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domingo, 24 de noviembre de 2019

Martires de Baal


            Jehú fue el monarca que sucedió al rey Ajab, fue consagrado por el profeta Eliseo para ser rey de Israel. La Sagrada Escritura narra como Jehú acabo con el culto al ídolo pagano Baal:
            Después reunió Jehú a todo el pueblo e hizo esta proclama: “Ajab sirvió sólo un poco a Baal, Jehú lo servirá mucho mejor. Que se reúnan en torno a mí todos los profetas de Baal, todos sus ayudantes, todos sus sacerdotes, que no falte nadie, porque tengo que ofrecer un gran sacrificio a Baal. Los que no vengan serán condenados a muerte”. Era una trampa, pues así quería Jehú dar muerte a todos los que servían a Baal. Jehú añadió: “Convoquen a una asamblea solemne en honor de Baal”. Ellos la convocaron. Jehú despachó emisarios por todo Israel y se reunieron todos los servidores de Baal; no faltó ninguno. Entraron en la casa de Baal, que se llenó de bote en bote. Jehú había dicho al hombre encargado de las vestimentas: “Saca las vestimentas para todos los servidores de Baal”, y aquél había sacado las vestimentas. Cuando Jehú llegó a la casa de Baal junto con Yonadab, hijo de Reab, dijo a los seguidores de Baal: “Averigüen y cerciórense de que aquí no haya ningún servidor de Dios sino sólo los secuaces de Baal”. Luego entró para ofrecer los sacrificios y los holocaustos. Jehú había ubicado afuera a ochenta hombres, a los que había dicho: “Entregaré a esos hombres en sus manos; si alguno de ustedes deja escapar a uno solo, pagará con su vida”. En cuanto terminó el holocausto, Jehú dijo a los guardias y a sus oficiales: “Entren, maten y que no escape nadie”. Los guardias y sus oficiales les dieron muerte a espada; mientras avanzaban hasta el santuario del templo de Baal, iban tirando para afuera los cadáveres. Botaron el poste sagrado de la casa de Baal y lo quemaron; en seguida demolieron el altar de Baal y lo convirtieron en un basural que existe todavía hoy. Así fue como Jehú hizo que desapareciera el culto a Baal en Israel”. (2do Libro de los Reyes 10, 18-28)
            El relato desde la óptica cristiana a la luz del nuevo testamento suena sanguinario e injusto y más cuando en nuestros días muchos cristianos son perseguidos por su fe convirtiéndose en mártires. No daré una apología de estos mártires de Baal, solo señalo como en todo tiempo muchos hombres –como Jehú- son capaces de asesinar por una fe y a su vez muchos otros son asesinados por celebrar una fe.  
            Sin emitir juicios sobre Jehú, ni justificar el culto a Baal, debo advertir que el personaje actuó conforme a la moral y fe de su tiempo, siendo el entendimiento de su religión el incentivo y limitante para interpretar la fe en su tiempo. Desde esta óptica cabe mencionar la dualidad que existió en el apóstol San Pablo, pilar del pensamiento neo testamentario, hombre que antes de su conversión vivía como fariseo haciéndose llamar Saulo, que por amor a Dios y apego a las leyes de Moisés persiguió cristianos consintiendo la detención y muerte, y que tras su conversión al cristianismo por amor a Dios y a Jesús paso de verdugo a mártir del cristianismo, dando su vida, muriendo decapitado por amor al evangelio.       
            El hombre está dispuesto a morir y asesinar por una fe, tanto el judío que muere por su fe, el musulmán que se inmola por su fe, el cristiano que muere por su fe, etc. Fuera del sentir religioso esta también el hombre que está dispuesto a morir por su convicción; el soldado que está dispuesto a morir por su patria, el sicario que está dispuesto a morir por su cartel, el activista que está dispuesto a dar su vida por su convicción.  
            El hombre arriesga su vida por lo que cree, por lo que quiere y por lo que siente, pero la pregunta es, ¿Qué obtendremos por entregar la vida?, ¿Qué se obtiene por seguir una vanidad?, nada. El cristianismo ofrece la resurrección y la vida eterna para los justos, no olvidemos esa promesa y pasemos de ser verdugos de los demás a ser mártires por Cristo. Pidamos esa fortaleza para quien vive ese momento tan difícil.