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domingo, 27 de octubre de 2019

El sacrificio de Isaac


¿Quién no recuerda en sus clases de catecismo de la infancia el tema del sacrificio de Isaac?. Sara era una mujer estéril, esposa de Abraham, por una promesa de Dios engendran y dan vida a Isaac. Según la doctrina Dios solicitó el sacrificio de Isaac para probar la fe de Abraham. Aunque el sacrificio de Isaac no se concretó y el niño vivió y fue sustituido por un cordero. Esta petición de Dios es perturbadora y hace preguntarnos, ¿Qué clase de Dios tenemos que pide la sangre de nuestros hijos para ponernos a prueba?.
            Lo primero que debemos entender es que Dios es el maestro de la humanidad. Él muestra su revelación con elementos al alcance de una generación en relación a su período histórico con el fin de que tal generación entienda, asimile y crezca. Él utiliza el lenguaje del pueblo de su tiempo para entregar con extrema sabiduría su mensaje. Con Jesús la entrega de la revelación ha quedado concluida.
            El relato del sacrificio de Isaac es parte de la herencia teológica que recibimos del pueblo de Israel. Este relato fue recopilado por Moisés introduciéndolo al compendio de libros de la Torá (nuestro pentateuco). La fuente que él utilizó son relatos y tradiciones orales que el pueblo hebreo residente en Egipto contaba para explicar y entender el origen del pueblo; el patriarca Abraham y su hijo Isaac.  
            Situándonos en la realidad de Abraham, es un error y hasta una injusticia asumir que él conocía de Dios lo que nosotros hoy sabemos; Dios es amor, santidad, justicia y misericordia. Abraham es anterior a Moisés, ni siquiera conocía los diez mandamientos. Su entorno fue de una fe primitiva y politeísta. Abraham solo entendió que había un Dios entre tantos y este le pidió salir de su tierra para recibir descendencia y construir un pueblo.
            Para abundar más en la realidad que Moisés plasmó al referirse a Abraham y el sacrificio de Isaac, existe un evento previo a este acontecimiento en el cual Abraham fue despojado de un pozo. Entendamos lo vital que es un pozo en los tiempos del personaje considerando el desierto como su entorno; “Abraham se quejó ante Abimelec de que algunos servidores de éste se habían apoderado por la fuerza de un pozo que le pertenecía. Abimelec le contestó: “No sé quién haya hecho tal cosa, pero tú no me has dicho nada, y yo me entero de eso sólo ahora”. Abraham tomó unas ovejas y vacas y se las dio a Abimelec, e hicieron los dos un pacto. Abraham puso aparte siete ovejas de su rebaño, y Abimelec le preguntó: “¿Qué significan estas siete ovejas que has separado?”. Le respondió Abraham: “Acepta estas siete ovejas de mi mano, como prueba de que ese pozo lo he excavado yo” (Génesis 21:25-30). Después de este evento, cinco versículos más adelante la biblia expresa; “toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moría y ofrécelo allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga” (cap. 22, v. 2).
            Para concluir, viendo a Abraham como un ser limitado en su entendimiento de Dios, que ha sido despojado de un pozo, en un contexto pagano donde el sacrificio de personas en honor a las deidades era algo común en solicitud de lluvias y cosechas abundantes, entendemos que Abraham –hombre de su tiempo- se vio motivado a realizar también estos actos paganos, y que a su vez, Dios mismo, utilizó como herramienta estas creencias antiguas horrendas para introducir su revelación y una enseñanza, frenando así el sacrificio de Isaac (cap. 22, v. 11) y por esta fe mostrarle al mundo antiguo la realidad de un Dios mejor, que no se complace con estos actos. 

domingo, 20 de octubre de 2019

La vida de Salomón


En el primer libro de los reyes encontramos episodios importantes sobre la vida del rey Salomón. Tras convertirse en sucesor de su padre, el rey David, pudo consolidar su corona y construir el templo de Dios en Jerusalén. La Sagrada Escritura narra tres períodos dentro de la vida de Salomón que son un paralelo importante y sirven de referencia en la vida espiritual de todo creyente. Estos episodios son su prosperidad y sabiduría, su tibieza y su dobles, su caída, y en paralelo gracia y espíritu, tibieza y dobles en la tentación, caída tras cometer el pecado.  
            El primer período es descrito en el capítulo diez. Salomón es famoso por su sabiduría y los pueblos circunvecinos acuden a visitarlo para recibir sus consejos, el mundo lo halaba como “el gran sabio”, le tributan honores con oro y regalos. La reina de Sabá expresó: “¡Realmente era verdad todo lo que había oído decir en mi país de ti y de tu sabiduría!. No creía lo que se decía sin antes verlo con mis propios ojos, pero es un hecho que no me habían dicho ni la mitad. Tú superas en sabiduría y en gloria lo que tu fama me había transmitido” (v. 6,7). En este período Salomón se convierte en un “pre-evangelizador” por las virtudes que el espíritu ha puesto en él, sabio y justo. Sus virtudes son el motivo de influencia para otros, los atrae y sin necesidad de esforzarse en convencer alguno, los paganos conocen y halaban al Dios verdadero.
            En el segundo período, Salomón pierde el primer amor por Dios, lentamente su corazón se fue apartando de Él. Se entiende que Salomón tuvo contacto con muchos pueblos paganos, ese sincretismo lo absorbió. La biblia describe como su gusto por las mujeres lo arrastró y su fe pasó del monoteísmo al politeísmo: “Salomón siguió a Astarté, la diosa de los sidonios y a Milcom, la abominación de los amorreos. Hizo lo que no gusta a Dios en vez de obedecer perfectamente como su padre David. Por ese entonces construyó en el cerro, al este de Jerusalén, un santuario a Quemos, la abominación de Moab, y otro a Milcom, la abominación de los amorreos. Eso hizo para todas sus mujeres extranjeras que ofrecían incienso y sacrificios a sus dioses” (v. 5-8). Los dones del espíritu no pueden ser mantenidos por meras apariencias o raciocinios intelectuales, estas virtudes son fruto de una vida de oración. Ningún hombre –ni Salomón, ni el sucesor de San Pedro- pueden fiarse de tener una vida espiritual asegurada por tener cargo eminente en las cosas de Dios. En esta lucha interna, el corazón humano es absorbido por la gracia de Dios o por el pecado que está en el mundo.     
            El último episodio proporciona el origen de la división del pueblo de Israel con la revuelta de Jeroboán. El profeta Ajiás lanza una profecía afirmando que las doce tribus de Israel quedaran divididas, diez tribus para Jeroboán y dos para Salomón (1era de reyes 11:26-40).
            Aunque los hagiógrafos asociaron en una secuencia de eventos el politeísmo de Salomón con la división del reino de Israel no debemos pensar que Dios actúo por venganza, sino considerar que el pensamiento antiguo desea otorgarnos esta enseñanza: el pecado trae división, entre Dios y yo, entre mis hermanos y yo, entre la piedad y yo.
            Reflexionemos en el caso de Salomón; ¿Cuándo fue de mayor provecho Salomón para los paganos?, ¿Cuándo fue íntegro ante Dios en medio de los paganos? O ¿Cuándo por seguir a los paganos mermo su integridad ante Dios?, llevémoslo a nosotros; ¿Cuándo es de mayor provecho un sacerdote y un creyente para los incrédulos?, ¿Cuándo vive la gracia en medio de ellos?, o ¿Cuándo por complacer a los incrédulos se merma en la gracia?.

domingo, 13 de octubre de 2019

El Templo de Salomón


Después de la muerte del rey David fue Salomón su sucesor y este logró construir un templo para Dios en la ciudad de Jerusalén. La construcción inicio en el mes hebreo de Ziv (abril – mayo) y siete años después fue concluido en el mes de Bul (octubre – noviembre). Salomón hizo traer todo lo consagrado por David su padre, la plata, el oro y los objetos, y lo depositó entre los tesoros del templo. Congrego a los jefes de las tribus hebreas para hacer traer el arca de la alianza desde la ciudad de Sion, la ciudad de David, hasta Jerusalén. El rey Salomón y el pueblo de Israel sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en un número incalculable. Los sacerdotes introdujeron el arca hasta el santuario del templo, colocándola en el Santo de los Santos (en el arca estaban las dos tablas de piedra que Moisés depositó allí cuando Dios estableció su alianza sacándolos de Egipto). Cuando los sacerdotes salieron del templo la gloria de Dios inundó aquel lugar, Salomón ofreció un discurso en acción de gracias, concretando el deseo de su padre, David y la profecía de Natán, construir el templo (estos eventos se encuentran en los capítulos 5 al 8 del 1er libro de Reyes).
            Es dentro de este episodio cuando el templo de Jerusalén se vuelve en el lugar del perdón para el pueblo de Israel. Un breve fragmento de la suplica de Salomón, expresa:
            “Dios mío, que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del cual has dicho: “Allí habitará mi Nombre”. Escucha la oración que hará tu servidor en este lugar. Escucha la súplica de tu servidor y de tu pueblo Israel cuando vengan a orar a este lugar. Escúchala desde lo alto del cielo, del lugar donde tú habitas, escucha y perdona” (1era de Reyes 8:29,30).
            El templo de Jerusalén es sin duda una figura que otorga unidad al pueblo de Israel y los congrega en torno a su fe y su cultura. Aunque la sociedad moderna opte por vivir una fe individual; “lo que yo creo, donde yo diga y cuando yo quiera”. En el pensamiento judío – cristiano no hay lugar para una fe individual de modo absoluto, la fe se vive de modo plural e individual. El concepto “pueblo de Dios” o “Iglesia” se refiere a multitudes, no solo a dos personas: “Dios y yo”.    
            En el antiguo testamento el templo no es simplemente un orgullo nacional, el inmueble se vuelve en una especie de “sacramento” para el pueblo de Israel, un elemento físico donde los hebreos manifiestan su arrepentimiento y buscan el perdón, y esto no es un azar, pues fue en ese lugar –Jerusalén y su templo- donde el pueblo de Israel pudo encontrarse con Cristo, escucharlo y manifestarle su arrepentimiento.
            En la nueva alianza los elementos simbólicos que nos unen al antiguo testamento son; la necesidad de un templo para orar en comunidad, la necesidad de un sacerdocio que consagre la ofrenda –el pan y el vino- en nombre del pueblo y por orden de Dios, la necesidad de un lugar Santo dentro de lo Santo para depositar ahí el motivo de nuestra alianza; el pan eucarístico (para los hebreos las tablas de Moisés), y obviamente, la necesidad de recibir la absolución y la reconciliación, pues hemos pecado ofendiendo a Dios pero también nos ofendemos entre nosotros.
            Fue en el templo de Jerusalén donde Cristo se refirió a su cuerpo como un templo “destruyan este templo y lo edifico en tres días”, los judíos pensaron que él se refería al templo de Jerusalén. Actualmente, el judaísmo ve en el templo un símbolo de unidad religiosa, mientras que, el pueblo católico –independientemente del inmueble- ve al cuerpo de Cristo como el cimiento que le otorga la unidad de fe, me estoy refiriendo a la eucaristía.       

domingo, 6 de octubre de 2019

Solidaridad y Subsidiariedad


            El catecismo de la Iglesia católica en el número 1905 a 1912, nos dice que existe un bien común universal y que éste exige una organización correspondiente.
            Para que exista solidaridad primero debe existir y reconocerse un bien común, el cual es visualizado por la razón y la conciencia de los individuos en modo colectivo. La solidaridad nace después del bien común, y supone una visión humana de estar abierto a los demás, de esta forma los individuos contribuyen desde sus posibilidades a las necesidades y retos que enfrenta la comunidad.
            El conflicto entre el bien común y el bien individual debe resolverse sabiendo enfocar el bien individual dentro de un bien común ó haciendo posible que el bien común pueda ser representado en un bien individual. Esto bajo una visión ética y moral en la búsqueda del bien. Dentro de las Sagradas Escrituras podemos encontrar la enseñanza “trata a los demás como deseas ser tratado”. Esta idea conjuga el bien común con el bien individual. El bien común es una meta en común que nos beneficia, la solidaridad es el actuar encaminados a ese bien.    
            Dentro de las necesidades sociales que enfrascan a las comunidades en el subdesarrollo, se debe observar que existen circunstancias que afectan a los individuos en modo colectivo y proceden de una causa inmoral, una injusticia, un proceder nocivo contra miembros de la comunidad, que atenta al desarrollo personal y en suma, a la comunidad. Al existir una causa moral en el subdesarrollo, se toma en cuenta una dimensión moral de la situación para plantear una solución. Esto significa insistir en un cambio del corazón. La solidaridad es fruto de la conversión, de un ser que decide buscar el beneficio del grupo bajo una norma ética y moral. La solidaridad cristiana debe ser revestida de una fuerza mayor, la caridad en la gracia de Dios.
            El principio de subsidiariedad apareció por primera vez en la Encíclica “Quadragesimo anno” del Papa Pio XI. Este principio tiene dos vertientes. Las sociedades más desarrolladas en la solidaridad, deben respetar la autonomía de los grupos y comunidades menos eficientes en este acto. El bien común y la solidaridad es fruto de una conciencia y raciocinio colectivo, no de una imposición. Además, las sociedades con mayor conocimiento y mejor desarrollo, deben ayudar a las sociedades subdesarrolladas cuando estas no pueden lograr sus fines por sí mismas. Considerando que el individuo y la comunidad tienen el derecho y la obligación para desarrollarse según su propia naturaleza y misión, siendo reconocida y aceptada., sin obligar bajo un totalitarismo, que condicione el desarrollo. El principio del respeto garantiza el buen funcionamiento de la vida social y política, familiar, económica y de Estado. 
            En la encíclica “Pacem In Taris”, Juan XXIII, escribió sobre la aplicación de la subsidiariedad a nivel internacional; “140. Además, así como en cada Estado es preciso que las relaciones que median entre la autoridad pública y los ciudadanos, las familias y los grupos intermedios, se regulen y gobiernen por el principio de la acción subsidiaria, es justo que las relaciones entre la autoridad pública mundial y las autoridades públicas de cada nación se regulen y rijan por el mismo principio. Esto significa que la misión propia de esta autoridad mundial es examinar y resolver los problemas relacionados con el bien común universal en el orden económico, social, político o cultural, ya que estos problemas, por su extrema gravedad, amplitud extraordinaria y urgencia inmediata, presentan dificultades superiores a las que pueden resolver satisfactoriamente los gobernantes de cada nación. 141. Es decir, no corresponde a esta autoridad mundial limitar la esfera de acción o invadir la competencia propia de la autoridad pública de cada Estado. Por el contrario, la autoridad mundial debe procurar que en todo el mundo se cree un ambiente dentro del cual no sólo los poderes públicos de cada nación, sino también los individuos y los grupos intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus funciones, cumplir sus deberes y defender sus derechos”.