Una
vez que el rey David entro triúnfate porque Dios derroto a sus enemigos, David
usaba el efod –vestidura sacerdotal- y en su procesión triunfal danzaba mientras
el pueblo portaba el arca de la alianza. Después de aquella algarabía y habiéndose
instalado en su casa, pensó en edificarle una casa para el arca de la alianza
pues el rey descasaba en una edificación y el arca en una tienda de lona.
Consultó el rey con el profeta Natán y recibió de Dios esta palabra:
“¿Así
que tú me vas a construir una casa para que habite en ella? Desde el día en que
saqué a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, no he tenido casa donde
morar, sino que estaba con ellos y tenía como morada sólo una tienda. Todo el
tiempo que he caminado en medio de los israelitas, jamás he dicho a alguno de
los jueces de Israel, a los que había puesto como pastores de mi pueblo de
Israel: ¿Por qué no me construyen una casa de cedro?. A ti David, te fui a
buscar al potrero cuando andabas detrás de las ovejas, e hice de ti el jefe de
mi pueblo, Israel. Doquiera que ibas yo estaba contigo, eliminé delante de ti a
todos tus enemigos. Pero, te digo, haré grande tu nombre tanto como el de los
más grandes de la tierra y pondré en el lugar que le corresponde a mi pueblo
de Israel. Allí lo plantaré y allí se quedará. Ya no será más sacudido; los
malvados ya no seguirán oprimiéndolo como antes, cuando establecí jueces en mi
pueblo Israel; lo libraré de todos sus enemigos. Yo, tu Dios, te digo: Yo te
construiré una casa” (2do Libro de Samuel 7:5-11)
¿Quién
puede edificarle una casa a Dios?, ¿acaso Dios necesita una casa?. Nadie puede
edificarle una casa para Dios porque Él no necesita una casa, sin embargo, en
el texto de David, la respuesta de Dios se señala el peregrinar de Israel cuando
recibió la libertad en Egipto y buscó la
tierra. El texto afirma “pondré en el lugar que le corresponde a mi pueblo
Israel. Allí lo plantaré y allí se quedará”. Esta frase se asocia al templo de Jerusalén
y la vida religiosa de Israel. En definitiva, Dios no necesita una casa, es el
pueblo quien necesita un lugar físico para congregarse, y debe consagrar tal
lugar para que ahí la comunidad ofrezca los sacrificios de sangre pedidos por Moisés.
Por esta misma causa, hasta el día de hoy, vemos a millones de judíos en Jerusalén
congregándose en las ruinas de lo que fuese aquel templo, insignia de la casa
que Dios construyó para David e Israel.
Ese
mismo lugar, Jerusalén y su templo, es el lugar donde Jesús se presentó como
hijo de David y le fue entregado el poder; “Seré para él un padre y él será
para mí un hijo…” (v. 14), “Tu casa y tu realeza estarán para siempre ante mí,
tu trono será firme para siempre” (v. 16). Habiendo participado de la muerte y
retornado de ella en la resurrección, el reinado de la descendencia Davídica
quedara para siempre por ser Jesús descendiente del rey David.
Entonces,
¿Qué es el templo si Dios no requiere de una casa?. El templo es la casa que Dios
edificó para su pueblo, en ese lugar, de forma simple y clara nos congregamos para
alabar a Dios en comunidad y participar de su gloria por medio de la gracia recibida
en los sacramentos. No somos nómadas de la fe, el templo es el lugar donde el
pueblo se congrega, se enraíza con el sacerdote en sucesión, ligándonos y
recibiendo los beneficios de las promesas que el hijo de David, el Cristo, entregó
a sus apóstoles; el poder de perdonar pecados es uno de ellos.
Congreguémonos
pues en tal lugar, es la casa de Dios porque Él la levanto, y su casa y su realeza
estarán para siempre y su trono será firme para siempre. ¡Amén!.