En una ocasión platicando con un
amigo ateo le afirmé que en los asuntos del evangelio el “saber” no basta, el
“saber no es superior al “hacer”. Le puse de ejemplo las antiguas generaciones católicas que
escuchaban misas solo en latín, si comparamos la vida familiar que ellos
tuvieron encontraremos valores más sólidos que las presentes generaciones que
escuchan la misa en español., esto puede apreciarse en el modo de vida moderno.
No sirve de nada escuchar lecturas bíblicas en un templo si estas enseñanzas no
se toman en cuenta para las decisiones del diario vivir.
Constantemente nos referimos a Jesús
como el buen pastor, todos conocemos la imagen de ese Jesús piadoso sosteniendo
a una oveja en un atardecer, pero ¿Jesús es pastor de quién?, sin duda es pastor
de toda la humanidad pero ¿todos querrán ser ovejas de Jesús?. No lo sé, lo que
se, es que el individuo que desea ser pastoreado por Jesús debe tener la
intención de conocer sus enseñanzas, si no tiene tal intensión ¿Cómo ó de qué
forma será pastoreado por Él?.
El evangelio no es una “fórmula
mágica”, afirmar “creo en Jesús” no es el “passwod” ó la contraseña para entrar
el Reino de los Cielos. “¿Por qué me llaman: “Señor, Señor”, y no hacen lo que
yo pido?” (S. Lucas 6:46). ¿Por qué llamamos pastor a Jesús y terminamos
pastoreados por nuestros intereses, por los chismes, los medios ó los malos
ejemplos?, ¿y cómo seremos pastoreados por Él si nos falta fe, nos falta
conocimiento de su doctrina, y sobre todo, nos falta amor por Cristo y su
Iglesia?.
Todas estas deficiencias debemos
pedirlas en oración, el Espíritu de Jesús está dispuesto a proveer todo lo
necesario para completar en nosotros estas carencias espirituales, y lo hace de
modo oculto en la intimidad ó de modo público en los sacramentos. Pero el que
no pide no recibe, y el que no sabe de que carece no sabe que pedir. Por eso es
necesario meditar en la vida de Jesús y los santos para comprender lo grande
que es Él y aprender a ver lo insignificante que somos. Porque solo mirando a
lo más grande podemos aspirar a ser más grandes de lo que ya somos. Cristo no
nos limita, él está dispuesto para que crezcamos incluso al nivel de cualquier
santo, siempre y cuando este deseo sea un genuino amor a la gracia y no el
pecado de nuestro egocentrismo.
Conocer a Jesús es como un sabor
agridulce, nos conforta y nos confronta, es doloroso como una inyección que cura.
El hombre que lo ha encontrado sabe que no tiene otra opción porque las
enseñanzas de Jesús son el camino correcto, el camino para convertirnos en hombres
justos, hombres de piedad, hombres apegados a la verdad despojados de todo tipo
de engaño, perversión y degradación. Por eso es dulce porque el fruto de
cosechar sus enseñanzas lo es, y es agrio porque la corrección es
dolorosa.
Es Jesús el buen pastor, y al ser
pastor somos nosotros esas ovejas irracionales, animales que necesitan un
establo ó una correa para no alejarse más de lo debido. Pero Jesús no obliga a
quien no quiere, sabe que tenemos capacidad de raciocinio, voluntad y decisión
para distinguir el resultado de nuestras buenas acciones y nuestras maldades,
él permite esta libertad para que en nuestro arrepentimiento lo miremos a Él y
confesemos de modo pleno; ¡Es Jesús el buen pastor!, ¡Señor se tu mi pastor, no
yo!.