En la reflexión de la
semana pasada trate el tema: “¿Por qué mataron a Jesús?”, afirmando que, tras
el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús ofrece un discurso
eucarístico que provoca la deserción de algunos discípulos e intensifica el
deseo de los judíos por matarlo (San Juan 7:1). De este discurso, capítulo seis
del evangelio de San Juan, se desprenden frases como; “Yo soy el pan vivo
bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo
daré es mi carne para la Vida del mundo…” (v. 51), “Les aseguro que si no comen
la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes…”
(v. 53). Estos pasajes del evangelio siguen siendo motivo de discusión entre
grupos cristianos por la presencia de Jesús en el pan.
Curiosamente, a
finales de octubre, el Papa Francisco asistió como invitado al encuentro
ecuménico en Suecia – celebrado por protestantes – en el aniversario de la
reforma protestante. Francisco actúo con sabiduría e integridad siguiendo la
filosofía del encuentro, en un discurso centrado en estar unidos en lo que
tenemos en común y no enfocarnos en aquello que nos divide. Francisco abogo por
los migrantes, los marginados y los desprotegidos del mundo, cosa muy sabia.
Sin embargo, debemos
entender que los luteranos no conciben una teología como la nuestra entorno a
la Eucaristía, para ellos, el pan y el vino son presencia de Cristo solo dentro
de la celebración y no en el sagrario, cuando el culto luterano termina ellos
son libres para hacer con el pan lo que les plazca, incluso, tirarlo a la
basura. Para los católicos, la presencia permanece una vez consagrado el pan y
el vino, la solemnidad no debe perderse jamás. ¿Quién tiene la razón?, es una
pregunta difícil de contestar pero actuemos simplemente usando la lógica;
¿Dónde podríamos perder más delante de Dios?, ¿creyendo que la presencia se va
ó se queda?, si la presencia se queda y creemos que se va caeríamos en
profanación por ser ignorantes, si la presencia se va y creemos que se queda,
¿no pide la biblia tratar con sumo cuidado los utensilios del templo?, si lo
pide, recordemos el juicio que recibió el rey Belsasar cuando este dio uso
común a las copas y tazones del templo de Dios, evento narrado en el libro de
Daniel (cap. 5). Todo lo del templo es sagrado por ser casa de Dios.
Existe un antecedente
pre eucarístico en el antiguo testamento, este es “los panes de la
proposición”, estos eran los panes consagrados por los sacerdotes para estar en
ofrecimiento constante en el templo de Dios. Cuando se ordena la construcción
del tabernáculo ó templo con Moisés, Dios ordeno; “Y pondrás sobre la mesa el
pan de la Presencia perpetuamente delante de mí…” (Éxodo 25:30). Para que
tengamos una idea del significado de estos panes según el viejo testamento,
existe un episodio importante; cuando David y su gente sintieron hambre y se
presentaron ante el sacerdote Ajimelec, el sacerdote no tenía que ofrecerles y
permitió que comieran los panes de la proposición, pero el sacerdote, exigió a
David y a su gente estar en estado de pureza para poder comerlos, ósea, no podían
comerlos estando en pecado (1era de Samuel cap. 21, v. 5-7). El pan de la
proposición del antiguo testamento jamás perdió su condición sagrada. Este es
un paralelo eucarístico evidente y claro. En la nueva alianza el pan se
consagra – como lo pido Jesús – y cuando nosotros comemos del pan, comemos de
la ofrenda perpetua por nuestros pecados; el sacrificio del cordero, Jesús.
Algo debemos meditar
de las palabras de Jesús; “El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan
que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…”, si el que come del pan vive
eternamente, ¿por qué la presencia de Cristo habría de morir en el pan?, más
bien, también debe vivir eternamente.