Antes de que los Israelitas fuesen
liberados por Moisés de la opresión de Egipto, y aun, antes de que el profeta
terminara de enviar la totalidad de señales y plagas sobre aquel imperio, Dios
instituye entre los hebreos la pascua como señal de un pacto. Esta consistía en
sacrificar un cordero y comer panes sin levadura. La sangre del sacrificio seria
puesta en los marcos de puertas donde habitasen los hebreos, esta sería la
señal de salvación entre el pueblo escogido y Dios.
"La sangre será vuestra señal
en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante
vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país
de Egipto. Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como
fiesta en honor de Yahveh de generación en generación. Decretaréis que sea
fiesta para siempre. Durante siete días comeréis ázimos; ya desde el primer día
quitaréis de vuestras casas la levadura. Todo el que desde el día primero hasta
el día séptimo coma pan fermentado, ese tal será exterminado de en medio de
Israel" (Éxodo 12:13-15).
La fiesta de la pascua judía es celebrada
hasta hoy –entre judíos- y hace alusión a la libertad otorgada por Dios para
Israel. Ningún israelita puede considerarse un judío completo si no celebrar la
pascua, el evento no se pone a discusión entre la comunidad hebrea, es simplemente
una obligación de fe.
Comer del pan de la pascua hebrea
implica un respeto y una preparación física, como se cita en el último verso: “todo
el que desde el día primero hasta el día séptimo coma pan fermentado, ese tal será
exterminado de en medio de Israel”. No abstenerse de esta norma implica la
muerte espiritual para un judío.
El antecedente de la pascua judía es
importante para nosotros los católicos. En el nuevo testamento, Jesús es
presentado como cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esta semejanza
entre la pascua judía y la vida de Jesús debe hacernos reflexionar en la pedagogía
que Dios ha manifestado a este mundo, de tal forma que, podamos disfrutar de una
mejor manera los sacramentos que nos han sido entregados.
Es Jesús quien expresó; “si no coméis
la carne del hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros…”
(San Juan 6:53). La frase no debe ser leída como una exclusión ó una amenaza,
sino como una invitación a la vida, siendo el antiguo testamento el antecedente
de esta realidad que Dios desea presentar en la sangre de Jesús.
Estar lejos de la carne y sangre de Jesús,
nos hará permanecer en muerte espiritual, en un lugar donde el pecado no es
distinguido y la santidad no es disfrutada. De alguna forma, la ofrenda de Jesús,
su cuerpo eucarístico, nos fortalece ante la calamidad espiritual del pecado.
Para concluir esta reflexión., Dios,
antes de entregar la libertad a los hebreos de Egipto, opto por dar la sangre
del sacrificio como signo de salvación, y, solicito al pueblo de Israel no
olvidar este evento y perpetuarlo entre sus generaciones. ¿Qué acaso Jesús no
ha hecho lo mismo con nosotros?, ¿Qué acaso no dijo al instituir la Eucaristía;
“hagan esto como memorial”?. Participemos de esta invitación a la salvación,
esta invitación a la vida.