Jehú
fue el monarca que sucedió al rey Ajab, fue consagrado por el profeta Eliseo
para ser rey de Israel. La Sagrada Escritura narra como Jehú acabo con el culto
al ídolo pagano Baal:
“Después reunió Jehú a todo el pueblo e hizo esta proclama: “Ajab
sirvió sólo un poco a Baal, Jehú lo servirá mucho mejor. Que se reúnan en
torno a mí todos los profetas de Baal, todos sus ayudantes, todos sus
sacerdotes, que no falte nadie, porque tengo que ofrecer un gran sacrificio a
Baal. Los que no vengan serán condenados a muerte”. Era una trampa, pues así
quería Jehú dar muerte a todos los que servían a Baal. Jehú añadió: “Convoquen
a una asamblea solemne en honor de Baal”. Ellos la convocaron. Jehú despachó emisarios por todo Israel y se reunieron todos los
servidores de Baal; no faltó ninguno. Entraron en la casa de Baal, que se llenó
de bote en bote. Jehú había dicho al hombre encargado de las vestimentas: “Saca
las vestimentas para todos los servidores de Baal”, y aquél había sacado las
vestimentas. Cuando Jehú llegó a la casa de Baal junto con Yonadab, hijo
de Reab, dijo a los seguidores de Baal: “Averigüen y cerciórense de que aquí no
haya ningún servidor de Dios sino sólo los secuaces de Baal”. Luego entró
para ofrecer los sacrificios y los holocaustos. Jehú
había ubicado afuera a ochenta hombres, a los que había dicho: “Entregaré a
esos hombres en sus manos; si alguno de ustedes deja escapar a uno solo, pagará
con su vida”. En cuanto terminó el holocausto, Jehú dijo a los guardias y
a sus oficiales: “Entren, maten y que no escape nadie”. Los guardias y sus
oficiales les dieron muerte a espada; mientras avanzaban hasta el santuario del
templo de Baal, iban tirando para afuera los cadáveres. Botaron el poste
sagrado de la casa de Baal y lo quemaron; en seguida demolieron el altar
de Baal y lo convirtieron en un basural que existe todavía hoy. Así fue como Jehú hizo que desapareciera el culto a Baal en Israel”.
(2do Libro
de los Reyes 10, 18-28)
El
relato desde la óptica cristiana a la luz del nuevo testamento suena
sanguinario e injusto y más cuando en nuestros días muchos cristianos son
perseguidos por su fe convirtiéndose en mártires. No daré una apología de estos
mártires de Baal, solo señalo como en todo tiempo muchos hombres –como Jehú-
son capaces de asesinar por una fe y a su vez muchos otros son asesinados por
celebrar una fe.
Sin
emitir juicios sobre Jehú, ni justificar el culto a Baal, debo advertir que el
personaje actuó conforme a la moral y fe de su tiempo, siendo el entendimiento
de su religión el incentivo y limitante para interpretar la fe en su tiempo.
Desde esta óptica cabe mencionar la dualidad que existió en el apóstol San
Pablo, pilar del pensamiento neo testamentario, hombre que antes de su
conversión vivía como fariseo haciéndose llamar Saulo, que por amor a Dios y
apego a las leyes de Moisés persiguió cristianos consintiendo la detención y
muerte, y que tras su conversión al cristianismo por amor a Dios y a Jesús paso
de verdugo a mártir del cristianismo, dando su vida, muriendo decapitado por
amor al evangelio.
El
hombre está dispuesto a morir y asesinar por una fe, tanto el judío que muere
por su fe, el musulmán que se inmola por su fe, el cristiano que muere por su
fe, etc. Fuera del sentir religioso esta también el hombre que está dispuesto a
morir por su convicción; el soldado que está dispuesto a morir por su patria,
el sicario que está dispuesto a morir por su cartel, el activista que está
dispuesto a dar su vida por su convicción.
El
hombre arriesga su vida por lo que cree, por lo que quiere y por lo que siente,
pero la pregunta es, ¿Qué obtendremos por entregar la vida?, ¿Qué se obtiene
por seguir una vanidad?, nada. El cristianismo ofrece la resurrección y la vida
eterna para los justos, no olvidemos esa promesa y pasemos de ser verdugos de
los demás a ser mártires por Cristo. Pidamos esa fortaleza para quien vive ese
momento tan difícil.