Esta semana, un joven católico por
la red social comento; “desearía poder defender profundamente la postura de 2
Timoteo 1:16-18 referente a la oración por los muertos. Alguien podría
ayudarme”. Dicho pasaje expresa; “Que el Señor tenga misericordia de la familia
de Onesíforo, porque él muchas veces me ha reconfortado y no se avergonzó de
que yo estuviera preso. Por el contrario, desde que llegó a Roma, no dejó de
buscarme hasta que me encontró. Que Dios, en aquel Día, le permita alcanzar
misericordia delante del Señor. Tú conoces mejor que nadie los servicios que él
me prestó en Efeso”. Muchos sectarios cuestionan el rezo que los católicos
hacemos por los difuntos. Daré argumentos para que sepamos defender esta
creencia.
A mi juicio, muchas de nuestras creencias
tienen al judaísmo como antecedente. Recordemos, todos los apóstoles eran
judíos de raza. En el judaísmo, se llama "avelut" al acto del velorio
por los difuntos, incluye rezos por varios días, aniversario, etc. Aunque
muchas prácticas judías no están escritas en el Antiguo Testamento, no por
ello, dejan de formar parte de la experiencia judía ante Dios antes de
Cristo.
La veneración hacia los difuntos es
principio básico de la tradición judía. Fue el propio primer patriarca,
Abraham, quien estableció la tradición de tributar a los muertos el respeto
merecido. En su trayectoria errante, Abraham no se olvidó, de fundar el “Mearat
Hamajpelá” que sirvió de cementerio para su esposa Sara, para él mismo, para Isaac,
Rebecca, Jacob y Lea.
Para el judío, la procesión
funeraria es simple. El oficiante recita salmos y una oración en memoria del
difunto, los familiares pronuncian el rezo. En casa, los enlutados (avelim)
encienden una lamparilla en memoria del difunto, se sientan en el suelo durante
siete días (shivá); es cuando los familiares y amigos acuden para expresar el
pésame y consolar a los enlutados. Durante esa semana, se ofician en la casa
del desaparecido tanto los rezos matutinos como los nocturnos. Los deudos
suspenden todas las actividades y se abstienen de salir de la casa, salvo en
sábado o días de fiesta para asistir a los oficios de la sinagoga. Durante los
primeros 30 días después del deceso, los enlutados no se afeitan ni se cortan
el pelo. Cada fin de mes se oficia en la sinagoga o en la casa una plegaria en
memoria del difunto. El duelo estricto dura todo un año. Luego, año tras año,
se celebra el aniversario de la muerte. El sábado anterior al aniversario, los
familiares más cercanos acuden la sinagoga, donde invitan al más allegado a
leer la “haftará” (segmento escogido de
los libros de los profetas). Es costumbre visitar las tumbas en las fiestas
judías ò en el aniversario de muerte.
Habiendo mencionado estas costumbres
hebreas entorno al funeral, vale la pena citar la muerte de Lázaro según los
evangelios, para tener una perspectiva completa de lo que sucedió entre
aquellos judíos y el Mesías; “Vino, pues,
Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los
judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su la muerte de su
hermano” (San Juan 11:17-19). Sin duda, Jesús llega en el momento del “shivà”
que es el duelo judío de siete días, en el funeral ò avelut de Lázaro. Aunque
nosotros, no somos judíos, sino católicos, es bueno que conozcamos la historia
de la salvación desde Israel hasta la Iglesia. El rezo por los difuntos es
parte de la vida católica y judía. Siempre es bueno rezar por un vivo ò por un
muerto.