En el antiguo testamento están descritos
los sacrificios y las ofrendas que el pueblo de Israel debe ofrecer a Dios, es
parte del rito alimentarse de lo que se ofrece. Curiosamente, cualquier comida
cotidiana que incluya carne incluye un sacrificio. Una discusión surgió entre
los Israelitas; si la carne que se come cotidianamente incluye un sacrificio, incluyamos
ese sacrificio para cumplir con una ofrenda a Dios cada vez que comamos carne. Por
esto, Dios ordeno a Moisés una prescripción para que su pueblo aprendiera a
distinguir lo cotidiano de lo sagrado;
“Guárdate de ofrecer tus holocaustos
en cualquier lugar sagrado que veas; solo en el lugar elegido por Yahvé en una
de tus tribus ofrecerás tus holocaustos y solo allí pondrás en práctica todo lo
que te mando., … Cuando Yavhé tu Dios haya ensanchado tus fronteras, como te ha
prometido, y digas; “quiero comer carne”, puesto que deseas comer carne,
siempre que lo desees podrás comer carne. Si el lugar que elija Yavhé tu Dios
para poner allí su nombre te queda demasiado lejos, podrás matar del ganado
mayor y menor que Yavhé te haya concedido, del modo que yo te he prescrito; y
podrás comerlo en tus ciudades a la medida de tus deseos; exactamente como se
come la gacela o el ciervo lo comerás; podrán comerlo tanto el hombre puro como
el hombre que este en impureza., … Pero las cosas sagradas que tengas y las que
hayas prometido con voto, iras a llevarlas aquel lugar que haya elegido Yavhé.
Harás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar de Yavhé tu Dios.
La sangre de tus sacrificios de comunión será derramada sobre el altar de Yavhé
tu Dios, y tu podrás comer la carne”. (Deuteronomio 12:13,14, 20-22,
26-27)
En este texto del antiguo testamento
hay algo que debemos distinguir; no ofrecer sacrificios en cualquier lugar sino
en el lugar que Dios instituyó, y, la relación que tiene la sangre del
sacrificio con el altar.
En una comida ordinaria judía la
sangre no debe ser comida, debe ser arrojada al suelo pero la sangre de un
sacrificio de comunión debe ir sobre el altar. Es interesante y contundente
para el judío hacer sus sacrificios sagrados en un lugar específico y sobre el
altar, ofreciendo el servicio sacerdotal la tribu que recibió tal atribución;
la tribu de Levi. ¿Podemos encontrar para nosotros algún significado en esta
ley antigua escrita para los judíos?. Si, el hecho de que Dios y Moisés
focalicen el culto y el sacrificio en un punto colabora para que el pueblo no
se divida en su celebración de fe y para dar un signo sagrado al lugar, no un
signo “mágico”, sino sagrado porque ahí es el lugar donde se hace el sacrificio
a Dios. No hay otro lugar donde rociar la sangre del sacrificio sino ese lugar
y sobre ese altar.
Esta pedagogía del antiguo
testamento debe hacernos ver lo importante que es acudir al altar donde se
ofrece el pan eucarístico, que es el sacrificio de comunión. Muchos por ignorancia
y por tener un concepto equivocado del amor divino suponíamos que el lugar y la
acción de la misa era intrascendente; como si Dios estuviese obligado aceptar
cualquier cosa que nosotros le ofrezcamos en el lugar que a nosotros nos plazca.
Dios es amor pero no es “solo amor” es mucho mas, él también nos convoca a
encontrarnos con los demás; encontrarnos con la enseñanza, con el sacerdocio,
con el altar, con el pan y con la gracia.
Veamos como Jesús respeto el lugar
del sacrificio; el tuvo que padecer su crucifixión en Jerusalén porque hasta
ese entonces la ley judía obligaba a ofrecer el sacrificio de comunión en Jerusalén,
no en otro lugar.
Para nosotros, el pueblo del nuevo
testamento, Jesús ha dicho sobre el pan y el vino “esto es mi cuerpo, esto es
mi sangre, hagan esto como memorial…”. Podemos celebrar la Eucaristía en cualquier
lugar donde un sacerdote pueda celebrarla, pero como cristianos no podemos
deslindarnos de la misa para ofrecer cualquier cosa, pues Jesús ha dicho “hagan
esto”.