En el evangelio de San Mateo encontramos las
tentaciones de Jesús en el desierto, el pasaje expresa: “El Espíritu condujo a
Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo, y después de estar sin
comer cuarenta días y cuarenta noches, al final sintió hambre. Entonces se le
acercó el tentador y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras
se conviertan en pan”. Pero Jesús le respondió: “Dice la Escritura: El hombre
no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Después
el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso en la parte más alta de la
muralla del Templo. Y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
pues la Escritura dice: Dios dará órdenes a sus ángeles y te llevarán en sus
manos para que tus pies no tropiecen en piedra alguna”. Jesús replicó: “Dice
también la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios”. A continuación lo llevó el
diablo a un monte muy alto y le mostró todas las naciones del mundo con todas
sus grandezas y maravillas. Y le dijo: “Te daré todo esto si te arrodillas y me
adoras”. Jesús le dijo: “Aléjate, Satanás, porque dice la Escritura: Adorarás
al Señor tu Dios, y a Él sólo servirás”. Entonces lo dejó el diablo y se
acercaron los ángeles a servirle” (Cap. 4, v. 1-11).
En la primera tentación, el demonio propone a
Jesús convertir las piedras en pan, sabemos que Cristo es el pan que da vida a
este mundo. En la segunda tentación, el enemigo propone un sacrificio para que
se manifieste el poderío de Dios y se cumpla la Escritura: “tírate de aquí
abajo, pues la Escritura dice…”, curiosamente, la vida de Jesús requerirá un
sacrificio; la crucifixión. En la última tentación le ofreció los reinos de
este mundo si lo adoraba, si nos fijamos, Jesús por la obediencia a Dios Padre
resucita, y por ello, Jesús se convierte en Rey de Reyes, Señor de Señores. En
esta secuencia de tentaciones podemos aprender que el proyecto del demonio es
imitar la obra de Dios para oponerse al proyecto de Dios. El demonio lo imita
en el desierto proponiendo: pan, sacrificio y señorío.
En el desierto, la discusión entre Jesús y el
demonio se dio en términos de la Escritura. Satán es un erudito de la biblia, pues
solo conociendo la Escritura podrá corromper a los hombres de fe. En este
nivel, la tentación no se muestra explicita como un mal, sino que esta aderezada
por el enemigo con textos bíblicos. Solo pensemos, cuando el enemigo ve los
deseos que tienen los hombres por las cosas de la fe, los aparta de la
Eucaristía usando textos bíblicos, de esta forma, esa vocación hacia Dios se ve
corrompida cuando aquellos terminan en una secta, lejos y alejando a otros del
pan Eucarístico y la Iglesia con la promesa en San Pedro.
Otro punto importante es, el relato inicia “El
Espíritu condujo a Jesús al desierto para que fuese tentado por el diablo…”, esto
no significa que Dios atente contra Cristo, sino que, Dios aprovecha la
condición rebelde de luzbel para fortalecer la humanidad de Jesús, meditémoslo,
satán es un tentador sin importar el lugar donde se encuentre. Pero Dios actúa
de un modo desconocido para que ejercitemos nuestra fidelidad, pues ¿de qué
forma podremos mostrar nuestra obediencia al creador si no somos tentados?, y
si caemos, ¿podremos acusar a Dios cuando El mismo ofreció a Cristo como
cordero para perdonar el pecado del mundo?. Por lo tanto, aunque somos tentados
no estamos desamparados, en el proyecto divino hasta la tentación tiene un
propósito, Dios sabe sacar cosas buenas del mismo mal.
El punto más importante es la respuesta de
Jesús, se limitó a saber esperar, decir no a todo ofrecimiento y dejar que el
demonio pasara como se pasan las horas ó los días. Saber esperar y decir no es
pilar fundamental para vencer toda tentación, seamos pacientes.