Un
día, Abram siendo joven, fue encargado por su padre Teraj para que atendiera a
los clientes en la tienda familiar de figuras paganas. Teraj tenía que
ausentarse. Un hombre acaudalado se hizo presente en la tienda y pidió un
ídolo, el más caro que tuviese, como si su precio tuviese relación con el
tamaño del milagro. Abram le facilitó la deidad más grande, costosa e inquirió:
“Dígame señor, ¿cuántos años tiene usted?”, el hombre respondió: “cincuenta”.
Abram dijo: “¿Y no tiene vergüenza de adorar la figura de barro de una deidad
que tiene solamente un día de vida?, mi padre lo terminó de hacer ayer”. El
hombre perturbado regresó su dinero al bolsillo y se marchó.
Después
una anciana se hizo presente. Estaba triste y abatida porque unos malhechores
habían irrumpido en su casa y se habían llevado sus dioses. Abram con mirada
desafiante volvió su rostro hacia la anciana y de manera directa le dijo: “¿Ah
sí?, si sus dioses fueron incapaces de protegerse a si mismos de los ladrones
¿cómo pretende que la protejan a usted?”. La mujer bajó la cabeza y se quedó
pensando, al poco tiempo reflexionó e inquirió a Abram y le dijo: “Tiene usted
razón. Pero ¿a quién hemos de servir?”. Abram respondió: “Al Creador de los
cielos y la tierra, quien nos creó a usted y a mí”. La anciana se marchó sin
llevar ningún ídolo.
Más
tarde se hizo presente en la tienda una mujer con un recipiente lleno de harina
para entregarla a los dioses como ofrenda. Abram tomó un hacha y golpeó las
figuras hasta romperlas, destrozo todos los ídolos de la tienda excepto el más
grande, el de mayor tamaño y puso el hacha recostada a un lado del ídolo.
Tiempo después su padre Teraj regresó a la tienda y al ver el desorden le
preguntó a su hijo acerca de lo ocurrido. Abram con mucha calma respondió:
“¿Por qué he de ocultarte la verdad?, mientras estabas fuera, una mujer trajo
harina para ofrecer a los dioses. Cada uno quería ser el primero en recibir la
ofrenda. El grande recibió insultos, tomó un hacha y destrozo al resto de los
dioses”. Teraj se molestó y con voz desafiante le respondió: “¿Qué tontería es
esa?, tu sabes perfectamente que ellos no hablan ni se mueven”, a lo cual Abram
replicó de inmediato: “¡Ah si!, te pido que pienses lo que dices, entonces,
¿Qué sentido tiene adorar a las deidades de barro?”.
Abraham
es considerado el padre del pensamiento monoteísta; “solo hay un Dios y no
muchas deidades”. Aunque el relato es parte del pensamiento judío y en
ocasiones los católicos somos acusados por las sectas protestantes como
“idolatras” por tener imágenes, figuras de la Virgen María o los Santos, me
sorprendió saber que los judíos no tienen esa opinión de nosotros porque saben
que los católicos no consideramos a la figura de un santo como un dios mas. El
término “idolatría” desde una óptica judía bajo el pensamiento de Moisés y las
leyes del antiguo testamento significa en primera creer que existen otros
dioses y darles culto. Los católicos no creemos que existen otros dioses, somos
monoteístas, creemos en un solo Dios manifestado en tres personas distintas;
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Desde
una óptica neotestamentaria, el pensamiento de los apóstoles afirma que el ser
humano cae en idolatría cuando el amor por el dinero ocupa el primer lugar en
su vida, su pensamiento, su ímpetu y su afán. Por la idolatría hacia el dinero
las familias se dividen y las amistades se acaban. Entonces esto debe hacernos
saber que la idolatría vista desde el nuevo testamento no se limita solo a una
figura de barro, sino a los sustitutos que hacemos de Dios.
Cuando
Jesucristo en el evangelio menciona: “el que ama a su padre o madre más que a
mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o hija más que a mí, no es digno
de mí” (San Mateo 10:37), en realidad está tocando el tema de la idolatría pues
muchos familiares que no poseen el tesoro de la fe, querrán hacernos desviar de
las enseñanzas de Jesucristo.
Amar
a Dios por encima de todas las cosas creadas lleva consigo una retribución; todo lo creado en finito, el amor
de Dios hacia nosotros es infinito porque El es infinito. El es un tesoro que
no se acaba jamás, respondamos a su amor por encima de nuestros miedos.