Había un hombre que enseño a sus pequeños hijos
amar la vida, y para esto, planto una planta muy pequeñita en una parte del
patio. En el inicio los niños estaban interesados pero conforme paso el tiempo
perdieron interés por la planta, no querían regarla ni limpiar sus hojas, les
daba flojera y preferían hacer otras cosas pero el padre los obligaba y se
armaban discusiones por la rebeldía de los hijos. Los hijos crecieron y el
árbol también, en los veranos aquella familia disfrutaba la sombra y los frutos
de aquel árbol que había crecido fuerte y bien enraizado, y atender al árbol era
más fácil por la sobra que tenia.
El amor en ocasiones es así, es el árbol que
todos quieren tener pero nadie quiere atender. Este amor no es solo un amor de
pareja, es un amor a Dios, al prójimo, a los hermanos, el amor a la vida y el
amor a uno mismo.
Sonora ocupó el cuarto lugar en suicidios este
año y cuatro de cada diez son cometidos por jóvenes de 15 a 29 años. Estos
jóvenes no amaron su vida como para vivirla ó quizá la vivieron muy rápido, esta
realidad parece no conmovernos, los vemos como arboles ajenos.
Sin duda el papel de la Iglesia debe ser
formativo, una escuela para apreciar la vida ajena y la propia, sin embargo,
siento que el catecismo para niños culmina en una Eucaristía y desconozco si el
modo y la forma en la formación logra trascender en el menor para tener una
experiencia con Dios. El despertar al Espíritu no puede darse solo por la
experiencia académica de memorizar información y responder correctamente las
preguntas de un examen final. Cada formador debe ser sensible y no olvidar que
está educando almas y que la experiencia no debe ser a la de un aula de
cualquier escuela pública, es una formación de espíritu que no se limita al
resultado de un examen, eso hasta lo denigra. Es difícil compartir las cosas
espirituales.
Son el padre y la madre los principales
formadores en la fe y el amor a la vida, pero en tiempos modernos parecieran
ser el principal obstáculo porque ellos mismos carecen de una formación apta
para llevar una vida cristiana, y los más laxos hasta prefieren no bautizar
sino dejar que el menor lo decida cuando a él le plazca. Esta idea de libertad
es errónea, la formación es necesaria para ser libres. Nadie deja a libre
elección del adolescente ir a la escuela ó no ir, todos optaran por no ir. Ellos
no son libres para escoger lo mejor porque lo mejor no lo conocen aun, no
pueden verlo a su corta edad. La formación espiritual es necesaria para ser
libres, la Educación Pública no formara a los menores en cuestiones de afecto,
discernimiento y significado de la vida, los menores necesitan una formación
que los ayude a vencer las tentaciones promovidas en el mundo; televisión,
internet y calles. Dentro de cada
individuo existe una lucha interior entre el bien y el mal, y es
necesario cooperar con los menos formados para que el bien en ellos crezca.
Como un árbol pequeño que está indefenso ante tormentas y sequias, necesita
profundizar en el bien para tener raíces y ramas fuertes.
El catecismo no concluye en la primera comunión,
al contrario, es solo el inicio, la formación cristiana abarca todas las etapas
del individuo y tiene como meta el convertirnos en un reflejo vivo de Jesús. ¿Qué
tanto nos parecemos a él hoy?.