En una época de mi vida pensaba que comulgar y
confesarse no era algo necesario, creía solo bastaban las buenas obras para
entrar al cielo, lo creía de un modo personal, sin tener conocimiento de la
biblia, ni profundizar en mi fe católica. Entiendo que mucha gente ha dejado de
prestar atención a los sacramentos por ignorancia. Si alguno de nosotros siente
esta ambivalencia: “obras buenas” ó “sacramentos”, hacer tal distinción es un pensamiento
torcido. Un católico no tendría porque decidir entre uno ú otro, sabe que son
las dos, me atrevo a decir que es el mismo demonio quien ha puesto la duda;
“¿Para que los sacramentos si podemos hacer caridad y entrar al cielo?”., explicare
el porqué.
La eucaristía es un regalo, supongamos; Dios
desea regalarnos un automóvil, ¿decidiríamos recibirlo ó no?, ¡no lo haríamos!,
de inmediato diríamos que sí. Dios desea regalarnos la vida eterna y nos provee
de la gracia mediante los sacramentos, esto es sumamente claro y firme en las
Escrituras, cuando Cristo se refiere a la Eucaristía expresa; “El que come mi
carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final”
(San Juan 6:54). ¿Alguna duda?.
El demonio nos aleja poco a poco de la eucaristía,
para entender la sutil tentación hagamos un paralelo usando la biblia. El libro
del Génesis describe como Dios entrego la creación al ser humano pidiéndole no
comer del árbol de la ciencia del bien y del mal; “De todo árbol del huerto
podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás,
porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:16). La
serpiente fue el tentador, engañando a Eva los invito a comer, afirmando que no
habría consecuencias, serian iguales a Dios. De esta forma pecaron y fueron
expulsados del Edén, tras la salida, Dios expresa; "El hombre ha llegado a
ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser
que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para
siempre. Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la
tierra de la que había sido sacado. Y después de expulsar al hombre, puso al
oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada
zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida" (Génesis 3:22-24).
En estos versos se pueden distinguir signos eucarísticos; comer para tener
acceso a la vida eterna, y obviamente, la prohibición y custodia del árbol de
vida, Adán y Eva no debían comerlo porque habían pecado. Algo similar ocurre
con la Eucaristía, quien está en pecado no debe comerla, le hace un mal.
Hoy tenemos las cosas al revés, no vivimos
dentro del Edén sino en el mundo, podemos apreciar la eucaristía como ese árbol
que nos otorga la vida eterna, al sacerdote como ese Ángel que la custodia
usando la espada – la Palabra de Dios – y que nos permite acezar a ella absolviéndonos
de nuestros pecados, pero también el demonio nos asecha, no se disfraza de
serpiente aunque se opone a que los hombres comulguen, sus argumentos son como gotas
de aguas negras que poco a poco empuercan la fe de los hombres, siendo astuto
nos dice a solas; “¿Para qué comulgar?, haciendo caridad también puedes
salvarte”. Hasta alejarnos totalmente del regalo que Dios nos entrega.
En el Edén, Dios dijo “no coman” y el tentador
con su engaño los hizo comer, hoy Jesús dice “coman” y el nos hace creer que no
es necesario. Hagamos caso a Jesús; el que come tiene vida eterna. Hay que
buscar la absolución para poder comer.