis cargados y llenos de trabajos y Yo os aliviare…”
(Cap. 11, v. 28), este verso comúnmente es leído y citado como una invitación y
no como un mandamiento. Y es verdad, ¿Cómo debemos considerar un llamado de
Dios?, ¿Cómo una invitación ó como un mandamiento?. Creo que usamos la palabra “invitación”
porque no tiene la intensidad y connotación de “mandamiento”, que es una
imposición, una orden. La palabra “invitación” es más ligera y más abierta,
menos intensa.
Consideremos, si Dios nos llama y no acudimos
estamos siendo injustos con Él y con nosotros mismos. Él desea aliviar y sanar
nuestra alma del daño causado por nuestra injusticia, nuestro pecado.
Si el primer mandamiento es “Amaras al Señor tu
Dios sobre todas las cosas”, ¿En qué lugar quedamos si Dios llama y no acudimos?,
obviamente, cada vez que tenemos oportunidad de comulgar y no lo hacemos caemos
en un pecado de omisión –me incluyo- siendo nosotros mismos los afectados
porque nos privamos del perdón y de la gracia de Dios. Anthony J. Paone en su
reflexión utiliza “Venid a Mí…” y añade con certeza en su sentir “Te mando que
vengas y me recibas…”.
Es importante que todo creyente considere la comunión
frecuente al sacramento, sin olvidar, ni omitir, su situación espiritual. La Eucaristía
siendo un sacramento es también una exhortación a la conversión y una pedagogía,
dado que, no podrá ser recibida por aquel que esté en pecado grave. Miremos con
alivio y agrado estas instrucciones de Jesús y sus apóstoles, que nos advierten
y nos piden desprendernos de nuestro mal para abrazar la gracia de este sacramento.
La advertencia no es una limitante, al contrario, es la alegría de tomar la Eucaristía
como debe ser para que sea disfrutada como Dios lo anhelo para nosotros.