La palabra temor puede ser vista
como algo negativo pero con sabiduría todo sentimiento puede ser usado para
perseguir una virtud. Cuando era niño tenía miedo a la obscuridad, tenía miedo
a sentirme solo, desprotegido, después cuando mi comprensión de la realidad creció
mi miedo a la obscuridad se fue disipando, aun así, los adultos tenemos miedo a
la obscuridad cuando caminamos solos por alguna avenida desconocida y nos
sentimos indefensos dentro de la ciudad. Este temor es bueno, si no lo tuviésemos
daríamos mas oportunidad a los asaltantes cada vez que caminamos por alguna
calle en la noche. El temor nos advierte y nos hace ver la probabilidad del
peligro, el temor es la intermitente que señala el riesgo y que descansa cuando
sentimos confianza y protección.
Podríamos decir que hay un temor
bueno y un temor malo. El temor bueno concluirá en la seguridad, el temor malo
no nos dejara vivir. El temor bueno señalará el peligro, el temor malo señalará
peligro donde no lo hay. No es bueno vivir con un temor aterrorizante, tampoco
es bueno transmitir ese sentimiento a los demás, si no existen motivos para
sentir temor no hay porque tener temor, pero cuando si existen motivos para
sentir temor puede ser malo no sentir temor, ya señalé, el temor es útil para alejarnos
del peligro.
¿Debemos sentir temor de Dios?, si. Cuando
nos acostumbramos a vivir de modo egoísta, mal gastando en excesos sin pensar
en los demás, ni en nosotros mismos, es malo no sentir temor, vivir de esa
forma ocasionara la destrucción de la persona y el dolor de familiares y amigos.
Si no tenemos temor a los excesos iremos encaminados a destrozar nuestra vida hasta
llegar a la muerte, Dios no es muerte, Dios es vida. La ausencia del temor de
Dios es subestimar la vida, no temer destrozar nuestra vida ó la vida ajena por
amor al pecado. Toda injusticia es pecado.
En un sentido eucarístico, tiene
temor de Dios aquel que no desea recaer en sus pecados pasados para no perder
la oportunidad de participar de la eucaristía. Este temor es bueno porque hace
que la persona reflexione sobre sus faltas y no desee volver a ellas por amor
al sacramento. Lo que lo mueve es el amor a la gracia otorgada por Cristo y
tiene temor de perderla, no significa que no exista la reconciliación en caso
de cometer algún pecado, al contrario, ese amor del creyente anhela de modo
supremo el sacramento eucarístico que perder una sola oportunidad por el pecado
significa para él morir a la gracia que Dios le entrega.
No todos están conscientes del amor
sacramentado, existen aquellos que tienen temor a malgastar este amor de Dios, como
los que trabajan y ahorran parte de su sueldo para alcanzar una meta y tienen
temor a malgastar cualquier peso en banalidades y quedar alejados de la meta, así
sucede con estos creyentes, tienen temor de malgastar ese afecto de Dios y todo
el esfuerzo que Dios ha puesto en ellos.
La meta final de esta vida es entrar
a la gloria de Dios, el cielo, y, la meta diaria de muchos creyentes es la eucaristía,
trabajan para comerla dignamente con el temor de que el pecado les sea de
tropiezo. Pidámosle a Dios la sabiduría para amarlo a Él sobre todas las cosas,
así como tenemos temor de perder el patrimonio por una crisis económica ó un
hijo por una enfermedad, así y mucho más, debe ser el temor de perderlo a Él
por nuestra inclinación al pecado.