Dijo Benedicto XVI que
una de las más grandes tentaciones de la Iglesia es ceder a los poderes
terrenos y convertirse en un instrumento de poder dejando a un lado su papel
principal: ser el cuerpo de Cristo en la tierra. Para esto, deseo citar dos
tentaciones de Jesús en las cuales el se niega a ser proclamado Rey antes de
tiempo. La primera tentación aparece después de la multiplicación de los panes
y la segunda en el desierto.
Tomó
entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que
estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged
los trozos sobrantes para que nada se pierda”. Los recogieron, pues, y llenaron
doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los
que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: “Este
es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo”. Dándose cuenta Jesús de
que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al
monte él solo (San Juan 6; 11-15). La multiplicación de
los panes presenta un beneficio inmediato para el pueblo: saciar la necesidad.
El pueblo no desea proclamar Rey a Jesús para adorarlo, sino para recibir de
los beneficios; liberarlos de la opresión romana, restaurar el Estado de Israel
y sobre todo obtener más milagros. El pueblo busca un personaje que resuelva
sus problemas.
La segunda tentación es
la de Jesús en el desierto; Llevándole a una altura le mostró en un
instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: “Te daré todo el
poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la
doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya”. Jesús le respondió:
“Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (San Lucas
4:5-8). Podemos encontrar un patrón similar, el enemigo busca su beneficio
y le ofrece hacerlo Rey. Jesús se niega al igual que con el pueblo, pues, el
engaño queda manifestado, se busca el beneficio propio y no un deseo puro de coronar
a Jesús. El Cristo de cumplir con la petición del Padre, ser Rey pasando por la
cruz y no bajo las peticiones ó condiciones de nadie más.
Una vez que Jesús fue
crucificado, Poncio Pilato pone un letrero arriba de la cruz; “Jesús Nazareno,
Rey de los Judíos”, los judíos se molestan por el titulo y no por la
crucifixión, mientras que Jesús crucificado permanece en silencio ante este
título dado por Pilato. Como ya mencione, una de las grandes tentaciones de la
Iglesia es ceder a los poderes terrenos y convertirse en un instrumento de
poder dejando a un lado su papel principal. Pilato se refiere a Jesús como
“Rey” en el preciso momento cuando Jesús muestra su mayor debilidad, un hombre
clavado a un madero bajo los ojos de cualquiera no puede otorgar ningún
beneficio, solo le resta morir.
Para Benedicto el poder
terreno representa una tentación para la Iglesia a lo largo de la historia. Nosotros
como fieles podemos caer en este juego, desear coronar a Jesús en nuestras
vidas no para darle gloria, sino para que los demás nos admiren y nos aplaudan
por nuestra devoción. Es meritorio aferrarse a la humildad.