Por motivos de trabajo visite Ciudad Juárez,
Chihuahua. Al terminar mi jornada encontré $20 dólares tirados en la banqueta,
esa casualidad me pareció la invitación para cruzar al Paso, Texas.
La ciudad del Paso me sorprendió por la cantidad
de ofertas. Entre tantas tiendas encontré una de artículos electrónicos;
estéreos, bocinas, etc., en esa tienda también encontré artículos religiosos.
En la estantería había muchísimas estampitas con oraciones de distintos santos,
escogí una al azar, al mirar el reverso leí “la oración del migrante”, el
nombre de aquel Santo fue Toribio Romo. Esto me sorprendió por el antecedente
que vivimos en México con la caravana migrante, y más, porque una amiga y yo
desde hace tiempo visitamos el Instituto Nacional de Migración. Precisamente, queremos
renovar las visitas con una intención bíblica y reflexionar en la sabiduría de
las Escrituras al lado de los migrantes detenidos.
El asunto de la tienda lo consideré una simple
casualidad –es una ciudad fronteriza, es lógico encontrar cosas así-. Regresé a
ciudad Juárez y me dedique a contemplar la ciudad mientras caminaba. Llegada la
hora de comer, anduve por varios negocios de comida buscando quien pudiese facturar
mis viáticos. Visite varios comercios y ninguno facturaba. Cansado de tanto
caminar sin encontrar lugar, me decidí por un negocio que estaba completamente
vacío -pensé que aquel lugar no tendría buena comida-, decidí darles la
oportunidad y me dispuse a pedir la carta. Pedí un caldo de res, cuando el
mesero puso el plato en la mesa no era lo que imagine -volví a creer que me
había equivocado de lugar-. Al terminar pedí la cuenta, el mesero contesto “ahorita
te la llevo”, al ver que no venia conteste; “no te molestes, voy a caja y
pago”. Cuando estaba en la caja me sorprendió ver de lado derecho la misma
estampa de Santo Toribio Romo pegada sobre un espejo. Le dije al mesero
-Toribio es muy conocido en Ciudad Juárez, ¿verdad?- ¿Quién es ese? –Toribio,
el hombre de la estampa, el de los migrantes- No sé quién es, no sabía que era
de los migrantes, tampoco se quien pego esa estampa aquí. Aquí está tu cambio-.
Al concluir la plática con el mesero entendí que Toribio deseaba estar presente
en aquella visita en Ciudad Juárez, su motivo era la migración.
No soy muy devotó de los santos –salvo San Pablo
y la Virgen María-. Pero la insistencia de Toribio me pareció como ese hermano
que desea sumarse a la iniciativa de otros hermanos. En la casualidad, pude visitar
cualquier otra tienda, escoger cualquier otra estampa, otro restaurante, pude
recibir la cuenta en mi mesa sin necesidad de ir a la caja, pero tuvo que ser
así, porque la actitud del hermano que vive en santidad es esa, buscar la forma
posible ó imposible para estar presente y dar ánimo a los hermanos a razón de
fortalecer la obra de Dios.
Hay que apoyar el migrante en su necesidad
material sin olvidar que hay también necesidades espirituales. Los santos dan
testimonio de esa vida, la vida gloriosa.
Esta anécdota en Juárez con San Toribio me hace
recordar aquel texto del apóstol San Pedro, donde él se empeña para guiar a los
hermanos siempre, incluso, después de su muerte; “Me parece justo, mientras me
encuentro en este cuerpo, estimularlos con el recuerdo, sabiendo que pronto
tendré que dejar mi cuerpo, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesús.
Pero pondré empeño en que, en todo momento, después de mi partida, podáis
recordar estas cosas” (2da de Pedro 1:13-15).