En lo personal me gusta mucho el dibujo, desde niño siempre tuve la habilidad para dibujar, recuerdo que cuando veía manchas en las paredes ó en los pupitres y las formas de las manchas se asemejaban algún animal ó personaje, yo con el lápiz ó el crayón delineaba la figura y añadía elementos para que la mancha se pareciera aun mas a lo que yo imagine. ¿Quién no ha mirado las nubes y ha dicho?, “mira, parece un animal”, ó ¿Quién no ha visto las sombras en los cerros y expresado?, “mira, parece el perfil de una persona”, incluso decimos que la luna tiene un conejo, pero cuando una mancha se asemeja a un símbolo religioso muchos entran en emoción y dicen: “¿Será un milagro?”, “¡Es un milagro!”.
Se dice que en una población lejana, una humedad sobre una barda formo una imagen que se asemejaba a la del Cristo de la divina misericordia, entre los católicos unos creían y hacían mandas y otros no sabían que pensar, los protestantes se burlaban porque decían que eso no estaba en la Biblia, y el párroco a sus adentros pensaba: “No conviene tomar postura, no valla ser que me mal entiendan y confunda mas a la gente, mejor sigo anunciando la enseñanza de la Iglesia pues para eso fui ordenado y esa es la voluntad de Cristo”.
Narrare ahora una anécdota personal. Después de mi primera comunión paso muchísimo tiempo para que yo de nuevo volviera a comulgar, tal vez porque crecí y fui perdiendo la Fe, ó quizá porque lentamente me deje guiar por todas las enseñanzas distintas a la Iglesia. Pero cuando la Fe llego de nuevo, y de nuevo la confianza en la Iglesia, volví a comulgar después de muchísimo tiempo y sentí un baño espiritual, una renovación en mi mente y en mi espíritu. Hoy trato de comulgar frecuentemente, pero ya no siento en cada comunión aquel baño del Espíritu Santo descendiendo sobre mi, ¿Por qué?, ¿Por qué antes si sentía y ahora no?, ¿Será que Dios se olvido de mi?. Después entendí que mi actitud era muy egoísta, ¿Por qué me interesa solo lo que yo sienta?, ¿Porque no me pregunto, que siente Cristo cada vez que yo comulgo?, ¿Qué solo lo que yo sienta es lo que interesa y lo que sienta Cristo no interesa tanto?. Aunque en la tierra no sintamos gran cosa, el relato de la oveja perdida afirma; “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido. Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.” (Lucas 15; 6,7). Esto lo entendí muy bien, hay alegría en el cielo aunque en la tierra no sintamos nada.
Volviendo al relato de la humedad en forma del Señor de la divina misericordia. ¡La comunidad estaba emocionada!, el propietario de la barda se sentía escogido por Dios, se hacían grupos de oración entorno a la barda, flores, canciones, veladoras, fotos de familiares fallecidos a los pies de la barda, chamacos comiendo raspados y paletas, promesas de conversión, lagrimas, peticiones, etc. Entre mas fama ganaba la barda de la misericordia mas se polarizaba la comunidad, los protestantes insistían que eso no estaba escrito, y los devotos decían: “Dios nos visito”. Mientras tanto, el Párroco de aquella comunidad diariamente ofrecía a Cristo para todos en la Eucaristía, elevando el pan, pronunciando las palabras para consagrarlo citando las Sagradas Escrituras. Pero la gente de aquella comunidad no asistía a la comunión simplemente porque en aquel acto ¡no sentían nada!. Al tiempo la humedad se fue de la barda y también se fue la gente, pero la Iglesia siguió.
Se dice que en una población lejana, una humedad sobre una barda formo una imagen que se asemejaba a la del Cristo de la divina misericordia, entre los católicos unos creían y hacían mandas y otros no sabían que pensar, los protestantes se burlaban porque decían que eso no estaba en la Biblia, y el párroco a sus adentros pensaba: “No conviene tomar postura, no valla ser que me mal entiendan y confunda mas a la gente, mejor sigo anunciando la enseñanza de la Iglesia pues para eso fui ordenado y esa es la voluntad de Cristo”.
Narrare ahora una anécdota personal. Después de mi primera comunión paso muchísimo tiempo para que yo de nuevo volviera a comulgar, tal vez porque crecí y fui perdiendo la Fe, ó quizá porque lentamente me deje guiar por todas las enseñanzas distintas a la Iglesia. Pero cuando la Fe llego de nuevo, y de nuevo la confianza en la Iglesia, volví a comulgar después de muchísimo tiempo y sentí un baño espiritual, una renovación en mi mente y en mi espíritu. Hoy trato de comulgar frecuentemente, pero ya no siento en cada comunión aquel baño del Espíritu Santo descendiendo sobre mi, ¿Por qué?, ¿Por qué antes si sentía y ahora no?, ¿Será que Dios se olvido de mi?. Después entendí que mi actitud era muy egoísta, ¿Por qué me interesa solo lo que yo sienta?, ¿Porque no me pregunto, que siente Cristo cada vez que yo comulgo?, ¿Qué solo lo que yo sienta es lo que interesa y lo que sienta Cristo no interesa tanto?. Aunque en la tierra no sintamos gran cosa, el relato de la oveja perdida afirma; “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido. Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.” (Lucas 15; 6,7). Esto lo entendí muy bien, hay alegría en el cielo aunque en la tierra no sintamos nada.
Volviendo al relato de la humedad en forma del Señor de la divina misericordia. ¡La comunidad estaba emocionada!, el propietario de la barda se sentía escogido por Dios, se hacían grupos de oración entorno a la barda, flores, canciones, veladoras, fotos de familiares fallecidos a los pies de la barda, chamacos comiendo raspados y paletas, promesas de conversión, lagrimas, peticiones, etc. Entre mas fama ganaba la barda de la misericordia mas se polarizaba la comunidad, los protestantes insistían que eso no estaba escrito, y los devotos decían: “Dios nos visito”. Mientras tanto, el Párroco de aquella comunidad diariamente ofrecía a Cristo para todos en la Eucaristía, elevando el pan, pronunciando las palabras para consagrarlo citando las Sagradas Escrituras. Pero la gente de aquella comunidad no asistía a la comunión simplemente porque en aquel acto ¡no sentían nada!. Al tiempo la humedad se fue de la barda y también se fue la gente, pero la Iglesia siguió.