Moisés es uno de los personajes claves del antiguo testamento. Para los Israelitas la presencia de Moisés en la historia hebrea es de gran orgullo porque fue el hombre que hablo cara a cara con Dios. Pocos ó quizá ningún personaje del antiguo testamento a tenido la oportunidad de contemplar a Dios cara a cara.
Nosotros dentro de la nueva alianza hablamos con Cristo, hacemos oraciones, visitamos al Santísimo, escuchamos su voz y el nos escucha, pero aun así, no podemos contemplar a Dios cara a cara como lo hizo Moisés, sino que a Dios lo vemos por medio de la Fe y lo escuchamos por medio de la Iglesia, pretendemos hacer su voluntad pero desconocemos su rostro aunque sabemos que es bello.
En la transfiguración los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan presenciaron la gloria de Cristo cuando Éste resplandeció en el monte, apareciendo a su lado Moisés y Elías. Ningún otro Apóstol fue testigo de esto, en este pasaje podemos ver a los personajes centrales de las dos alianzas mirando a un Cristo glorioso, esto también es un símbolo, pues el antiguo testamento: “Moisés y Elías” y el nuevo testamento: “Pedro, Santiago y Juan” miran hacia lo mismo: hacia Cristo. Las dos alianzas ven lo mismo pero desde distinto ángulo, Israel desde la espera del Mesías y nosotros desde su resurrección y su retorno.
Pero, ¿Qué tienen de especial estos personajes que pudieron presenciar su Gloria y hablar cara a cara con El?. Sin duda eran escogidos, personas piadosas y de una fe sincera. Por ejemplo en el caso de la conversión de Saulo de Tarso rumbo a damasco ve una gran luz pero queda “ciego y no ve, pero si escucha”, nosotros no vemos a Dios pero si lo escuchamos.
Jesús dijo en una de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (San Mateo 5:8), tal vez hacer uso literal de este verso es algo injusto, pero si recordamos a nuestros semejantes, ¿a cuantos de ellos podemos hablarles cara a cara?, “quizá a todos ó quizá a ninguno”. Sabemos que para poder hablar cara a cara con alguien es necesario haber saldado todas las cuentas pendientes ó no tener nada de que avergonzarse. A veces pretendemos escudarnos solamente en la fe, para acercarnos a un Dios que no vemos, ni tocamos, y a su vez, podemos vivir años sin dirigirle la palabra a nuestro prójimo y sin pretender saldar alguna cuenta con el. Literalmente no vemos ni a Dios ni al prójimo pero decimos: “a Dios lo vemos por la fe”, aunque a veces ni lo escuchamos tampoco.
Sin duda es necesario tener un corazón puro para poder ver a Dios. Empecemos a hablándole al prójimo de frente, sin mentira, ni adulaciones ó sobornos, sin pretensión sino de forma sincera, recordemos que Jesús nos enseño que todo lo que le hagamos al prójimo a El se lo hacemos. Hay que purificarnos para poder mirar a todos cara a cara.