Navegando por redes
sociales una imagen llamó mi atención, en ella se citaba un pensamiento de
Frederick A. Filby (premio nobel de física): “Ciertamente cuando más procede
uno al estudio del Arca de Noé a lo largo de principios simples y sanos de
interpretación bíblica y a la luz de descubrimientos científicos y arqueológicos,
tanto más razonable se vuelve toda la historia”.
Es verdad que existe
algo llamado “arqueología bíblica”, conocimiento especializado en la búsqueda y
descubrimiento de sitios descritos en la biblia. Sin embargo, esta ciencia arqueológica
es un complemento para entender mejor la realidad histórica de lo que es la
Sagrada Escritura. En mi opinión personal, la arqueología bíblica no debiese
utilizarse para validar o desacreditar lo que está inmerso dentro de la biblia.
Esto lo afirmo desde la óptica de quien busca la sabiduría bíblica, es decir,
que dentro de la biblia existen géneros literarios; novelas y cuentos –el libro
de Job y Jonás- que no responden a situaciones históricas o reales pero
entregan al lector un mensaje importante, así mismo, existen otros libros –Crónicas,
Reyes, Evangelios, Hechos de los Apóstoles- que expresan eventos que si
sucedieron.
Por ejemplo, dentro de
la literatura universal, Esopo es conocido por sus fábulas –la liebre y la
tortuga- esta manera de escribir se caracteriza porque su narrativa atribuye
cualidades humanas a los animales o a las cosas inanimadas, construyendo historias
con estos personajes. El objetivo es entregar al lector un mensaje utilizando una
narrativa amena que despierte su imaginación. En los evangelios es común encontrar
las parábolas de Jesús; narrativas breves y simbólicas donde se extraen
enseñanzas morales. En este tipo de narrativas los detalles no son tan
transcendentes, la meta es compartir un mensaje utilizando expresiones y símbolos
simples que lleven a la audiencia a la comprensión del mensaje. Es muy importante
distinguir el género literario de cada libro de la biblia para evitar así malas
interpretaciones o fanatismos absurdos.
Particularmente los
primeros capítulos del libro del génesis se caracterizan por dar descripciones
simplistas de las situaciones, como si fuesen bocetos de eventos. La narrativa
cambia y toma mayor sustancia cuando se da inicio a las genealogías para llegar
al origen del patriarca Abraham. Es ahí donde se inicia otro tipo de
descripción más puntual y precisa de las situaciones que vendrán sobre los
descendientes del patriarca y sus sucesores; Isaac, Jacob y sus hijos. Cabe
señalar, el autor de los primeros cinco libros de la biblia fue Moisés. Él escribió
tomando como base las creencias de los hebreos que fueron transmitidas de modo
oral de generación en generación. Por esta situación, asumir una realidad histórica
al relato del Arca de Noé no tendría mucho sentido pues el mismo autor tampoco
fue testigo de los acontecimientos (cosa que sí sucede con el libro Hechos de
los Apóstoles escrito por San Lucas), y, aunque Jesús en los evangelios citó el
relato de Noé (S. Mateo 24, 37-39) debemos comprender que Jesús utilizó una
creencia conocida entre los judíos para exponerles el papel del Hijo del Hombre
–Cristo, arca de salvación- a esa generación.
Creo que los tiempos
actuales requieren una apología bíblica formativa mas allá de una discusión de
calle que intente convencer a los incrédulos. Unos desearan evidencias para
creer, pero ¿Qué mayor evidencia que la propia sabiduría que emana de la
biblia?.