Dice el evangelio de San Juan, “La causa de la condenación consiste en que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas. En efecto, el que obra mal odia la luz y no va a la luz, para que no se descubran sus obras. Pero el que practica la verdad va a la luz, para que se vean sus obras, que están hechas como Dios quiere". (San Juan 3:19-21)
Este es un fragmento de la platica que Jesús sostuvo con el fariseo Nicodemo. Este hombre visita a Jesús de noche buscando respuestas. Jesús esta hablando de la respuesta que los Judíos deben dar a Dios en el asunto de la recepción del Mesías pues la predicación de Cristo antes de su resurrección fue dentro de Israel mas después de su resurrección la Iglesia recibe la tarea de anunciarlo a todos los pueblos y ya no solo a los hebreos.
El evangelio de San Juan en su primer capitulo hace énfasis en que el Verbo se encarno, siendo el Verbo la luz que ilumina a los hombres, la luz que estaba con Dios y era Dios. Este capitulo enmarca el rechazo de Israel diciendo “a los suyos vino pero los suyos no le recibieron” siendo Israel el pueblo de donde vino Jesús.
De estos textos del evangelista San Juan deseo hacer una reflexión, pues si bien es verdad que el pueblo de Dios es Israel, también nosotros como Cristianos somos pueblo adquirido por Cristo. En uno de mis artículos anteriores había mencionado que Jesús viene a nosotros en cada celebración Eucarística, en cada Misa Jesús viene a nosotros encarnado aunque lo veamos como Pan. Hoy deseo ampliar esta idea pues el principio de la condenación como ya se cito es preferir las tinieblas antes que la luz, preferir hacer el mal antes que el bien.
La conversión humana a mi parecer es gradual, pues poco a poco nos vamos desprendiendo de las malas cosas que corrompen nuestra vida mientras crecemos en el entendimiento de la fe. La afirmación de Jesús “el que practica la verdad va a la luz” a mi entender aclara que no solo es necesario dejar el mal sino que es primordial “ir a la luz”, Cristo es la luz y la Eucaristía es la encarnación viva del Verbo. Entonces ¿por qué en ocasiones no comulgamos? (me incluyo), creo que en ocasiones no lo hacemos porque primero necesitamos confesarnos y hacer penitencia, y muchos caemos en desidia y postergamos nuestra confesión. En ocasiones no nos confesamos porque nos hemos acostumbrado a nuestros malos hábitos y nos es mas cómodo vivir así sin conversión, preferimos hacerlo la semana que viene, el mes entrante, después de semana santa, navidad ó de una vez en año nuevo para empezar bien el año.
Cuando nos confesamos hacemos manifiestas nuestras obras y es natural que nos averguenze confesar nuestros pecados (aunque entre amigos hay quienes presumen sus pecados). En esta vida cotidiana de nosotros los creyentes el texto de San Juan puede cobrar muchísimo sentido, “el que obra mal odia la luz y no va a la luz, para que no se descubran sus obras. Pero el que practica la verdad va a la luz, para que se vean sus obras”.
En conclusión, para ir a la luz de la Eucaristía es necesario que nuestras obras sean descubiertas en el secreto de la Confesión. ¿En realidad amamos mas la luz que las tinieblas?. Pienso que en la medida en que nos eduquemos en la fe iremos entendiendo mas a profundidad la diferencia entre el bien y el mal, como ya dije la conversión es gradual.