“De
esta manera me esforcé en anunciar el evangelio, no donde Cristo ya era
conocido, para no edificar sobre el fundamento de otro” (Romanos 15:20).
He
decidido iniciar esta reflexión sobre la importancia de la evangelización en
los medios utilizando este verso de San Pablo. Parece que el texto de romanos
va en oposición a la intensión que deseo manifestar. ¿Para qué evangelizar
donde ya se evangelizó?, ¿Acaso San Pablo anunció lo que ya fue anunciado?. No,
San Pablo no anuncio lo que ya fue anunciado y precisamente por esto necesitamos
distinguir la diferencia entre la evangelización de San Pablo y la nueva
evangelización que la Iglesia plantea para este siglo.
La
evangelización es compartir el anuncio de la obra redentora y salvífica de
Jesucristo, sin embargo, en el contexto actual de la sociedad se entiende quién
fue Cristo, que hizo y hasta que enseñó, pero se asimila como una “marca conocida”
entre tantas y no como una experiencia vivida en la mística de la gracia que
transforma y mas puntualmente dentro de la Iglesia Católica. En el contexto de
San Pablo la marca “Jesús” era algo desconocido y por lo tanto nuevo, en
nuestro entorno se conoce sin vivirse o se mal vive dentro de la catolicidad, este
mal vivir de los católicos –por ignorancia, falta de fe o complicidad- es obstáculo
para la nueva evangelización católica que pretende encontrar a Jesús en medio
de una fe que parece asimilada y agotada, asemejándose la Iglesia Católica a un
pozo aparentemente seco del cual intentamos sacar agua. Es posible lograrlo
porque el principal motor que mueve a la Iglesia es el Espíritu y este soplará
desde el ángulo menos previsto para impulsar la obra que ha iniciado desde la resurrección.
Es
necesario que los hombres católicos dispuestos retomen la humildad y reconozcan
que las veredas nuevas no han sido caminadas y que si creen que algo conocen, no
lo conocen del todo. Al referirnos a la nueva evangelización como una
motivación del Espíritu, será necesario que nosotros mismos –los comunicadores-
nos evangelicemos día con día, redescubriendo a Cristo y su Iglesia en nuestra
conversión diaria, estudiando la obra teológica asociándola a nuestra vida en
comunidad, trabajando para recibir la gracia siendo hombres de oración y
sacramentos pues la nueva evangelización no es un prosélito que consista
simplemente en convencer “a cuanta más gente podamos”, sino vivir la vida en
Cristo y ser luz para los demás a razón de que otros tengan hambre de salir de
su tiniebla, sus malas acciones y así mismo nosotros tener la preparación
suficiente para dar motivos de nuestra fe. ¿Cómo creceremos en nuestra fe si no
la estudiamos?, ¿Cómo creceremos en caridad sino la vivimos?, ¿Cómo estimaran
otros la gracia sacramental si nosotros no la procuramos?.
¿Si
la evangelización no es un prosélito entonces para que estar en los medios anunciándola?.
Es necesario que la Iglesia Católica participe y se exprese por los medios
posibles para educar en la fe y sobre todo manifestar el modo de vida que
anhela el cristianismo; justo, virtuoso, prudente, solidario, lleno de esperanza
y santo, pues si el bombardeo de la expresión secular en los medios actuales
pervierte, la expresión católica convierte. ¡Amén!.