Mi maestro, un abogado,
entro por primera vez a nuestra aula y pregunto; “¿para qué sirve la ley?”,
nosotros, un grupo de ingenieros y arquitectos que cursábamos la materia de
legislación en la construcción sin conocer términos de abogacía contestamos; “pues,
las leyes sirven para hacer justicia…”. El abogado, en tono agradable se rio de
nosotros y nos dijo; “No, las leyes no están para hacer justicia. Las leyes
están simplemente para ser aplicadas, pues, en un juicio hay dos partes; uno
que denuncia y otro que afirma ser inocente. La ley solo defiende los intereses
de aquel que pueda sostener con evidencias su acusación. La ley civil solo
defiende intereses”. La ley funciona para establecer el orden.
Según la teoría
política de Thomas Hobbes, quien en el siglo XVII sostuvo que el hombre es tan
egoísta por naturaleza, que si no tuviera un freno, un poder superior que lo
limitara, se destruiría a sí mismo, durante siglos, según Hobbes, ese poder
superior limitativo fue imaginario y estaba representado por Dios en los
gobiernos teocráticos, pero en las sociedades modernas es papel del Estado
laico ser ese límite que evite que los hombres dentro de una sociedad se
aniquilen mutuamente; es decir, que una sociedad existe porque hay alguien que
la gobierna y la controla, y tiene el poder y la fuerza para hacerlo. El Estado
establece el orden mediante las leyes y es así como la sociedad puede convivir
con justicia ó sin ella.
El nacimiento del
concepto de “Estado laico” surge en Francia a finales del siglo XIX en un contexto
cristiano. El Estado laico establecía la separación entre la Iglesia y el
Estado. Tras el surgimiento del protestantismo, Europa se dividiría por los
credos. La teocracia no podía establecer un orden ecuánime entre tantas
fracciones cristianas, por lo tanto, el Estado debía establecer el orden fuera
del dogma. En esta separación entre Iglesia y Estado, podemos entender dos
preceptos; “ley y mandamiento”, refiriéndome a “la ley” como la norma civil
aplicada por el Estado para establecer el orden público y no lo que es justo
como ya mencione. Por otra parte, el mandamiento, que corresponde a los
preceptos enseñados por la Iglesia, que persiguen el orden público al igual que
el Estado, pero que buscan perfeccionar el interior humano por medio de los valores
religiosos; caridad, perdón, moral, purificación, penitencia. Mientras que, el
Estado solo se limita al orden publico sin interesarse por el interior de la
persona. El Estado aplica la ley para establecer el orden social y no para
sanar el interior de las personas.
México vive procesos de
cambio, se modifican las leyes, es normal que los creyentes nos sintamos
confundidos. San Pablo ya en el primer siglo comprendía esta diferencia entre
la conducta social de su tiempo y el mandamiento que corresponde a la Iglesia
cuando dice; “todo me es licito, mas no todo me conviene hacer…”. Al referirse
a que “todo le es lícito” se refiere a su libertad de operar de acuerdo a la ley
civil ó la costumbre, pero, cuando habla “no todo me conviene” el Apóstol añade
la conciencia cristiana que corresponde al mandamiento, él prefiere hacer lo
que le edifica apegado al cristianismo. Como creyentes comprendamos bien la diferencia, el Estado tiene
leyes que establecen el orden y protegen intereses, la Iglesia tiene mandamientos
que perfeccionan y satisfacen el interior humano.