Con la reciente visita
del Papa Francisco a Norteamérica, escuchando fragmentos de sus discursos,
entendí que la Iglesia lo abarca todo. Comunicadores como Eduardo Ruiz Healy o
René Franco se refirieron de modo excelente a las palabras del Papa Francisco
en los temas de inmigración.
El sucesor de San Pedro exhortando a la nación más
poderosa del mundo desde el Congreso, trae a la memoria esos fragmentos del
libro de los Hechos de los Apóstoles, donde los discípulos daban testimonio de
la fe ante tribunales Romanos, obviamente la intolerancia y censura es
distintas aunque los demonios sean los mimos; el amor al dinero, la explotación
del hombre, el clasismo, la degradación, entre tantos.
La visita del Papa puede ser vista como una predicación
cristiana o como la intención de un jefe de Estado. Cuando Francisco habla de
la inmigración en Estados Unidos, su mensaje indudablemente abraza la agenda política
en tiempos electorales. Cuando se refirió al “salario injusto como un pecado
grave”, toca la relación obrero – patronal que existe en los continentes, que atañe
a leyes laborales (no necesariamente justas) que regulan el trabajo. Al hablar
de “el derecho a la vida”, refiriéndose a la pena de muerte, en automático se
asocia el aborto, ambos conllevan el afán para ordenar la muerte de un tercero.
La Iglesia en su discurso lo abarca todo porque Dios lo
abarca todo. No existe espacio en la vida del ser humano que no pueda o no deba
ser abarcado por la Iglesia y Dios. Desde la relación entre familiares, el
nacimiento de un hijo, su muerte, la sexualidad, el deseo de formar una
familia, el modo de convivir en comunidad, la forma de emplear a otros o ser
empleado, la agenda política y su enfoque, la función pública y el modo de
ejercerla, el sentido y la dirección de la ciencia, las artes, la educación, la
vocación personal, incluso, el deporte y su disciplina, el sano entretenimiento
y esparcimiento, el cuidado del medio ambiente, el amor a la creación, hasta el
desarrollo del pensamiento; el fin de la filosofía, la teología, el
conocimiento. En resumen, la enseñanza de Jesús mueve a una mejor forma de
vivir y usar las cosas, sin importar quienes somos.
Termino con un pequeño cuento; el Circo llego al pequeño
poblado. La gente se abarrotaba para entrar a la función, los payasos eran
extraordinarios, arrancaban la risa de los asistentes. Un día, el Circo ardió
en llamas, los payasos salieron hacia el poblado a pedir auxilio pero los
pobladores al mirarlos se doblaban de la risa, los payasos exclamaban; “¿acaso
no escuchan lo que les decimos?, ¡el Circo esta en llamas!, ¡necesitamos extinguir
el fuego de inmediato pues se extenderá por el bosque, llegara al pueblo y sus
casas arderán!”. Los moradores pensaban que aquello era una broma, ninguno de
ellos se dio tiempo para confirmar lo dicho. Los payasos se paseaban por las
calles y la plaza gritando; “¡Se quema el Circo!, ¡se quemara el bosque y
también el pueblo!, ¡ayuda!, ¡ayuda!”. Los pobladores pensaron que era
publicidad del Circo, no prestaron atención a los gritos de los payasos, el
bosque ardió, el pueblo también y muchos perecieron.
En el mundo moderno, la sotana del sacerdote y la cruz
parecen ser esa vestimenta de payaso que impide a los pobladores entender el
mensaje para recibir beneficios. No es necesario quitarle el hábito a nadie, ni
negar la cruz, más bien, es útil despojarnos del prejuicio para oír y construir
una vida y un mundo más justo. No hay tema que no pueda ligarse al evangelio,
pues en cada intención del hombre habrá un bien o un mal. La Iglesia lo abarca
todo porque Dios todo lo abarca.