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domingo, 27 de noviembre de 2016

El árbol de la vida

En una época de mi vida pensaba que comulgar y confesarse no era algo necesario, creía solo bastaban las buenas obras para entrar al cielo, lo creía de un modo personal, sin tener conocimiento de la biblia, ni profundizar en mi fe católica. Entiendo que mucha gente ha dejado de prestar atención a los sacramentos por ignorancia. Si alguno de nosotros siente esta ambivalencia: “obras buenas” ó “sacramentos”, hacer tal distinción es un pensamiento torcido. Un católico no tendría porque decidir entre uno ú otro, sabe que son las dos, me atrevo a decir que es el mismo demonio quien ha puesto la duda; “¿Para que los sacramentos si podemos hacer caridad y entrar al cielo?”., explicare el porqué.
La eucaristía es un regalo, supongamos; Dios desea regalarnos un automóvil, ¿decidiríamos recibirlo ó no?, ¡no lo haríamos!, de inmediato diríamos que sí. Dios desea regalarnos la vida eterna y nos provee de la gracia mediante los sacramentos, esto es sumamente claro y firme en las Escrituras, cuando Cristo se refiere a la Eucaristía expresa; “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final” (San Juan 6:54). ¿Alguna duda?.
El demonio nos aleja poco a poco de la eucaristía, para entender la sutil tentación hagamos un paralelo usando la biblia. El libro del Génesis describe como Dios entrego la creación al ser humano pidiéndole no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal; “De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:16). La serpiente fue el tentador, engañando a Eva los invito a comer, afirmando que no habría consecuencias, serian iguales a Dios. De esta forma pecaron y fueron expulsados del Edén, tras la salida, Dios expresa; "El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre. Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado. Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida" (Génesis 3:22-24). En estos versos se pueden distinguir signos eucarísticos; comer para tener acceso a la vida eterna, y obviamente, la prohibición y custodia del árbol de vida, Adán y Eva no debían comerlo porque habían pecado. Algo similar ocurre con la Eucaristía, quien está en pecado no debe comerla, le hace un mal.
Hoy tenemos las cosas al revés, no vivimos dentro del Edén sino en el mundo, podemos apreciar la eucaristía como ese árbol que nos otorga la vida eterna, al sacerdote como ese Ángel que la custodia usando la espada – la Palabra de Dios – y que nos permite acezar a ella absolviéndonos de nuestros pecados, pero también el demonio nos asecha, no se disfraza de serpiente aunque se opone a que los hombres comulguen, sus argumentos son como gotas de aguas negras que poco a poco empuercan la fe de los hombres, siendo astuto nos dice a solas; “¿Para qué comulgar?, haciendo caridad también puedes salvarte”. Hasta alejarnos totalmente del regalo que Dios nos entrega.

En el Edén, Dios dijo “no coman” y el tentador con su engaño los hizo comer, hoy Jesús dice “coman” y el nos hace creer que no es necesario. Hagamos caso a Jesús; el que come tiene vida eterna. Hay que buscar la absolución para poder comer. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

Y la Iglesia dicen: “¡Ven!”

El libro del apocalipsis expresa; “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para decirles lo que se refiere a las Iglesias. Yo soy el Brote y el Descendiente de David, la estrella radiante de la mañana”. El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”, el que escucha diga también: “¡Ven!”, el que tenga sed, que se acerque; y el que lo desee, reciba gratuitamente el agua de la vida. Yo, por mi parte, advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: “Si alguno se atreve a añadir algo, Dios echará sobre él todas las plagas descritas en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la Ciudad Santa descritos en este libro”. El que da fe de estas palabras dice: “Sí, vengo pronto” (Apocalipsis 22:13-20).
El titulo de esta reflexión – “La Iglesia dice: ven” – está inspirado en este pasaje. El contexto de lo citado es una Iglesia perseguida en el siglo primero, que debe permanecer fiel y no perder la esperanza para confiar en el retorno y la salvación dada por Cristo.
El verso: “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!” me hace apreciar una realidad latente entre bautizados. No en todos existe ese anhelo de encontrarse con Jesús, quizá porque no han tenido ese despertar al Espíritu Santo ó en el peor de los casos han apostatado de la fe (tenían fe y hoy la repudian).
Cuando el texto de apocalipsis se refiere a “la esposa” se está refiriendo a la Iglesia deseosa de encontrarse con Jesús. La esposa dice “ven” esperando la promesa del retorno, pero también la esposa “va” al encuentro de Jesús en la eucarística ó al menos procura la penitencia y purificación para poder comer. La Iglesia dice “Ven” y también “va”.
¿Somos de los que dicen “Ven”? ó ¿somos de los que no lavan sus ropas para tener acceso al árbol de la vida: la eucaristía?. Muchos tienen lecturas espectaculares del apocalipsis sin meditar en lo sencillo, como si fuesen a bajar destellos del cielo ó abrirse los suelos y apreciar las llamas del infierno, esto no es así. A modo general, el libro usa recursos literarios para expresar en imágenes la guerra entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado, entre una sociedad degradada que devora y pervierte a sus individuos y la esperanza de los fieles que desean construir y llegar a esa ciudad santa: la nueva Jerusalén.   
Muchos de nosotros confiamos en la bondad de Dios de un modo equivocado, cuando evidentemente y en muchas ocasiones nos quedamos fuera del pan eucarístico, el pan de la vida eterna. Así queda de manifiesto la misericordia, la justicia y el juicio de Dios de un modo concreto; Dios nos compartió la vida eterna en la eucarística y muchos no la procuraron, quedaron fuera de esa sociedad de gracia ó ciudad que describe apocalipsis.      

Cuando en el templo se hacen las filas para recibir la eucaristía, viene a mi mente ese verso de apocalipsis: “Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira”. La confesión y la penitencia es un papel trascendental. Si en ti no está el deseo; “ven, Señor Jesús”, no estás lejos de la piedad y la paciencia de Dios, pero si estas lejos de ser Iglesia, porque la Iglesia dice “ven Señor” y la Iglesia va a donde este el Señor.  

domingo, 13 de noviembre de 2016

Nuestro padre es Dios

En los evangelios se describe la predicación de san Juan bautista, profeta y maestro que anunciaba la llegada del mesías a Jerusalén. El evangelio de San Mateo narra; “Juan vio que un grupo de fariseos y de saduceos habían venido donde él bautizaba, y les dijo: Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se les viene encima?, muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: Abraham es nuestro padre. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto, será cortado y arrojado al fuego” (San Mateo 3:7-10).
De estos versos podemos desprender dos paralelos importantes para actualizar el discurso del bautista. El primer paralelo es que nosotros, católicos, también esperamos la llegada del mesías al mundo y debemos prepáranos, a esta segunda venida la llamamos parusía. El segundo paralelo es pocas veces visto; “Abraham es nuestro padre. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas piedras…”. Este personaje, Abraham, es el patriarca de Israel que recibió una promesa de Dios por su grado de fe; estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo para ofrecerlo a Dios. Este patriarca es una prefigura de Dios, dado que, Dios padre ofreció a su hijo, Jesús, en sacrificio por los pecados del mundo.
En el pensamiento moderno es habitual llamar a Dios “padre” y afirmar que “todos somos hijos de Dios”, también llamamos “madre” a la virgen María. En la cultura judía, Abraham es el gran patriarca y Raquel ó Rajel es la gran matriarca, madre del pueblo de Israel. Según las creencias de Israel, estos patriarcas y otros, interceden ante Dios para que descienda la misericordia del creador, parecido a lo que creemos nosotros en la intercesión de los santos.
Es indudable que los judíos sentían cierta confianza en la promesa y obediencia de Abraham pero el bautista hace que esta confianza se trastorne; “muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: Abraham es nuestro padre. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas piedras…”.
Hoy vivimos cierta confusión, mal interpretamos la misericordia de Dios sin mostrar frutos de conversión, escudándonos en que “todos somos hijos de Dios”, pero san Juan bajo este paralelo nos hace que ver que Dios puede sacar hijos aun de entre las piedras. Por lo tanto, debemos tener cautela para no mal gastar la paternidad que Dios nos ofrece., San Pablo uso una analogía para referirse al regalo que Dios nos dio, el afirmo que es parecido a un injerto que el sembrador hace en el tronco de un olivo, pero las ramas naturales – los judíos ­– fueron cortados del tronco principal por la dureza de su corazón, entonces, ¿Qué nos espera a nosotros que no somos hijos naturales, descendientes de Abraham?. Mejor añadámonos al tronco con firmeza ayudados de la fe, la gracia y las obras, para no malgastar la puerta que Dios abrió.

El padre Santiago Martin, conocido por la cadena de televisión EWTN, tiene una excelente analogía sobre la misericordia de Dios y el daño que hace mal interpretarla. Martin asegura; “supongamos que en una facultad el alumnado es pésimo, ¿Cómo resuelves el problema?, ¿reprobándolos ó dándoles el titulo?, ¿sería justo que el haragán reciba titulo de medico cuando otros se han esforzado?, ¿te dejarías operar por él?, claro que no, ¿Qué nos esperaría como sociedad si las facultades no reprendieran ó expulsaran a los malos alumnos?”. La vida eterna es así, en el mismo cielo no puede estar el casto y el fornicario, la víctima y el opresor, deben existir frutos de conversión. 

lunes, 7 de noviembre de 2016

Católicos y luteranos

En la reflexión de la semana pasada trate el tema: “¿Por qué mataron a Jesús?”, afirmando que, tras el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús ofrece un discurso eucarístico que provoca la deserción de algunos discípulos e intensifica el deseo de los judíos por matarlo (San Juan 7:1). De este discurso, capítulo seis del evangelio de San Juan, se desprenden frases como; “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…” (v. 51), “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes…” (v. 53). Estos pasajes del evangelio siguen siendo motivo de discusión entre grupos cristianos por la presencia de Jesús en el pan.
Curiosamente, a finales de octubre, el Papa Francisco asistió como invitado al encuentro ecuménico en Suecia – celebrado por protestantes – en el aniversario de la reforma protestante. Francisco actúo con sabiduría e integridad siguiendo la filosofía del encuentro, en un discurso centrado en estar unidos en lo que tenemos en común y no enfocarnos en aquello que nos divide. Francisco abogo por los migrantes, los marginados y los desprotegidos del mundo, cosa muy sabia.
Sin embargo, debemos entender que los luteranos no conciben una teología como la nuestra entorno a la Eucaristía, para ellos, el pan y el vino son presencia de Cristo solo dentro de la celebración y no en el sagrario, cuando el culto luterano termina ellos son libres para hacer con el pan lo que les plazca, incluso, tirarlo a la basura. Para los católicos, la presencia permanece una vez consagrado el pan y el vino, la solemnidad no debe perderse jamás. ¿Quién tiene la razón?, es una pregunta difícil de contestar pero actuemos simplemente usando la lógica; ¿Dónde podríamos perder más delante de Dios?, ¿creyendo que la presencia se va ó se queda?, si la presencia se queda y creemos que se va caeríamos en profanación por ser ignorantes, si la presencia se va y creemos que se queda, ¿no pide la biblia tratar con sumo cuidado los utensilios del templo?, si lo pide, recordemos el juicio que recibió el rey Belsasar cuando este dio uso común a las copas y tazones del templo de Dios, evento narrado en el libro de Daniel (cap. 5). Todo lo del templo es sagrado por ser casa de Dios.
Existe un antecedente pre eucarístico en el antiguo testamento, este es “los panes de la proposición”, estos eran los panes consagrados por los sacerdotes para estar en ofrecimiento constante en el templo de Dios. Cuando se ordena la construcción del tabernáculo ó templo con Moisés, Dios ordeno; “Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia perpetuamente delante de mí…” (Éxodo 25:30). Para que tengamos una idea del significado de estos panes según el viejo testamento, existe un episodio importante; cuando David y su gente sintieron hambre y se presentaron ante el sacerdote Ajimelec, el sacerdote no tenía que ofrecerles y permitió que comieran los panes de la proposición, pero el sacerdote, exigió a David y a su gente estar en estado de pureza para poder comerlos, ósea, no podían comerlos estando en pecado (1era de Samuel cap. 21, v. 5-7). El pan de la proposición del antiguo testamento jamás perdió su condición sagrada. Este es un paralelo eucarístico evidente y claro. En la nueva alianza el pan se consagra – como lo pido Jesús – y cuando nosotros comemos del pan, comemos de la ofrenda perpetua por nuestros pecados; el sacrificio del cordero, Jesús.

Algo debemos meditar de las palabras de Jesús; “El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…”, si el que come del pan vive eternamente, ¿por qué la presencia de Cristo habría de morir en el pan?, más bien, también debe vivir eternamente.