Uno
de los pasajes más conocidos de los evangelios es aquel que describe el
donativo de la viuda pobre en el templo. Este episodio lo encontramos en el
evangelio de San Mateo;
“Jesús
se había sentado frente a las alcancías del Templo, y podía ver cómo la gente
echaba dinero para el tesoro; pasaban ricos y daban mucho, pero también se acercó una viuda
pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Yo les aseguro que esta
viuda pobre ha dado más que todos los otros. Pues todos han echado de lo que
les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza; no tenía más, y dio todos
sus recursos” (c. 12, v. 41-44).
El
mensaje principal es la aportación que la gente hace al templo. La novedad que
presenta es que, no liga la bondad a la cantidad monetaria sino a la necesidad
que el individuo tiene de cosas materiales y aun así –en su carencia- aporta.
Sin
embargo, si revisamos el texto un poco mas y la estructura del culto de Israel
encontramos dos puntos muy interesantes. El primero, bajo las leyes de Israel
los sacerdotes del templo vivían de lo que se ofrecía en el templo:
“Los
sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no compartirán con los demás la
herencia de Israel, sino que se alimentarán con las víctimas consumidas por el
fuego en honor de Yavé, y las cosas que le fueron consagradas. El levita no
tendrá parte en la herencia que reciben sus hermanos, porque Yavé es su
herencia, como él se lo tiene dicho. Este será el derecho de los sacerdotes
respecto del pueblo. Cuando se ofrezca ya sea buey u oveja, se le dará al
sacerdote la espaldilla, las quijadas y el vientre. Le darás también las
primicias de tu trigo, de tus vinos y de tu aceite, así como las primicias de
la esquila de tus ovejas. Porque a él lo eligió Yavé de entre todas las tribus
para oficiar en su nombre, él y sus hijos para siempre” (Deuteronomio 18:1-5).
El
segundo y quizá más importante, en el tiempo de Jesús solamente había un templo
y el gran sacerdote de ese templo fue Caifás, él decide la muerte de Jesús.
Tras la resurrección de Lázaro las autoridades del templo se reúnen para confabular
y matarlo:
“Los
sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: “¿Qué hacemos?
Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos
creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra
nación”. Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les
dijo: “Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre
muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?”. No dijo eso por sí
mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la
nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad
a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que
debían matar a Jesús” (S. Juan 11: 47-53).
Como
conclusión, es el propio Jesús quien justifica ofrendar al templo donde habita
la gente que desea matarlo, ¿esto tiene alguna lógica?, claro que sí, es Jesús
quien enseña el amor hacia los enemigos. También, como hombre de Dios, Jesús
comprende que el sacerdocio de Israel fue instituido por Dios, no por Caifás, y
en atención a Dios se ofrenda al templo.
¿Cuál
debe ser nuestra actitud hoy en día?, debemos hacer ofrendas al templo porque
es parte de la enseñanza de Jesús, no justifiquemos nuestra avaricia en el
pecado ó delito de los hombres. Jesús no lo hizo, nosotros hagamos como él.