Recientemente compartí una reflexión
sobre el faraón de Egipto, hombre que oprimió al pueblo de Israel cuando este
se multiplicó y supero en número a los egipcios. El faraón suponía que los
hebreos en algún momento se sumarian a sus enemigos y bajo este supuesto los
consideraba una amenaza. Por las cartas de San Pablo sabemos que los hebreos
permanecieron cuatrocientos años en Egipto, es notorio que faraón nunca considero
a los hebreos como parte de su pueblo. El temor del faraón bajo sus propias
suposiciones lo hace ir no solo en contra de los hebreos, sino también, en
contra de los no nacidos;
"Luego el rey de Egipto se
dirigió a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá y la
otra Púa; les dijo: “Cuando asistan a las
hebreas, y ellas se pongan de cuclillas sobre las dos piedras, fíjense bien: si
es niño, háganlo morir; y si es niña, déjenla con vida”. Pero las parteras
temían a Dios, y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino
que dejaron con vida a los niños. Entonces el rey llamó a las parteras y les
dijo: “¿Por qué han actuado así, dejando
con vida a los niños?”. Las parteras respondieron: “Es que las mujeres hebreas no son como las egipcias. Son más robustas
y dan a luz antes de que llegue la partera”. Dios estaba con las parteras,
así que el pueblo creció y llegó a ser muy fuerte; y a las parteras, por haber
temido a Dios, les concedió numerosa descendencia. Entonces Faraón dio esta
orden a todo el pueblo: “Echen al río a
todo niño nacido de los hebreos, pero a las niñas déjenlas con vida”
(Éxodo, 1:15-22).
El tema se vuelve actual si lo
cotejamos con la realidad que vivimos hoy en día; el derecho a la vida, pues,
quienes se ostentan de ser una generación progresista promoviendo la
interrupción del embarazo, en realidad están promoviendo actitudes similares a
las del faraón, promoviendo leyes, obligando a los parteros, a los médicos, a
que perviertan su profesión haciendo del lugar de parto un matadero, un rastro.
Quien busca el aborto es un ser que
tiene temor al futuro, igual que el faraón, tiene temor amar, temor a
contemplar la vida que viene y disfrutarla.
La vida no puede ser vivida bajo un
elitismo que nos invita a sostener nuestro egoísmo cerrando paso a la vida. Hay
una luz de vida que se refleja en el rostro del que nace, esa luz nos mueve y
motiva, es el recién nacido indefenso que depende del afecto de todos nosotros.
El aborto es la consecuencia de la carencia del afecto social, de una comunidad
que se niega a recibir más miembros y se confabula para matarlos.
Siempre habrá apologías del aborto;
“permitirlo para evitar la muerte de mujeres en abortos clandestinos”, pero
simplemente debemos considerar, estas mujeres pudiesen estar vivas si hubiesen
decidido dar a luz en un centro de salud, pero prefirieron exponerse al
peligro, su deseo fue asesinar al ser de sus entrañas y recibieron el mismo pago; “todos los que
pelean con la espada, también a espada morirán”. Esas mujeres que fallecieron
por un aborto clandestino necesitaron la predicación de algún discípulo de
Jesús, que fuese luz y guía, profeta del mensaje de esperanza para vencer los
dardos del tentador.